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La candidata de Unidas Podemos al Congreso por León, Ana Marcello. Peio García
Elecciones 28-A

Ana Marcello: «He sentido odio de clase en el Congreso, con miradas de 'no entiendo cómo la hija de un camionero y una maestra puede ocupar el mismo espacio que yo'»

La candidata de Unidas Podemos al Congreso por León subraya sus ganas de seguir siendo una «voz útil» tras una legislatura en la otorga un notable a su tarea en la Cámara Baja

elena f. gordón

León

Miércoles, 24 de abril 2019, 18:14

A sus 34 años, esta leonesa graduada en Trabajo Social apura entre entrevistas y actos públicos las últimas jornadas de la campaña electoral. Aspira a revalidar su cargo de diputada tras una legislatura en la que ha protagonizado una intensa actividad parlamentaria que ha compaginado ... con su presencia en numerosas convocatorias y movilizaciones de diversa índole en la provincia. Ejerce la autocrítica y rechaza de plano la resignación como modo de vida.

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Pensiones, infraestructuras, sanidad, industria, medio ambiente, patrimonio... no ha dejado casi ningún tema por abordar... ¿Qué ha aprendido en estos últimos años?

Que las cosas en palacio van muy despacio y que o hay un conflicto real desde la calle, con un colectivo en lucha, la gente empujando desde fuera de las instituciones o es muy complicado que dentro de las instituciones tomen la iniciativa de modificar cualquier cuestión. Y si no hay un coste político para el que está enfrente, menos todavía. Lo aprendí rápido porque con la misma ley que presentaba la plataforma de afectados por la hipoteca en la Junta de Andalucía y en Cataluña, en ésta última, por el conflicto social que había en la calle, el resto de los partidos no se atrevieron a bloquearla, mientras en Andalucía sí lo hicieron los mismos partidos. O estás dentro sabiendo que lo único que tienes que hacer es ser un instrumento útil a los que están fuera empujando, o muy poco margen vas a tener para modificar las cosas. Y casi lo último que he aprendido es la lección de los pensionistas. Hace poco más de un año presentamos una Propuesta de Ley sobre el sistema público de pensiones y nos la vetaron. Los pensionistas reclamaron lo mismo, organizados, en las ciudades y hasta Mariano Rajoy encontró dinero.

¿Cómo resumiría la evolución de la provincia leonesa en este tiempo?

Olvido, interés de que se olvide y algo que me preocupa mucho es que la ciudadanía se resigne a pensar que esto es lo que nos ha tocado vivir, que veamos con normalidad que la mayoría de la gente de mi generación estemos todos fuera y nos tengamos que ver en Semana Santa, Navidades o San Juan; que pensemos que eso es normal, eso es lo triste. Y que el que no tengamos una oportunidad de desarrollar nuestro proyecto de vida en nuestra provincia lo hayamos asumido y que no podamos volver a León. La resignación es lo peor que nos puede pasar.

¿Cuál es la receta para cambiar esa situación?

Voluntad política de que los que se han quedado no tengan que tener unas condiciones tan precarias y entender la precariedad como forma de vida. Y una posibilidad que planteamos... si empezamos a entender que desde el Estado tiene que existir un vector industrial para las provincias, sobre todo para las que se han visto más afectadas, en nuestro caso por la transición ecológica mal llevada a cabo, el Estado tiene que tener participación en algunas empresas. Con el caso de Vestas aprendí que era posible otra acción; fue clave para decir que hay que hacer una ley que penalice la deslocalización de las empresas que han obtenido subvenciones públicas.

¿Cuál es su compromiso hacia el electorado si le renueva su apoyo?

