La imposibilidad de celebrar el segundo debate electoral por la negativa del presidente Trump a realizarlo a través de Internet ha producido un resultado inesperado. Cada candidato ha organizado el día previsto para este encuentro una entrevista seguida de preguntas del público en una cadena ... de televisión diferente. Joe Biden lo ha hecho desde Filadelfia y Donald Trump desde Miami, dos lugares clave en el posible desempate electoral. Esta vez no se han podido interrumpir y las ideas expresadas han ayudado a aclarar más sus programas. En el caso del demócrata, han predominado las posiciones centristas. Sobre todo, ha aguantado bien los noventa minutos de interrogatorio. Su peor momento ha sido a la hora de hablar de la composición del Tribunal Supremo. Biden no ha querido aportar claridad y no ha descartado aumentar por ley el número de jueces, una vez se sepa si la candidata recientemente propuesta por Trump, Amy Barrett, consigue ser confirmada por el Senado dentro de unos días. En este asunto, el candidato demócrata juega con fuego, porque el número de nueve jueces se ha convertido en una seña de identidad del Tribunal. Es cierto que la perspectiva de un Supremo dominado durante décadas por el ideario conservador es preocupante para muchos votantes de Biden. Pero no pocos independientes rechazan una posible modificación del alto tribunal y preferirían evitar este asalto a la institución más admirada del país.

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Por su parte, Donald Trump ha hecho una entrevista a la defensiva, ante las preguntas incisivas de la periodista Savannah Guthrie, empeñada en demostrar que su cadena, NBC, es imparcial (o al menos empieza a serlo, ante la posible derrota republicana). Trump no ha condenado la actividad de un grupo conspiranoico QAnon, que acusa de actividades pederastas a medio Washington (y a Hillary Clinton), a pesar de que el FBI califica a esta organización como «amenaza terrorista doméstica». Se ha vanagloriado de un éxito sin precedentes en la lucha contra la pandemia, un exhibicionismo que después de 220.000 muertos podría tener efecto boomerang. Solo se ha relajado cuando una fan le ha dicho que mejora mucho cuando sonríe, su único consuelo.

José M. de Areilza es doctor en Derecho por la Universidad de Harvard, Secretario General de Aspen Institute España, miembro del Colegio de Abogados de Nueva York y profesor de ESADE.

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