Las voces más altas

Quiere sacar a Trump de la Casa Blanca como sea. «No podemos permitirnos cuatro años más de acciones temerarias y poco éticas del presidente», dijo Michael Bloomberg en noviembre, cuando anunció su candidatura a las primarias demócratas. En marzo, después de haber gastado más de 500 millones de dólares en la campaña, tiró la toalla. «Hace tres meses, entraba en la carrera para derrotar a Donald Trump. Hoy, abandono por la misma razón. Derrotar a Donald Trump empieza por unirse detrás del candidato con más opciones para hacerlo. Está claro que ese es mi amigo y gran estadounidense Joe Biden».

Demócrata hasta 2001, republicano desde 2001 hasta 2007, independiente entre 2007 y 2018, y demócrata otra vez desde 2018, Bloomberg saltó de los negocios a la política en 2001, cuando se postuló como republicano para la Alcaldía de Nueva York, que ganó tras gastar 75 millones de dólares de su bolsillo. Y repitió en 2005 y 2009. Sus doce años al frente de la Gran Manzana son vistos por los neoyorquinos como un éxito. Cuando llegó, las arcas de la ciudad tenían un déficit de 6.000 millones. Cuando se fue, un superávit de 3.000. Además, la criminalidad cayó a mínimos.

Con una fortuna estimada de 55.500 millones de dólares -la de Trump ronda los 2.500-, el noveno hombre más rico del mundo creció en una familia judía de clase media. Tras estudiar Administración de Empresas en Harvard, en 1973 se convirtió en socio del banco de inversiones Salomon Brothers y, cuando en 1981 le echaron tras un cambio de la propiedad, los nuevos dueños compraron su parte por 10 millones. Con ese dinero, fundó una agencia especializada en información económica, la actual Bloomberg, el origen de su fortuna. Su máxima es: «En Dios confiamos; todos los demás, que traigan datos».

Conservador en lo económico, defiende un mayor control de Wall Street, el derecho al aborto, el matrimonio homosexual, las reformas medioambientales y la lucha contra el cambio climático. Filántropo, ha donado 9.500 millones a diversas causas desde 2010. En su intento de expulsar a Trump del 1600 de la Avenida Pensilvania, ha gastado 100 millones de dólares en la campaña de Biden en Florida, un Estado clave para el desenlace electoral. Si hubiera seguido en la carrera demócrata, el izquierdista Sanders, declarado enemigo de los multimillonarios, podría haberse beneficiado de la competición entre él y Biden, un riesgo que Bloomberg prefirió no correr.

«Si has sufrido acoso o te han agredido sexualmente, escribe 'me too' (Yo también) como respuesta a este tuit». Alyssa Milano publicó este mensaje en Twitter el 15 de octubre de 2017, tras las primeras denuncias contra Harvey Weinstein. A su propia respuesta, «Me too», se sumaron otras 53.000 y, durante las siguientes 24 horas, 'Me Too' apareció en 12 millones de mensajes en Facebook y Twitter. La frase la había utilizado ya en 2006 la activista Tarana Burke en la red MySpace para «promover el empoderamiento a través de la empatía» entre las negras víctimas de abusos, pero no fue hasta que la utilizó ella cuando se desató el tsunami.

«Me di cuenta de que ese dolor colectivo podía transformarse en poder colectivo», dice Milano, según 'The Washington Post', «la Jane Fonda de la era actual». Los últimos 40 años -tiene 47- los ha pasado delante de los focos, desde que a los 7 fue elegida para interpretar a Annie en el musical del mismo nombre. La serie 'Who's the boss?' (1984-1992) la convirtió en la chica del póster del dormitorio de muchos adolescentes y 'Embrujadas' (1998-2006) la dio fama mundial. Ya entonces era una activista.

Todo empezó a mediados de los ochenta, cuando tenía 15 años y la telefoneó Elton John. Le contó que Ryan White, un adolescente coladito por ella, se había infectado de VIH en una transfusión y no le dejaban ir a la escuela por miedo a que contagiara a sus compañeros. Milano contactó con el chaval, fue a una fiesta con él y le besó en la televisión nacional para demostrar que el sida no se transmite así como así. «Todo después de conocer a Ryan tuvo más sentido y se puso en el lugar correcto», asegura. Ryan murió en 1990, a los 18 años.

Embajadora de Unicef, desde 2004 ha solicitado el voto para candidatos demócratas locales, estatales y nacionales. En 2015, apoyó a Bernie Sanders para la presidencia y, cuando perdió las primarias frente a Hilary Clinton, se unió a las filas de ésta. En mayo de 2019 promovió una huelga sexual contra la legislación antiabortista de Georgia y, desde marzo, respalda a Joe Biden.

Habitual tertuliana política en la televisión por cable, ha mantenido su apoyo a Biden a pesar de la acusación de abusos que lanzó contra él una excolaboradora. «Creer en las mujeres nunca se trató de 'creer en todas las mujeres sin importar lo que digan', sino de cambiar la cultura de NO creer en las mujeres por defecto», ha dicho en defensa de su postura una estrella demócrata con la que los votantes republicanos pugnan por hacerse selfis.

