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La invasión rusa de Ucrania está recomponiendo todo el puzzle de países proveedores de gas a España a un ritmo cada vez más acelerado. En pocas semanas, Estados Unidos se ha situado al frente de todas las importaciones que el sistema gasista recibe día tras ... día. Un territorio que hace apenas un año vendía la mitad de gas de lo que lo hace ahora. El conflicto bélico ha situado al gas estadounidense en el primer lugar del ranking de llegadas, al representar en febrero casi un 34% de toda la materia prima que recibió España en ese mes, según los últimos datos actualizados por Enagás. De media, en el último año, EEUUcubría aproximadamente un 18% de nuestras necesidades.
Con los últimos datos encima de la mesa, la reconfiguración de países que venden gas a España confirma el auge estadounidense y la caída de Rusia y Argelia. Aunque por diferentes causas. Ya en enero, la primera potencia mundial se situó al frente de las importaciones de gas. Este posicionamiento se explica por la crisis diplomática que afecta a Marruecos y Argelia desde el verano pasado. El 24 de agosto, el gobierno argelino decidió cortar el suministro a través del gasoducto que enlaza ese país con Algeciras a través de territorio marroquí. Sin este abastecimiento, España dejó de recibir entonces más de 12.500de metros cúbicos. Solo llegan unos 10.00 pero directamente por Almería. Aunque Argel ya ha vuelto a poner en su objetivo un incremento en el suministro de esta materia prima en plena crisis energética europea. Eso sí, lo haría a través de otro gasoducto, el que les conecta con Italia por el Mediterráneo.
Para cubrir esa situación, España comenzó a buscar otros proveedores, entre los que se encuentran EEUU. Pero también viró hacia otros territorios como Omán, de donde ahora llega un 2,5% del gas que recibimos, cuando en el último año apenas ha aportado un 0,5% del total. Es decir, su inyección se ha multiplicado por cinco veces. También se ha situado en los primeros puestos del ranking Nigeria (representa un 17% del total), un socio estratégico también para recibir crudo.
Sin embargo, Rusia ha ido perdiendo peso desde el verano pasado. Las intervenciones públicas de su presidente, Vladimir Putin, anticipaban una tensión en el mercado energético que se ha trasladado a la cotización internacional, y que ha convulsionado finalmente a toda Europa tras la invasión ucraniana. De Rusia llegó en febrero un 5,7% del gas a la Península, prácticamente un tercio menos de lo que venía exportando a España en 2021.
Esta recomposición del tablero ha provocado tal mismo tiempo un incremento en la llegada de buques metaneros a algunas de las siete grandes plantas regasificadoras que hay en España: Barcelona, Bilbao, Gijón, Ferrol, Sagunto, Cartagena y Huelva. Íñigo Martínez Redín, director de Energy & Industrials de H+K Strategies, explica que «tenemos mucha más capacidad que otros países europeos para recibir gas natural licuado por barco, para regasificarlo, y más capacidad de almacenamiento, pero tenemos poca capacidad para enviarlo a Europa a través de las interconexiones con Francia».
Ese es el gran problema del que Europa se ha percatado con esta crisis. La falta de gasoductos que puedan hacer llegar el gas de la Península Ibérica al resto del continente. España acumula un tercio de las reservas de gas de toda Europa, pero solo hay dos tubos (Guipúzcoa y Navarra) con una capacidad mínima para lo que precisa Europa:un envío máximo de 7.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año frente a una infraestructura como la del Nord Stream, que suministra desde Rusia a Alemania bajo el mar Báltico, 55.000 millones. Solo Alemania necesita unos 90.000 millones de metros cúbicos de gas natural cada año.
La importación de esa materia prima con metaneros revela otro problema:el coste y, por tanto, su impacto en el precio final. «Para que sea transportado en un buque debe hacerse en su forma licuada (GNL)», explica Martínez Redín. Ese GNL se consigue sometiendo al gas a un proceso de enfriamiento que reduce 600 veces su volumen para permitir que pueda ser transportado fácilmente. «Este proceso de transformación tiene un coste al que hay que sumar el coste del transporte y al de regasificación lo que encarece significativamente el precio final frente al gas natural» que llega en tubos de las infraestructuras fijas.
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