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Si es difícil para el PSOE articular una mayoría que desbloquee la investidura, no lo es menos para el PP gestionar el liderazgo de la oposición con Vox encumbrado en los 52 escaños. El ascenso de Santiago Abascal, que taponó este 10 de noviembre las ... mejores expectativas de crecimiento de Pablo Casado, complica ahora el papel de los populares en el debate sobre la gobernabilidad del país. Y desde Génova se esfuerzan por desterrar, al menos en estas primeras horas tras los comicios, cualquier gesto que apunte a una futura negociación con los socialistas.
En el plano teórico, la abstención de los populares podría servir para facilitar la elección de Pedro Sánchez, siempre y cuando este consiguiera cerrar el respaldo de otros partidos como Ciudadanos. En el práctico, sin embargo, el PSOE no parece contemplarlo y algunas fuentes del PP confían fervientemente en que los socialistas logren forzar antes un Gobierno por la izquierda que les deje fuera de la partida. Teodoro García Egea intentó este lunes alejar ese escenario último en el que sólo el entendimiento entre las dos fuerzas políticas del antiguo bipartidismo resolvería el entuerto: «Si el señor Sánchez quiere de verdad la abstención del PP, no se la he oído. Por supuesto no se la vamos a dar».
Quienes suscriben la reflexión advierten sobre el riesgo de que cualquier movimiento en falso deje a Vox terreno abonado para, primero, ejercer la oposición y, después «comer» el espacio del PP en futuras citas electorales. Ven el peligro de posibilitar la continuidad de Sánchez al frente de un Gobierno «débil» que tiene que administrar la crisis de Cataluña y el enfriamiento económico, y temen que Abascal acabe sacando provecho de esa circunstancia. Pero, aun compartiendo el análisis, son varios los dirigentes conservadores que llaman a no perder la perspectiva y ponen como línea roja evitar los terceros comicios.
Si una lección ha extraído buena parte del PP de la noche electoral del 10-N y el derrumbe total de Ciudadanos es que quien pone trabas, paga la factura en las urnas. De ahí que los populares se vean obligados ahora a lograr un equilibrio complicado entre cerrar el paso a Vox y evitar una nueva convocatoria de elecciones llegado el caso. Fuentes territoriales subrayan que «a quien más interesa que la legislatura se ponga en marcha es a Pablo Casado». «Aunque la estabilidad tan sólo dure dos años –argumenta un dirigente veterano–, es tiempo suficiente para fortalecer el equipo y el proyecto y erigirnos en alternativa».
En el PP creen que el 28-A sorprendió a su candidato demasiado pronto, tras haberse hecho con las riendas de la formación en julio de 2018. Y aunque reconocen en Casado una «mayor madurez» medio año después, entienden que el presidente del partido sigue necesitando «tiempo» y «serenidad» para poder tener opciones reales de tomar el relevo en la Moncloa.
Con esa convicción, algunos cargos consultados consideran, por arriesgado que sea el movimiento, que no debe demonizarse la abstención para un Gobierno del PSOE si todas las fórmulas previas fallan. Y en esa hipótesis, no ven descartable pedir, como ha venido insinuando García Egea desde el domingo, un paso atrás de Sánchez como candidato.
De momento, sin embargo, en el PP hay unanimidad en colocar la pelota del desbloqueo en el tejado del PSOE y esperar. La posición oficial la marcará, en todo caso, este martes Pablo Casado en la sede nacional del partido. Ha convocado al comité ejecutivo para analizar el escenario poselectoral y los resultados del 10 de noviembre. La subida de 22 escaños respecto al 28-A, que deja a los populares en 88 diputados, se ha celebrado en las filas conservadoras con cierta amargura por el ascenso meteórico de Vox. Si bien se dan por satisfechos con haber recuperado el centro político, donde Ciudadanos naufragó, les inquieta el auge de Abascal en la medida en la que no pueda ser revertido en las próximas elecciones y les deje sin espacio para crecer.
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