mercedes gallego
Jueves, 15 de octubre 2020
Ahora que se siente poderoso, Donald Trump quiere expandir ese sentimiento a toda la población. Lejos de arrepentirse de haber minimizado la pandemia, el presidente de Estados Unidos ha abrazado la idea sueca de dejar correr el virus entre la sociedad para alcanzar la ... inmunidad colectiva, algo de lo que intenta convencer poco a poco a sus seguidores pero sin que sea del agrado de todos. Y especialmente de los grupos de riesgo más vulnerables que pagarían el precio.
Publicidad
En Miami, donde el vicepresidente Mike Pence llegó este jueves horas antes que su jefe para calentar motores con un mitin en el Memorial Cubano, los viejos exiliados no eran los más dispuestos al sacrificio. Estaban allí «unidos para derrotar al socialismo», predicaba el presentador, no para caer enfermos. Una cosa es jugarse la vida con honor luchando contra el régimen cubano y otra para morir sin pena ni gloria en la cama de un hospital.
Arcadio y Mirian Patrón, de 76 y 75 años, se aferraban a sus mascarillas y seguían la distancia de seguridad recomendada en un acto al aire libre donde soportaron estoicamente el sol de justicia de la Florida. Al mandatario no le culpaban de nada. Si antes no se ponía mascarilla y menospreciaba al virus «era para no alarmar a la población». A su juicio, hizo lo que tenía que hacer: distribuirlas, comprar ventiladores y agilizar el desarrollo de una vacuna.
El lunes el mandatario, eufórico con su recién adquirida inmunidad, tras dar negativo en dos pruebas consecutivas, dijo sentirse tan poderoso que le daban ganas «de besar uno por uno» a los hombres y mujeres de la audiencia de Sanford (Florida), que habían ido a celebrar con él su vuelta al ruedo electoral. Ese mismo día la Casa Blanca sostuvo una teleconferencia con periodistas en la que defendió la inmunidad colectiva. Al día siguiente ya flotaba la idea entre los que asistieron a mitin que dio en Johnstown (Pensilvania). Y para cuando llegó el miércoles a Des Moines (Iowa), algunos de sus seguidores más devotos ya la habían abrazado con resignación. «Si me voy a poner enfermo y me voy a morir, será porque me ha llegado el turno», dijo uno a CNN. «Cuanto antes lo pasemos todos, antes se acabará esto», apuntaba otro.
En Miami la nueva generación era más propensa a aceptar esa teoría que profesa dedicar los recursos sanitarios a los grupos más vulnerables, mientras los demás pasan la enfermedad en casa. «Es la solución menos mala, porque se ha demostrado que la mayor parte de la población expuesta es asintomática. Lo que no podemos permitir es que se arruine la economía», defendía Manuel Zalba, un español de 29 años con doble nacionalidad que trabaja como voluntario para la campaña de Trump.
Publicidad
El porcentaje de asintomáticos sigue siendo una incógnita que los científicos sitúan entre el 10% y el 40%, sin que por ello dejen de contagiar. Los expertos estiman que alcanzar una inmunidad global requeriría infectar al 65% o 70% de la población, lo que en EEUU acarrearía la muerte de 2,13 millones de personas. El país lleva ya a sus espaldas 220.000 muertos, casi cuarenta veces más que Suecia, el país modelo que solo tiene diez millones de habitantes, en comparación a los 330 millones de EEUU, por lo que el sistema sueco costaría al país norteamericano más vidas que dos guerras de Vietnam juntas.
Además, la inmunidad puede desaparecer en cuatro meses o menos, e incluso ser ineficiente frente a otras mutaciones del virus que, como el de la gripe, podría requerir de una vacuna distinta cada año. «Ya, ya, algunos dicen que la inmunidad dura toda la vida y otros cada vez la acortan más porque quieren ponerlo lo peor posible», se revolvió Trump en su mitin de Sanford. «Pero pasarlo y vencerlo es una gran sensación».
Publicidad
Toda su familia y buena parte de su Gobierno la han experimentado. A diferencia suya, la oportunidad de «reflexionar» que le ha dado la enfermedad a su esposa Melania le ha hecho entender que son afortunados por disponer de atención médica personalizada, agradeció la eslovena en un artículo publicado en la web de la Casa Blanca donde también hizo público que el hijo de ambos dio positivo aunque sin exhibir síntomas.
Pero la Comisión Presidencial de Debates no quiso correr ningún riesgo y canceló el segundo debate, previsto para este jueves, hasta que el mandatario haya salido de la cuarentena. Sin embargo, NBC, que ya había desplazado a Miami los medios para transmitirlo, decidió continuar con el presidente en exclusiva el espacio planeado al estilo plaza pública con preguntas de la audiencia. Con ello competía a la misma hora con otro espacio similar que Joe Biden había conseguido en Filadelfia (Pensilvania) en la cadena ABC, horas después de suspender la campaña de su segunda, Kamala Harris, al conocerse dos casos de contagio. El coronavirus sigue dominando el guión electoral en EE UU, por mucho que todos quieran volver a la normalidad.
Publicidad
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.