Es una tradición que poco a poco gana peso en las casa de los leoneses. Su historia, arraigada en los pueblos, colocada al calor de una buena lumbre, quiere colarse poco a poco en la ciudad y cada año son más los que apuestan por ... que sea la cultura leonesa la que decore su Navidad.
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El ramo leonés busca ganar el pulso al abeto o árbol de siempre y esa batalla, en Artesanos Leoneses, la tiene más que ganada.
Beatriz Llamazares está al frente de este negocio familiar que desde hace casi una década empezó a ensamblar piezas junto a sus hermanos para crear un sinfín de modalidades. «Gracias a la Asociación Argañu se empezó a recuperar un poco esta tradición. Empezamos a hacer los ramos y ahora tenemos más de 300 diferentes. Y seguimos haciendo».
Entre todas ellas destaca la que se encuentra a la entrada de la tienda. Se trata del ramo «más antiguo del que se tiene constancia», con entre 180 y 200 años de vida en su estructura. La madera es de álamo, chopo y negrillo, los ensambles de cola de milano y la base son unos toritos antiguos de madera. «Mi padre toda la vida ha sido un gran restaurador y tenía piezas que iba recuperando y restaurando. Este lleva muchísimos años con nosotros». Pero lo más antiguo está en los casquillos, que se calcula lleven forjados desde hace unos 250 años. Son piezas echas a mano y permiten que cuando la vela se va consumiendo no afecte a la estructura y prenda fuego la madera.
Aquí lanza la advertencia Beatriz. Los ramos que venden no tienen casquillo y avisan a los compradores: «Lo prendéis, hacéis la foto y lo apagáis; porque a veces hay gente que le gusta tenerlo encendido, y entonces hay que ponerle casquillos».
El ramo leonés consta de una estructura, que puede ser triangular, redonda, de media punta o triángulo invertido, o tantas formas como se desee. La representación debe tener sus doce velas, una por cada mes del año, y que sirven para iluminar el que está por venir. Después se le pueden añadir cintas, que representan la fertilidad y la llegada de la primavera; frutos, panes, rosquillas y todo aquello que se tenga por casa y se quiera ofrecer. También se colocan puntillas o frutos de temporada en bandejas. Antaño se les honraba con cánticos y poemas de las mozas.
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En cuanto al precio, son aptos para todos los bolsillos. Los hay desde pequeños ramitos de 12 euros hasta mucho más grandes y con grabados a mano. Lo importante es que cada vez haya más leoneses que den el paso de sumarse a su tradición. «Cualquiera puede tener un ramo leonés en casa y es una tradición que tenemos que expandir, ya que traemos los de fuera a nosotros, que expandamos lo nuestro a los demás».
En esta empresa familiar seguirán tallando y forjando nuevas estructuras para que la excusa del gusto no sea impedimento y que los hogares de la provincia recuperen el arraigo forjado por nuestros ancestros y con sus propias manos.
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