Un botón de apagado con menos protagonismo del esperado

Por su parte Joe Biden vino precedido del emocional discurso del presidente Barack Obama la noche anterior en Filadelfia donde llamó a la unidad del voto para derrocar a Trump. El debate, en la Universidad de Belmont en Nashville, fue el primero en la historia que dispuso de control de micrófono, y empezó con relativa calma.

Antes del cara a cara, los dos candidatos aterrizaron en el aeropuerto de Nashville en compañía de sus parejas, Melania Trump y Jill Biden. Desde alli, cada comitiva se dirigió hasta la Universidad , donde aguardaba el plató y dos áreas acondicionadas para que los acompañantes de Trump y Biden se acomodaran. Este último no se quitó en ningún momento la mascarilla. Aunque en un principio estaba previsto que los dos ponentes estuvieran separados por una mampara transparente como medida sanitaria, al final se retiró ya que los dos dieron negativo en la prueba del coronavirus.

Más de 700 policías se encargaron de la seguridad dentro de la Universidad y en su perímetro. Las calles próximas permanecieron cortadas, en algunos casos, con autobuses escolares cruzados en la calzada. También hubo controles de sanidad estrictos, con pruebas y tomas de temperatura a todos los que debían acceder al recinto académico. En el camino desde el aeropuerto, cientos de seguidores de Trump se apostaron en las aceras para saludarle

a su paso, mientras algunos conductores hicieron sonar las bocinas en señal de desaprobación.

Biden acudió a la ciudad del country después de prácticamente cinco días de encierro en el sótano de su casa, donde ha preparado el debate con su equipo de campaña de modo casi milimétrico. Por su parte, el presidente, que el lunes se declaró «emocionado», llegó con un par de consejos de sus asesores: que se mostrara moderado y que tuviera en cuenta que esta era su última oportunidad para remontar en los sondeos.

La moderadora Kristen Welker, corresponsal en la Casa Blanca de la cadena NBC, calificada por Trump de «demócrata de izquierda radical», sentó un tono riguroso y mantuvo el orden especialmente con el presidente en los momentos en que subió la voz. La periodista presentó preguntas directas, a veces incómodas, a ambos candidatos como la falta de paquete de estímulo, la pobreza, el salario mínimo nacional, la inmigración e incluso el caso de los 545 niños inmigrantes separados de sus familias por la patrulla fronteriza que han perdido a sus padres. Preguntado al respecto por su papel, el moderador del primer debate presidencial, Chris Wallace, aseguró que sentía «envidia» por su compañera.

A Wallace le tocó lidiar con el «bochornoso» cara a cara, según lo calificaron los medios estadounidenses, plagado de interrupciones y ataques personales que, a la postre, ha conducido a la Comisión de Debates Presidenciales a variar el formato e introducir el botón de apagado de los micrófonos. Por cierto, esta opción, que había concitado un gran interés de los medios y los ciudadanos por ver cómo lo manejaría Kristen Welker y el efecto que tendría sobre los candidatos, tuvo al final un protagonismo discreto.

El debate atrajo decenas de millones de telespectadores por televisión y las redes en un momento en que al menos 45 millones de estadounidenses han votado ya, una cifra que supera el número total de votaciones anticipadas emitidas en 2016. Según una encuesta rápida de DataProgress, Biden ganó la noche por un 52%, con respecto al 41% que dijo que lo ganó Trump. Un 7% estaba indeciso.