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Mercedes Gallego
Sanford (Florida)
Lunes, 12 de octubre 2020, 21:54
Sanford no es Miami, sino que se parece al otro extremo de Florida. Ese que conecta más con la piel de Alabama y Georgia, fronterizos, que con el color tostado de los latinoamericanos instalados entre palmeras e hispanohablantes. En Florida cualquiera lleva un arma, pero ... en Miami lo fácil es que se disparen por una disputa al volante o en la puerta de un bar. A Sanford, sin embargo, se la conoce por el vigilante de barrio que mató al adolescente negro Trayvon Martin en 2012.
Antes y después de su enfrentamiento con el chico de 17 años que volvía de comprar caramelos, George Zimmerman había demostrado prejuicios hacia los negros. «Parece negro. No tiene pinta de andar en nada bueno», dijo al servicio de emergencias cuando llamó para denunciarlo. Lo mismo debió pensar el adolescente que visitaba a su padrastro. Era de noche, llovía. Martin tenía la capucha subida, pero por el rabillo del ojo vio como le seguía un tipo sin uniforme con cara de pocos amigos que resultó llevar una pistola en el cinto. Se dio la vuelta y le plantó cara. Sin saberlo, le acababa de dar la oportunidad de matarlo impunemente, porque la ley de Florida conocida como «stand your ground» permite a cualquiera apretar el gatillo si se siente amenazado.
A Zimmerman le defendió la propia policía, que le trató con guantes de seda al detenerlo, y luego fue exonerado por un jurado compuesto por seis amas de casa, cinco de ellas blancas. Con los años se ha visto involucrado en demandas por violencia doméstica, estafas y otros escándalos que dan testimonio de su carácter. Martin, sin embargo, no tuvo esa oportunidad, sino que abrió a título póstumo el panteón de mártires del 'Black Lives Matter', aunque el movimiento tendría que acumular aún muchas víctimas inocentes para coger fuerza. «Podía haber sido mi hijo», se estremeció Barack Obama al pensarlo.
Como Sanford no es un gueto sino un suburbio residencial al norte de Orlando, la gente como Zimmerman tiene muchos simpatizantes. Los ven como voluntarios que se juegan la vida para ayudar a la policía en su labor de defender las urbanizaciones valladas de césped bien cortado que simbolizan su estilo de vida. Donald Trump les ha metido el miedo en el cuerpo con la amenaza de que si gana Joe Biden los demócratas promoverán la construcción de viviendas de protección oficial en sus bonitos barrios insertando guetos de pobres que lo infectarán todo de drogas y delincuencia. Una epidemia más peligrosa que la del «virus chino», a juicio de los que acudieron ayer a apoyarle en su vuelta a la campaña.
El médico personal del presidente le ha dado el alta y le ha declarado libre de virus, aunque se ha negado a contar cuándo fue la última vez que dio negativo en un PCR. Como no se sabe cuándo se contagió, tampoco se puede calcular el tiempo en dejar de propagar virus. Al menos cuatro empleados de la Casa Blanca y 27 cargos políticos se han contagiado en su entorno, pero tampoco se conoce la magnitud del foco porque la portavoz de la Casa Blanca Kayleigh McEnany anunció que dejaría de informar de nuevos casos justo antes de que ella misma se contase entre los infectados.
Trump ya eligió el aeropuerto de Sanford para un mitin de campaña en octubre de 2016, cuando sus posibilidades de ganar las elecciones parecían tan efímeras como ahora. Florida acabó convirtiéndose en uno de los estados que lo impulsó a la Casa Blanca, pese a perder el voto popular frente a Hillary Clinton. Cuatro años después planea repetir la fórmula, envalentonado por la química de los esteroides y la de sentarse en el despacho más poderoso del mundo.
El baño de masas con que se estrenó anoche el 'contagiador en jefe' completa el cóctel de euforia con el que sale de su convalecencia. La idea de abrirse el pecho ante la prensa para mostrar una camiseta de Superman, como filtró The New York Times que pretendía hacer al salir del hospital, revela su estado mental y el del sus seguidores, que le ven ya como un semidios capaz de vencer hasta «el virus chino». «¡Cuatro años más!», coreaban anoche
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