Seguir poniendo voz para que la gente que nos marchamos los lunes para Madrid sea un instrumento útil en la pedagogía de lo que son las instituciones; que la gente tome conciencia de que tiene que participar más de la vida política y la autoorganización. Y sobre todo, seguir teniendo la brecha que conseguimos abrir hace cuatro años en el Congreso de los Diputados y que yo creo que es clave, por entender que desde León nos tenemos que organizar y que se nos oiga, y no siempre desde lo negativo sino también diciendo qué vamos a hacer para que esto cambie. Seguir teniendo la voz es importantísimo.

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Las encuestas no les favorecen y apelan a los indecisos. ¿A qué atribuye esos vaticinios?

Estábamos muy acostumbrados a votar entre lo malo y lo menos malo y esa era la lógica en la que nos movíamos. Ahora con tantos partidos y alguno que utiliza el odio y el miedo como instrumento político y arroja ciertas banderas o símbolos contra el otro, y no se habla de los dolores y los sufrimientos reales ni de los programas, esa incertidumbre hace que la gente no sepa todavía qué votar. Yo sí que creo que hay un 40 por ciento de indecisos que no saben qué votar o no lo quieren decir. Creo que hasta el último momento no hay nada decidido; igual que soy muy escéptica con las encuestas que ahora nos dan mal resultado, también lo era con las que llegaban a decir hace cuatro años que tendríamos un resultado mega-maravilloso.

¿Qué nota le pone a su trabajo como parlamentaria?

Un ocho; primero por la autoexigencia que me apliqué desde el primer día. Me llevé una decepción y me generó un poco de frustración cuando vi el poco respeto que había por la institución y cómo se comportaba la gente, como si fuera un circo -con todos mis respetos al circo- y un teatro parlamentario; que todo estaba decidido antes de entrar y que era un juego de arrojarse debates que no tenían sentido. Pongo esa nota porque hemos sido capaces de generar un equipo que hizo posible estar con los trabajadores de Embutidos Rodríguez, con los mineros, con las limpiadoras... hizo posible un lazo de conexión permanente. La nota no es a nivel individual sino colectivo. Igual no hemos llegado a tener un diez porque, es cierto, que cuando empezamos a entrar en la política parlamentaria nos faltó conocer las reglas parlamentarias y eso nos llevó un tiempo. Por eso, creo que hay que seguir a partir del domingo.

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¿Tiene espacio para la autocrítica a nivel particular o de partido?, ¿reconoce errores?

Muchos, hemos cometido muchos. Primero, por tener ciertos debates es espacios demasiado abiertos, equivocamos a veces la transparencia con el saber tener espacios donde se debata, discuta y se asuma una crítica constructiva. A veces nos hicieron críticas que no supimos valorar en positivo y pensábamos que eran ataques. Nos autoexigimos demasiadas cosas porque sólo tenemos cinco año y en la provincia de León tenemos la debilidad de que tener una organización mucho más fuerte y estar en los municipios y llegar a todos los espacios donde no hemos llegado. Creo que hemos cometido errores, por lo menos en León, de no haber llegado a ciertos espacios en los que no nos hemos puesto en contacto con la gente o no haber dado respuestas a gente que esperaba un acercamiento o un posicionamiento por nuestra parte. Y en algunas ocasiones hemos querido correr demasiado e igual teníamos que haber dedicado mucho más tiempo a establecer un partido mucho más fuerte y más sólido... pero tenemos cinco años.

¿Cree la presencia como partido en el mundo rural es una de las asignaturas pendientes de Podemos?

Lo hemos notado más en este último año, en el que hemos recorrido muchísimos pueblos, no haciendo exposiciones de mítines sino aprendiendo. También sirve para quitar los miedos. Como nos han demonizado a veces por la tele o por ciertos medios de comunicación... estar en un pueblo como La Robla y que me digan «pues eres normal», me sorprendió, porque no entendía qué imagen podía haber tenido de Podemos. Quizá nos ha faltado conquistar territorio pero nosotras entendíamos que se tiene que hacer con mucha pedagogía. Tenemos compañeros en las zonas rurales que son héroe, porque una cosa es ir al Congreso pero que en tu pueblo decidas ser de Podemos y pongas una bandera y una pegatina y un cartel te juegas relaciones familiares, laborales y muchos debates que vas a perder si vas al bar. Necesitamos la demarcación territorial por comarcas y que la gente se pueda conectar entre ellos.

