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Félix Montero
Lunes, 13 de mayo 2024, 00:33
El resultado del conjunto de fuerzas independentistas en las elecciones catalanas celebradas ayer, en las que perdieron 13 escaños respecto a las anteriores autonómicas, tiene poco de sorprendente. En las últimas generales quedaron por primera vez por debajo del millón de papeletas y todos ... los sondeos venían avisando de que el movimiento está en mínimos desde que Artur Mas emprendió el 'procés' hace doce años.
La debacle es total. Por primera vez desde 1984 los escaños de los partidos nacionalistas e independentistas catalanes no suman los 68 escaños que dan la mayoría absoluta. Junts, ERC y la CUP se quedan en 59 y no alcanzan la mayoría ni añadiendo los 2 obtenidos por Aliança Catalana, partido contra el que han firmado un cordón sanitario. Alhora, la candidatura liderada por Clara Ponsatí, ni siquiera obtuvo representación.
Salvo en las elecciones autonómicas celebradas en 1980, los independentistas habían alcanzado siempre los 68 escaños. De hecho, exceptuando en los años del tripartito -cuando ERC decidió desbancar a Jordi Pujol y sostener a los socialistas con Pasqual Maragall y José Montilla al frente de la Generalitat-, siempre ha habido un president secesionista. Sin embargo, no es hasta 2012 cuando Artur Mas, con CiU ahogada por casos de corrupción, deja a un lado el folclore soberanista y apuesta por materializar el proyecto. Es entonces cuando arranca un 'procés' que derivó en el referéndum del 1 de octubre, en el juicio a sus líderes y en que finalmente ayer los partidos que lo sustentaban perdieran la posibilidad de formar Gobierno.
La clave para entender el resultado de anoche está en la baja participación en los municipios en los que en los que se habitúa a votar a las fuerzas independentistas, junto a una más que posible fuga de electores de ERC al PSC. En los ayuntamientos en los que hace tres años el secesionismo obtuvo más del 75% del voto, la participación cayó 5,8 puntos porcentuales, mientras en el conjunto del territorio pasó del 51,2% al 57,4%.
El mapa electoral, de hecho, vuelve a dibujar una Cataluña a dos velocidades. Mientras, pese a los síntomas de agotamiento del 'procés', las comarcas del interior repitieron un voto masivo proindependencia, el PSC consiguió teñir de rojo el litoral mediterráneo. Arrasó desde el Baix Camp -al sur, en Tarragona- hasta Barcelona, en la mayoría de municipios con porcentajes de voto superiores al 30%.
El área metropolitana de la capital catalana, donde residen prácticamente la mitad de los electores, es históricamente el gran fortín de los socialistas. Así lo muestra su primera plaza en el Vallès y Anoia. Son las zonas donde se ubica la mayoría de la población castellanoparlante de la comunidad, un nicho de votantes que después de fracasar en el intento de declarar la independencia por la vía unilateral, ERC se fijó como objetivo conquistar para ampliar la base soberanista.
A la vista está que el objetivo no ha funcionado. Ni en la Barcelona Metropolitana ni en el resto de comarcas. Salvo las pirenaicas Aran y Alta Ribagorça, en el resto la candidatura liderada por Carles Puigdemont fue la más votada. Junts incluso consiguió arrebatar a ERC las zonas que atraviesa la cuenca del Ebro, en Tarragona, que hace tres años sostuvieron la llegada de Pere Aragonès a la presidencia de la Generalitat.
Emerge Aliança Catalana
Aunque las encuestas previas a las elecciones pronosticaban que entrarían en el Parlament con más fuerza, la extrema derecha independentista de Aliança Catalana obtuvo dos escaños. Con un discurso duro contra la inmigración y el resto de partidos secesionistas, contra quienes arremeten por su incapacidad para culminar la independencia, obtuvieron un escaño por Girona y otro por Lleida.
Mientras la extrema derecha independentista sustenta parte de su fuerza en la Cataluña rural, con victorias en Les Lloses o Ripoll, los votos de Vox reposan en las secciones con más renta de las grandes ciudades. Mismo caladero de electores que el PP, que consiguió hasta subir 8,5 puntos en Barcelona sin provocar ninguna fuga a los de Ignacio Garriga o a los de Illa.
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