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Zigor Aldama
Detroit
Miércoles, 4 de noviembre 2020, 19:53
Los suburbios de Detroit todavía sangran por las heridas que les ha infligido la globalización. Las casas de madera de dos plantas típicas de los barrios residenciales de Estados Unidos no brillan tanto como en otras localidades con las llamativas decoraciones de Halloween, los ... jardines están más descuidados, y abundan los carteles que anuncian su venta. La otrora flamante industria de Michigan, como la del resto de los estados que componen lo que se conoce como el Cinturón del Óxido en el noreste del país, languidece. Muchos de sus residentes se han marchado, y otros las pasan canutas para pagar sus facturas.
«Trump prometió que traería de vuelta muchos de los puestos de trabajo que nos han robado México, Canadá y China. Por eso le voté en 2016. Pero no veo que aquí regresen las empresas por mucho que él diga lo contrario», critica Delvonte Smith, exempleado de una empresa de automoción cuyos ingresos ahora dependen de Uber. «Pensé que esto de conducir sería temporal, pero llevo ya más de tres años y la situación no mejora. Mi mujer también está en una situación muy precaria porque tiene dos trabajos que peligran con la pandemia, así que estamos pensando en mudarnos a otra parte», comenta. Eso sí, antes de hacer las maletas, Smith ha trasladado su descontento a las urnas. «Esta vez he votado a los demócratas, aunque no me gusta Biden ni creo que vayan a solucionar nada», sentencia.
De la misma opinión es Julie Mitchell, una joven que está cursando un máster en Administración de Empresas a distancia mientras espera a que el mercado laboral mejore. «Da igual lo que diga Trump. La industria no va a regresar al Cinturón del Óxido por una razón muy clara: no somos competitivos. Los salarios aquí son mucho más altos que en México o China y no lo compensamos con mayor productividad o con inversiones en innovación. Además, la industria que tenemos es tradicional, no como la tecnológica de California», asegura mientras pica unas patatas fritas en una hamburguesería del centro. La papeleta que ya depositó hace unos días también fue para el candidato demócrata, pero reconoce que muchos de sus amigos han votado a Trump.
Lo ha hecho incluso su pareja, Javar Williams. «La mayoría de los presidentes han necesitado dos mandatos para poner en práctica sus estrategias. La economía con Trump iba bien hasta que golpeó el virus de China. Yo creo que hay que darle una oportunidad porque el objetivo es bueno. Mi familia ha trabajado tradicionalmente en la industria y creo que, con reformas, se puede recuperar», explica el joven. «Yo le he votado, y eso que soy negro y me siento identificado con el movimiento Black Lives Matter. Lo que sucede es que no creo que la situación social y económica que sufrimos sea culpa de Trump, sino que viene de mucho atrás. Si Biden no la solucionó cuando estaba con Obama, ¿por qué voy a creer que lo hará ahora?», replica mientras Mitchell niega con la cabeza.
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Estos tres residentes de Detroit son un buen reflejo de la gran división social que ahora tiene al país en vilo, con diferencias mínimas a favor de Biden en las urnas de estados que pueden ser clave, como el propio Michigan, Wisconsin, o Pennsylvania, donde Trump todavía tiene ventaja. El declive económico pesa, pero apenas se nota en casinos como MotorCity, también en el centro de Detroit. Mientras el resto de establecimientos sufre para atraer clientes con descuentos, aquí se sigue apostando como si no hubiese un mañana.
En diciembre del año pasado, Michigan también regularizó las apuestas 'online' en un intento por explotar un nuevo filón económico siguiendo ejemplos como el de Singapur. «Con la crisis, el juego gana», comenta el recepcionista del hotel del casino con una sonrisa lastimera. Las habitaciones a 270 euros la noche rozan el completo, pero el sector es incapaz de equilibrar una balanza que hace tiempo se escoró hacia otros países. «El mundo cambia, y no podemos olvidar que fuimos nosotros quienes inventamos la deslocalización», apostilla Mitchell.
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