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¿Se plantearía dejar la política si no saliese elegida?

Tengo el privilegio de haber ejercido mi profesión de trabajadora social durante más de seis años y de que me gusta mi profesión. Lo que haría en ese caso sería actualizar mi currículum y buscar trabajo donde sea y como sea. Es cierto que a partir del domingo no se sabe lo que va a pasar y si yo no estuviera sentada en un escaño en el Congreso de los Diputados, debemos entender que la política se puede ejercer desde todos los ámbitos de la vida. Antes de ser diputada y de que existiera Podemos yo era una activa política, un agente político del cambio porque era delegada sindical, participaba en las asambleas por el derecho a la vivienda y cada una de nosotras dentro de nuestro espacio tenemos que tener esa capacidad de intervenir en la política y de hacer política. Así que actualizaría mi curriculum y seguiría batallando, que batallas hay muchísimas.

¿Piensa que una carrera política tiene que tener fecha de caducidad?

Sí. Algo que he defendido muy fuerte dentro de la organización del partido es la limitación de mandatos y de sueldos; son dos cuestiones que me parecen claves para que jamás, a pesar de que pises alfombras muy cómodas, te puedas despegar de la realidad. En el momento en que empieces a vivir de la política y no tengas un modo de retroceso a tu puesto de trabajo o a buscarte la vida y estés anclado a la política, has perdido ya el norte. Y en el momento en que tu sueldo sea el mismo que cobra un diputado, de 5.000 y pico euros -nosotros lo tenemos fijado en 2.100 euros, que es un sueldo más que digno-, te estás despegando.

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¿Qué le diría a quienes aún no han decidido el voto?, ¿por qué apostar por Podemos?

Que no se resignen. Que echen una mirada a lo que sucedió en 2015 con el movimiento del 15-M, participaran o no, entendieran que era necesario o no, pero entiendan que algo ha cambiado en España, que el bipartidismo no tiene lugar y que puede ser tanto si gobierna la cabeza de tres derechas como si gobiernan el PSOE y Ciudadanos. Estaríamos hablando de la misma manera de hacer política, que es mirando hacia la derecha. Y, sobre todo, a las mujeres les diría que tomen conciencia de que los debates que se han abierto a nivel mediático pueden empezar a abrirse a nivel parlamentario y que nosotras tenemos que tener la capacidad de ser el dique de contención contra todos los que quieren retornarnos a tiempos pasados y recortar las libertades y los derechos públicos. Yo no entendía el día de reflexión, pero este año nos estamos jugando demasiado y pediría que reflexionaran de verdad... Si algo se ha hecho bien desde 2015 hasta aquí es cambiar el eje político y entender que si se quiere, se puede hacer política de otra forma. Que peleemos por vivir la vida con dignidad.

¿Cuál ha sido su peor experiencia como política y la más agradable?

La más agradable fue todo lo hecho con las trabajadoras del servicio de ayuda a domicilio, que fueran al Congreso, se sintieran empoderadas y se reconociesen como colectivo. De ahí salió la unidad. El proceso de construcción colectiva que tuvieron me pareció muy gratificante. Y he tenido muchas malas experiencias y una de las peores que pueda recordar son los insultos en el hemiciclo, lo gritos que se oyen en un sitio que se supone que es la casa del pueblo, a la que yo iba con un respeto absoluto y que ves cómo se utilizan las instituciones. Aparte había una cuestión de clase, con miradas de decir «no entiendo cómo la hija de un camionero y una maestra pueda estar en el mismo espacio que estoy ocupando yo». Es un sentimiento que tienes con cierta gente, miradas que no aceptan compartir el espacio; eso es odio de clase.

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