«Que hable la mayoría». Unidas Podemos se presentó con este lema a las elecciones de Madrid para promover la movilización del votante de izquierda. Habló la mayoría y barrió la derecha. Pablo Iglesias lo reconoció el martes por la noche. La alta participación por ... encima del 76%, dijo, ha consolidado «la victoria de la derecha trumpista y (ha) consolidado a la ultraderecha en las instituciones».
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La polarización, lejos de desmovilizar a la ciudadanía, ha incentivado la presencia en los colegios electorales. Madrid ha batido su récord con un registro que ni siquiera se alcanza en las generales, en las que siempre se vota más que en las autonómicas.
Una campaña embarrada y muy ideologizada ha resultado ser el mejor dinamizador del voto. No es excepcional. Ya ocurrió en Cataluña en las elecciones de 2017, cuando el choque no fue ideológico sino identitario entre independentistas y constitucionalistas y disparó la participación hasta casi el 80%. Las disyuntivas binarias demuestran que el votante responde.
La movilización en Madrid ha favorecido al PP de forma rotunda y ha penalizado al PSOE y Unidas Podemos. Ha ganado en 177 de los 179 municipios de la comunidad y ha empatado en otro. Ha arrollado en el cinturón rojo y en los 21 distritos de la capital, incluidos los barrios de renta más baja.
Los primeros análisis detectan que los populares no solo fagocitaron al PP, también se ha beneficiado de transferencias de voto socialista, que en otro tipo de elecciones menos crispadas se hubieran quedado en casa para castigar al PSOE.
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El alto índice de participación también ha puesto en solfa la creencia de que la pandemia retrae a los votantes. Así ocurrió en las autonómicas de julio pasado en Pais Vasco y Galicia, donde votó el 50,7 y el 48,9% del censo, y en Cataluña el pasado 14 de febrero, con el 51,2%.
Lo mismo se puede decir del voto por correo, que en Madrid ha crecido casi un 43% respecto a 2019 hasta alcanzar cifras nunca vistas. Pero se ha quedado muy lejos de lo sucedido en Galicia, allí aumentó el 79%, en el País Vasco, 140%, y en Cataluña, 350%.
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Si el electorado madrileño temía el contagio de la covid, lo ha superado mejor que los gallegos, vascos y catalanes. Un día soleado con temperatura agradable también contribuyó a que se formaran largas colas en los colegios electorales de Madrid. Pero el principal catalizador ha sido una campaña tensa, ideologizada al extremo y en la que la pugna entre izquierda y derecha parecía igualada.
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