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Los estragos de la covid-19 en el mercado laboral español son demoledores. En 2020 se destruyeron 622.600 empleos y el paro aumentó en medio millón largo de personas debido a las medidas de confinamiento y restricción de movilidad impuestas para frenar la expansión ... del virus, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicados ayer por el INE. Y esto pese a que el cuarto trimestre del año se ha comportado mejor de lo esperado, aunque la irrupción de la segunda ola frenó significativamente el ritmo de crecimiento que se registró en verano. Aún así, se ha recuperado poco más de la mitad de los 1,4 millones de empleos destruidos en el primer semestre, mientras la tasa de paro sigue escalando y supera ya la barrera del 16%.
Se pone así fin a un periodo de seis años consecutivos creando puestos de trabajo después de la Gran Recesión, incluso al trepidante ritmo de más de medio millón de puestos en dos ejercicios. La tasa de creación de empleo se da bruscamente la vuelta y pasa de crear empleo al 2% en 2019 a una caída del 3,1%, el peor dato desde 2012. De igual manera, la subida del paro en 527.900 personas en 2020 termina con una racha de siete años consecutivos de descensos y eleva el número total de desempleados hasta los 3,7 millones. La tasa de paro aumentó en más de dos puntos hasta ascender el 16,13% en el último trimestre de 2020, pero la media del año se situó en el 15,5%, un nivel muy por debajo de las previsiones del Gobierno, que previó una tasa del 17,1%, y de las que realizaron organismos nacionales e internacionales como el FMI o la OCDE.
Pero además la foto del mercado laboral no es completa si no se tienen en cuenta a los 900.000 trabajadores que figuran como ocupados en esta estadística pero que a cierre de 2020 estaban afectados por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). El número en este cuarto trimestre se mantiene estable e incluso desciende en 16.800 personas pese a la segunda ola del coronavirus, según señala el Ministerio de Economía. A consecuencia de esto, el número de horas efectivas trabajadas se impulsó un 10% en este trimestre, lo que da cuenta del avance (aunque modesto) de la actividad, aunque aún así sigue habiendo una caída del 6,1% respecto a 2019.
Además, el número de parados con toda probabilidad seguirá aumentando en los próximos meses ya que el INE explica que los requisitos para considerar a una persona como parada son complicados de cumplir en un contexto de cierre empresarial y paralización de la actividad. Por esta razón, una parte importante de las personas que han perdido su empleo todavía siguen contabilizadas como inactivas pero terminarán en el paro. De hecho, a cierre de 2020 había 933.600 personas que no pudieron buscar empleo, pese a estar disponibles para trabajar.
El total de ocupados a cierre de 2020 se sitúa en los 19.344.300 gracias a que el número de trabajadores aumentó de octubre a diciembre en 167.400 personas, el mayor incremento en un cuarto trimestre desde 2004. Cabe destacar, no obstante, que la inmensa mayoría de este empleo creado a final de año fue temporal y, por tanto, tiene fecha de caducidad, con 107.200 ocupados más, mientras que solo se suman 26.300 empleos indefinidos. En esta misma línea, los trabajadores temporales fueron el colectivo más afectado por la destrucción de empleo y, con una caída del 9%, se redujeron en cerca de 400.000, hasta el punto de suponer más del 63% de todo el empleo perdido.
También como viene siendo habitual la destrucción de empleo se cebó mayoritariamente con los jóvenes: se perdieron más de 200.000 ocupados menores de 24 años, lo que supone uno de cada tres empleos destruidos. En el lado contrario, la pandemia apenas ha afectado a las personas de más edad, que paradójicamente registraron incluso ganancias: hay 166.100 ocupados más mayores de 55 años y 9.100 más en la franja entre 45 y 49 años.
La destrucción de empleo golpeó especialmente al sector servicios, que ha perdido 537.100 trabajadores. Supone así que casi nueve de cada diez puestos destruidos pertenecen a este sector, el más castigado por la pandemia. Le sigue la industria, con 70.100 ocupados menos, y la agricultura, que también sufrió los efectos de la covid y tiene 11.800 afiliados menos.
Lo que se ha mantenido en este segundo semestre del año es el auge del teletrabajo: cerca de dos millones lo practican más de la mitad de la semana, lo que supone más del doble que antes de la pandemia.
El empleo creado por la Administración Pública para paliar los efectos de la pandemia, con un país necesitado de más personal sanitario y profesores, ha evitado que el golpe asestado a un mercado laboral ya de por sí frágil fuera aún mayor en este 2020. A esto hay que sumar las medidas de protección desplegadas por el Gobierno, como los ERTE y las ayudas a los autónomos. Así, la contratación de personal público en el último año ha llevado a marcar un récord histórico: se han incorporado 125.800 nuevos trabajadores, aunque la inmensa mayoría con un contrato temporal y, por lo tanto, con fecha de caducidad. Por el contrario, el sector privado ha destruido más de 748.000 puestos a consecuencia de la covid-19.
De esta forma el empleo público se ha impulsado en 2020 a un vertiginoso ritmo del 3,8% –que contrasta con la caída media superior al 3%– hasta llegar a un máximo de 3.379.100 personas trabajando para la Administración. Sin embargo, por primera vez en la historia más de un millón de estos trabajadores públicos son eventuales (106.000 más que un año atrás). Esto ha provocado que la tasa de temporalidad en este sector crezca hasta rozar el 30% (29,9%), lo que supone casi diez puntos más que en el sector público (20,7%). Con prácticamente uno de cada tres empleados públicos eventuales, termina así el año muy lejos del compromiso del Gobierno de reducir la precariedad en la Administración hasta el 8%.
Otra de las heridas del mercado laboral español que ha reabierto la pandemia es que se ha incrementado en 183.900 el número de hogares con todos sus miembros en paro hasta situarse en casi 1,2 millones. Además, la tasa de paro de los hijos en los hogares se dispara seis puntos porcentuales hasta rozar el 30%, un nivel que se eleva al 40% entre los jóvenes menores de 25.
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