Las votaciones han comenzado ya en Estados Unidos, sin esperar al 3 de noviembre, bien porque se permite acudir a las urnas de manera anticipada o, sobre todo, a través del voto por correo. Por primera vez en la historia, esta modalidad a distancia será ... la escogida por más de ochenta millones de ciudadanos, que prefieren no exponerse al riesgo de contagio al acudir a los colegios electorales. Las encuestas indican que habrá una participación record y que la gran mayoría de los sufragios enviados por vía postal serán de origen demócrata.
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Frente a tamaña avalancha, Donald Trump ha emprendido una campaña para poner en duda la seguridad y la validez del voto por correo, un servicio ofrecido por una agencia federal con buena reputación y no sujeta a vaivenes políticos. Pero el presidente lleva meses emitiendo tuits con desinformaciones constantes en torno a fraudes no probados y alteraciones del buen funcionamiento de esta forma de participación política. Su objetivo es poder impugnar las papeletas llegadas por correo y proclamar la victoria contando solo los votos depositados directamente en las urnas. Sería una suma que, traducida en apoyos en el Colegio Electoral, arrojaría al menos una ligera ventaja republicana sobre Joe Biden. Esta jugada del presidente daría paso a una larga batalla judicial, lo cual sembraría la confusión y el caos en el país durante semanas o meses, hasta que el Tribunal Supremo, en el que Trump habría nombrado a tres de sus nueve miembros, se pronunciaría para inclinar la balanza del lado republicano.
Mi impresión es que cada día que pasa crecen las posibilidades de una victoria indudable del candidato demócrata. Por fortuna, el país se aleja de un escenario caótico que debilitaría su imagen global y dividiría aún más a una sociedad ya muy polarizada. Es esencial para ello que Biden gane Florida, no solo clave en el cómputo final, sino a la hora de arrojar claridad sobre el resultado la misma noche electoral. Si el Supremo tuviese que intervenir y decir la última palabra, mi impresión es que no destruiría su credibilidad haciendo una interpretación partidista y poco fundada en un asunto tan trascendental.
José M. de Areilza es doctor en Derecho por la Universidad de Harvard, Secretario General de Aspen Institute España, miembro del Colegio de Abogados de Nueva York y profesor de ESADE.
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