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ADOLFO LORENTE
CORRESPONSAL. BRUSELAS
Jueves, 22 de marzo 2018, 15:04
No por esperada la noticia deja de ser menos relevante. Ahora sí. España ya puede cantar a los cuatro vientos que vuelve a la cúpula económica de la Eurozona, la misma de la que salió en el verano de 2012 como consecuencia del rescate financiero. ... El castigo llevaba sello alemán. Seis años después, la cuarta potencia del euro volverá a ejercer como tal de la mano del ex ministro de Economía Luis de Guindos, que se convertirá en el próximo vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) a partir del 1 de junio en sustitución del portugués Vitor Constancio. Su mandato durrá ocho años y cobrará en torno a 335.000 euros al año, cinco veces más que como ministro. Los jefes de Estado y de Gobierno de los 28, reunidos hoy y mañana en Bruselas, darán esta tarde el plácet definitivo a la designación. Por unanimidad, sin debate ni pronunciamientos. Un puro formalismo.
Y es que la gran decisión se adoptó en el Eurogrupo del pasado 19 de febrero, cuando los 19 ministros de Finanzas de la moneda única avalaron sin ambages su marcha a Fráncfort pese a que días antes, el Parlamento Europeo se decantó por el irlandés Philip Lane. Éste, viendo que su nómina de apoyos era mínima, decidió echars a un lado guardando sus bazas para próximas ocasiones. De hecho, Irlanda presentó candidato como una estrategia de cara a futuras vacantes ya que todo el mundo en Bruselas sabía que el puesto era para España. La decisión era política y la 'grande politique' comunitaria le debía una a España desde aquel maldito 2012.
Pese al ruido generado desde la Eurocámara sobre esta designación, lo cierto es que el puesto de De Guindos nunca ha corrido peligro ya que el rol que el Legislativo comunitario juega en este procedimiento es prácticamente testimonial. Tiene voz, pero no voto. Es decir, que los Tratados dicen que su voto es imprescindible, pero que da igual lo que voten. De hecho, el luxemburgués Ives Mersch llegó al BCE en 2012 cubriendo la vacante española con el 'no' del Parlamento. En aquella ocasión, como en ésta, la protesta era doble: la exigencia de una mayor presencia de mujeres y la necesidad de que el Parlamento tenga más poder en este procedimiento.
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