El liderazgo mundial, en juego
Larrie D. Ferreiro
Domingo, 1 de noviembre 2020, 00:39
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Larrie D. Ferreiro
Domingo, 1 de noviembre 2020, 00:39
El mundo contiene la respiración. La próxima elección presidencial estadounidense es importante no sólo para el pueblo norteamericano sino también para todo el mundo. ¿Por qué España, o cualquier otra nación, debe preocuparse por esta elección en particular?
Porque en todas las demás elecciones, ... si bien existían importantes diferencias entre demócratas y republicanos, nunca hubo ninguna duda de que después de los comicios Estados Unidos seguiría ejerciendo su papel de líder mundial en el establecimiento de las condiciones globales que permiten a la mayoría de las naciones desarrollar sus propios destinos. Eso está ahora en duda y no solo por los espantosos errores diplomáticos de la actual Administración.
Ese es un problema difícil, pero a plazo más corto. Hay una cuestión esencial en juego a más largo plazo en esta elección. Estados Unidos se ha convertido en el líder mundial en gran parte por su condición de nación de inmigrantes. La diversidad de Estados Unidos le ha permitido adoptar y adaptarse a un punto de vista global y ha proporcionado un liderazgo moral que otras naciones están (aunque a menudo de mala gana) dispuestas a seguir.
La inmigración y el liderazgo mundial están íntimamente vinculados, porque la forma en que los estadounidenses nos vemos a nosotros mismos determina cómo funcionamos en el mundo. Las próximas elecciones presidenciales constituyen un referéndum sobre nuestra identidad estadounidense y, por lo tanto, sobre nuestro papel en el mundo. ¿Seguimos siendo una nación de inmigrantes, como lo hemos hecho durante nuestros 250 años de existencia, evolucionando y creciendo en respuesta a nuestros residentes más nuevos? ¿O continuaremos los incansables esfuerzos de la actual Administración para cerrar nuestras puertas y nuestras mentes al mundo exterior y abdicar de nuestro liderazgo?
Los estadounidenses nos hemos llamado a nosotros mismos una nación de inmigrantes. También nos hemos calificado de excepcionales, sin explicar por qué. Si otras naciones también tienen inmigrantes, ¿en qué se diferencia de ellas? ¿Y cómo puede Estados Unidos ser excepcional en comparación con los británicos, irlandeses, italianos, españoles, noruegos, japoneses y otras naciones de las que procedemos?
Las respuestas siempre fueron obvias. Somos excepcionales porque, a diferencia de la mayoría de otras naciones, no convertimos simplemente a los inmigrantes en estadounidenses, sino que también hemos estado reinventando Estados Unidos en función de aquellos que han llegado a nuestras costas. Incluso al principio, vinculamos el excepcionalismo estadounidense con la inmigración.
En 1776, el año en que se firmó la Declaración de Independencia, el presidente de la Universidad de Yale dijo: «Los cimientos de la grandeza estadounidense…. exigen que actuemos, no como habitantes de un pueblo, sino como ciudadanos de un mundo». Ese mismo año, Jordi Farragut Mesquida, un joven marino inmigrante de Menorca, se encontraba en las colonias americanas cuando decidió luchar contra los británicos del lado de los estadounidenses. La Corona española también se convirtió en parte de la lucha y ayudó a asegurar la independencia estadounidense. Después, George Farragut, su nombre americanizado, se quedó para ayudar a construir la nueva nación. Su hijo David Farragut se unió a la Armada de los Estados Unidos y se convirtió en un héroe de la Guerra Civil Americana y en el primer almirante de cuatro estrellas.
La nueva nación estadounidense fue el puerto de escala más importante para los inmigrantes durante el siglo siguiente. Más de seis millones vinieron de España, a pesar de que los dos países tenían relaciones muy tensas y a menudo conflictivas. Muchos eran agricultores y pescadores, pero también muchos trabajadores de fábricas, artesanos calificados y comerciantes que llevaron su conocimiento a los Estados Unidos y lo transformaron.
Joseph Gallego, de Málaga, llegó a Richmond, Virginia, en 1796 y estableció lo que se convertiría en el molino harinero más grande del mundo, ayudando a convertir a Richmond en un importante centro industrial en la producción de harina que fue reconocido incluso en Europa por su calidad. Mi propio tatarabuelo, que era sastre, vino de Galicia a mediados del siglo XIX (los archivos parecen mudos en fechas y lugares). En el siglo XX, uno de los científicos más destacados de Estados Unidos, Luis Álvarez, provenía de una familia de respetados médicos de Asturias. Álvarez ayudó a Estados Unidos a ganar la Segunda Guerra Mundial creando nuevos sistemas de radar y trabajando en el Proyecto Manhattan que desarrolló la bomba atómica. Después de la guerra ganó el Premio Nobel de Física y descubrió que el impacto de un asteroide acabó con la era de los dinosaurios. Ahora en el siglo XXI, José Andrés, de Asturias, ha transformado tanto la cocina estadounidense como la filantropía, salvando no solo a miles de personas desplazadas que de otra manera se quedarían sin comida, sino también los paladares de los estadounidenses acostumbrados a platos insípidos.
Para convertirse en ciudadano estadounidense, el único requisito del juramento de naturalización es «tener fe y lealtad verdadera a la Constitución y a las leyes de los Estados Unidos de América». Nadie les pide a los inmigrantes que hagan a Estados Unidos aún más grande. Sin embargo, eso es lo que han hecho, de manera constante, en cada década, una y otra vez. Durante más de dos siglos, Estados Unidos ha adoptado y adaptado abierta y deliberadamente sus ideas y culturas, y las ha hecho propias.
Es por eso que esta próxima elección presidencial es un referéndum existencial sobre quiénes somos como nación. ¿Continuamos con la tradición de 250 años de abrir nuestras puertas y nuestras mentes al mundo, lo que ha ayudado a crear la mentalidad global que ha convertido a Estados Unidos en el líder mundial? ¿O seguimos las políticas racistas y anti-inmigrantes de los últimos cuatro años, retirando el puente levadizo y cerrando de golpe la puerta de entrada?
Si Estados Unidos quiere seguir siendo el líder mundial, debe seguir teniendo una perspectiva mundial. Si estas próximas elecciones dan legitimidad a una Administración que ha separado activamente a Estados Unidos de sus compromisos globales, no hay otra nación en la Tierra que sea capaz y esté equipada para dar un paso en el vacío que dejamos atrás.
Sin un líder mundial, el peligro real es que el mundo se convierta en una serie de imperios rapaces y competidores, lo mismo que cuando Estados Unidos comenzó a luchar por la independencia, y cuya creación cambió su rumbo tan dramáticamente. Eso es lo que está en juego en estas próximas elecciones. Y es la razón por la que el mundo espera y se pregunta qué sucederá después.
Larrie D. Ferreiro es profesor en George Mason University, en Fairfax (Virginia), y es autor de 'Hermanos de armas: La intervención de España y Francia que salvó la Independencia de Estados Unidos', con el que fue finalista del Pulitzer.
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