«Está teniendo un gran impacto en la política en nuestro país. Representa a un creciente grupo de 'pensadores' muy inteligentes, y es maravilloso ver y oír lo que dice», escribió Donald Trump sobre ella en Twitter el 9 de mayo de 2018. Dos semanas antes, el rapero Kanye West, marido de Kim Kardashian, había dicho en la misma red social: «Me encanta la manera de pensar de Candace Owens». ¿Cómo se ha convertido una joven negra de 31 años en una de las voces más influyentes de la ultraderecha estadounidense?

Candace Owens es una videobloguera cuyo canal de YouTube supera los 645.000 suscriptores. Negacionista del cambio climático, enemiga del #MeToo y del Black Lives Matter -«un grupo de quejicas que se hacen los oprimidos para llamar la atención»-, contraria al aborto -una herramienta para «exterminar bebés negros»-, partidaria de la deportación de los inmigrantes ilegales e impulsora del 'Blexit' -de 'black exit' o salida negra-, movimiento que anima a los negros a abandonar las filas demócratas, no siempre pensó así. Su conversión al conservadurismo más extremo -en el que su único lunar es que está a favor del matrimonio homosexual- es reciente.

«Me habían lavado el cerebro, como a la mayoría de los estadounidenses negros, con el sistema de escuelas públicas, para que creyera que tenía que ser una demócrata y que tenía que ser liberal», dice. Después de cursar un año de Periodismo, abandonó la carrera y en 2012 entró como administrativa en una firma de inversiones de Manhattan. Tres años más tarde, ya directora de una agencia de marketing, arremetía en el blog de la empresa contra los republicanos y su entonces ascendente líder.

Criticaba las «payasadas del Tea Party» y, como consuelo, adelantaba la «buena noticia» de que «eventualmente morirán (pacíficamente mientras duermen, esperamos) y entonces podremos seguir adelante con el OBVIO cambio social que debe ocurrir, INMEDIATAMENTE». «¿Tiene Donald Trump realmente un pene pequeño?», se preguntaba en marzo de 2016. Y respondía: «Lo más probable es que Donald Trump tenga un pene del tamaño de un bebé... Hitler es el único tipo que me viene a la mente que puede haberlo superado». Ahora, Trump la adora, y ella le saca la cara en las redes y en Fox. «La izquierda odia a Estados Unidos, y Trump lo ama», dice una joven que asegura que nunca se había interesado por la política hasta 2015 y que en abril anunció su intención de aspirar al Senado o a ser gobernadora.

Ben Shapiro iba para músico, pero su pasión por la política se impuso en la adolescencia a su talento como violinista. Entró a la universidad a los 16 años y, con 17, se convirtió en el columnista sindicado más joven de la prensa estadounidense. Graduado 'summa cum laude' en Ciencias Políticas por la Universidad de California a los 20 y 'cum laude' en Derecho por Harvard a los 23, fundó su propio bufete en Los Ángeles en 2012 y ese mismo año comenzó a colaborar en 'Breitbart News', la web de noticias conservadora.

«Su pedigrí académico es impecable», destaca 'The Economist' de quien es la voz de los conservadores milenials, los nacidos entre 1980 y 2000. Conferenciante, comentarista político, escritor… Shapiro no ha parado en las últimas dos décadas. Desde 2004, ha escrito once libros. Se estrenó con 'Brainwashed. How universities indoctrinate America's Youth' (Lavado de cerebro. Cómo las universidades adoctrinan a la juventud estadounidense) y este año ha visto la luz 'How to destroy America in three easy steps' (Cómo destruir Estados Unidos en tres sencillos pasos).

A pesar de su formas educadas, de que no le gustan ni Donald Trump ni Steve Bannon -su jefe en 'Breitbart News' durante cuatro años- y de que no quiere saber nada con el nacionalpopulismo ('alt-right') -«Es un movimiento de basura compuesto por ideas basura»-, no tiene nada de moderado. Sus postulados lo sitúan en la derecha religiosa clásica más extrema.

Nacido en Los Ángeles en el seno de una familia judía, apoyó a Ted Cruz en las elecciones de 2016, se opone al aborto y al matrimonio gay, considera a los homosexuales enfermos mentales, cree que la izquierda domina Estados Unidos a través de Hollywood, es contrario al control de armas y partidario de la rebaja de impuestos a los más ricos, la privatización de la Seguridad Social y la expulsión de los árabes de Israel. «Expulsar a una población hostil es una forma comúnmente utilizada y generalmente efectiva de prevenir enredos violentos», escribió en 2003 en una columna.

Junto con el productor Jeremy Boreing, fundó en 2015 el portal 'The Daily Wire', el principal órgano informativo de la derecha estadounidense en Facebook. Para 'Snopes' -la web sobre rumores, leyendas urbanas y noticias falsas-, «tiene tendencia a compartir historias que saca de contexto o no verificadas». Su podcast, 'The Ben Shapiro show', es el segundo más popular del país y, según un reciente estudio, su enfoque general favorece claramente a Trump. No podía ser de otro modo.

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