La jornada electoral más incierta de las últimas décadas no está confirmando los negros augurios de caos y desafección. Ni el virus, ni la polarización política extrema, ni el desánimo sobre el futuro incierto parecen haber alejado a los catalanes de las urnas. Ni la ... lluvia. A última hora se verá el balance global, pero a medio día el rito y la voluntad de participar se ha impuesto a los elementos. Aunque puede parecer una incongruencia, la pregunta es : ¿Qué votan los catalanes hoy ? En campaña apenas se ha debatido sobre impuestos, empleo, investigación y desarrollo, educación, vivienda, globalización, mercado único. El centro de atención de la vida política en Cataluña, el marco mental que ha condicionado el discurso de todos los partidos y en torno al que giran como un interminable carrusel es la relación Cataluña-Estado. Los partidos nacionalistas han impuesto férreamente su agenda: la autodeterminación, indultos o amnistía. Y, sobrevolando toda la campaña: pactos, bloques, alianzas, cordones sanitarios, vetos.
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Durante muchos años en Cataluña ya se sabía que muchos ciudadanos poco politizados votaban a las siglas nacionalistas o autonomistas en las convocatorias autonómicas. Pero cuando llegaban las elecciones generales miraban a los grandes partidos estatales. Esa segregación mental era un indicativo de que el votante constitucionalista cedía el terreno del gobierno local, de la Generalitat al chovinismo nacionalista, a los patriotas del catalanismo. Y cuando llegaban las generales el cinturón rojo de Barcelona tomaba el mando, los barrios obreros acudían al reclamo del puño y la rosa y restablecían un poco el equilibrio de poderes. Pero todo apunta a que ese desdoblamiento del voto se está acabando. En la medida en que los equilibrios de la convivencia entre autonomistas y constitucionalistas de antaño se ha roto con la apuesta secesionista sin límites y un tufo de supremacismo catalanista impregna la calle, el tácito acuerdo de, para vosotros lo local y para nosotros lo general, saltará por los aires.
La solución estaría en los acuerdos transversales y en los gobiernos de coalición entre secesionistas y unionistas por decirlo en lenguaje irlandés, pero el enroque del independentismo con su firma del cordón sanitario contra el PSOE parece atascar esa vía. Aunque en última instancia, todo está por ver. La sociedad que vota ya ha comprobado en las últimas legislativas que el voto es flexible, manipulable, manejable, elástico. Que se lo pregunten a Sánchez. Lo que te quitaban el sueño el día 13 de febrero pueden ser los que te ayuden a dormir tranquilo el 15. Así que los catalanes sólo sabrán a dónde van sus votos cuando los partidos decidan qué hacer con ellos.
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