mercedes gallego
Nueva York
Martes, 27 de octubre 2020, 22:55
En el orden universal, la pandemia del coronavirus redujo las emisiones globales, devolvió espacio a los animales y mucha paz a los neoyorquinos, una vez que se apagaron las sirenas de las ambulancias. Poco a poco volvió la vida a las calles de Manhattan, iluminadas ... por un verano perfecto, sin humedad ni calor de agosto.
Publicidad
Más de 10.300 establecimientos recibieron licencia gratuitas para expandirse en las calles, algunas cerradas al tránsito. Los músicos se desparramaron por las aceras y parques, donde todas las noches había fiesta, pese a que la ciudad que nunca duerme se convierte en calabaza a medianoche. Hasta el sempiterno metro cierra ahora de 1 a 5 am con el argumento de que hay que desinfectarlo, pero la realidad es que las autoridades han descubierto lo que ya sabían otras capitales: el gran ahorro que supone dejarlo dormir.
Castigo a los demócratas. El presidente regatea parano dar a la ciudad los milmillones para paliar losestragos de la pandemia
Desde el sábado pasado muchos madrugan para hacer cola, y no son los que dan la vuelta al parque frente a los comedores sociales. Esos llegan cabizbajos a la hora del almuerzo. Estos aguantan la lluvia y el frío del otoño con orgullo, porque salen a votar. Son tantos que la concejala Carlina Rivera buscaba el sábado por la interminable hilera a los de más edad para avanzarles hasta las urnas de las que depende el futuro de la ciudad.
Si todos los estadounidenses han oído del presidente que estas son las elecciones más importantes de la historia, los neoyorquinos saben que para su ciudad es cuestión de vida o muerte. Sin los ingresos que dejaban 55 millones de turistas al año y los impuestos ausentes de más de un millar de restaurantes cerrados desde marzo, amén de que a los supervivientes solo se les permite operar el interior de los locales al 25% de capacidad apenas desde este mes, las arcas de la ciudad se enfrentan a una crisis sólo comparable a la mítica de los años ochenta. Si no llega ayuda del Ejecutivo federal, donde las negociaciones se han quedado en el limbo a la espera de que hablen las urnas, un tercio de los restaurantes cerrarán de forma permanente en enero, cuando el frío congele las risas del verano y el país estrene gobierno.
Nueva York no es la ciudad «fantasma» que Donald Trump describió en el debate, para sobresalto de quienes viven en ella. «Será porque está decorada para Halloween», se mofaban algunos en Twitter. «O porque cada vez que viene oye: ¡Buuuu!». En realidad el jefe de la Casa Blanca no ha visitado la Gran Manzana este año más que para despedirse de su hermano moribundo en el hospital. La torre que erigió en la Quinta Avenida era un símbolo de poder, una especie de falo que ya no necesita para presumir sentado en la oficina más poderosa del mundo.
Publicidad
«Echadle un vistazo a Nueva York y ved lo que le ha ocurrido a mi maravillosa ciudad», clamó en su último debate con Joe Biden. «Durante muchos años yo la adoraba, ¡era tan vibrante! Ahora se está muriendo, todo el mundo está dejando la ciudad». Culpaba de ello a la gestión de un alcalde y gobernador demócrata y la ponía como ejemplo de lo que ocurrirá al resto del país si gana el candidato de ese partido, pero será al revés. Su gobierno, a través del secretario del Tesoro, ha regateado en las negociaciones con la Cámara de Representantes que lidera la demócrata Nancy Pelosi para no darle los mil millones de dólares destinados a los gobiernos municipales y estatales más afectados porque muchos de ellos son demócratas.
California, Nueva York y Massachusetts acompañan a Nevada a la cabeza del desempleo por su alta vinculación al sector servicios. Son también los que más contribuyen a las arcas del Gobierno federal y menos obtienen a cambio -90 céntimos por cada dólar que da, según el auditor del Estado de Nueva York Thomas DiNapoli-. Con el metro al 70% el transporte público se enfrenta a severos recortes y subidas de precio que lo avocan a ser cada día más el hogar de los vagabundos y desequilibrados que la crisis ha dejado en la calle, mientras coge vuelo el servicio de helicóptero que traslada a los ricos desde sus oficinas en Manhattan a las mansiones frente al mar de Los Hamptons.
Publicidad
Elecciones del 3 de noviembre
Iker Barinaga / Ander Azpiroz
Rodrigo Parrado
Allí estuvo Trump en agosto recaudando fondos, porque de su futuro dependerá también el de la «amada» ciudad que ha vivido con alegría el verano del coronavirus, pero se enfrenta con inquietud al otoño del general. «El único lugar fantasma va a ser Mar-a-Lago cuando se le obligue a jubilarse el Día de las Elecciones», ha prometido el alcalde Bill de Blasio.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.