Las mejores expectativas en torno a la recuperación económica en la zona euro ante el impulso al ritmo de la vacunación no significan, ni mucho menos, que se hayan superado los riesgos derivados de la pandemia. Y así lo ha vuelto a reflejar el Banco ... Central Europeo (BCE) en su último Informe de Estabilidad Financiera, en el que advierte del riesgo de que las insolvencias se disparen cuando llegue la retirada de estímulos, además de dejar claro que ya se observa sobrevaloración en determinadas clases de activos, incluido el inmobiliario.
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En el documento, la institución destaca además que los riesgos para la estabilidad financiera se concentran en sectores y países específicos. Y aunque las medidas desarrolladas en el último año han ayudado a limitar lo máximo posible las quiebras empresariales, «no se pueden descartar tasas considerablemente más altas que las registradas antes de la pandemia» a medida que se vayan retirando las ayudas.
El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, ha explicado en la presentación del informe que esto podría tener consecuencias no solo para los bonos soberanos de los países, sino también para los bancos que prestaron ayudas a estas empresas. Y los países del sur y los más expuestos a sectores como turismo y ocio, presentan las mayores debilidades en este sentido. No lo señala directamente, pero España encaja perfectamente en esta descripción.
El BCE sí reconoce la mejora que ha experimentado el sector bancario en términos de confianza del mercado, pero recuerda que las entidades de la zona euro aún tienen su talón de Aquiles en la rentabilidad sobre recursos propios (ROE), que despidió el pasado año en el 1,3% desde el 5,3% en 2019. De hecho, las previsiones del organismo apuntan a que la cifra será del 3% y del 5% en 2021 y 2022, respectivamente.
Así, insiste en que aunque el sector ha mantenido a raya la morosidad, el riesgo crediticio puede materializarse con retraso. Es decir, el BCE vuelve a pedir al sector que vigile de cerca sus colchones de capital y provisiones para hacer frente a futuras tensiones, frente a la relajación que se observó durante el primer trimestre por parte de las entidades.
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Una de las grandes preocupaciones que el organismo refleja en el informe publicado este miércoles es el riesgo de burbujas en determinados activos. De hecho, las palabras concretas utilizadas en el informe han sido «notable exuberancia», rememorando la mítica «exuberancia irracional» pronunciada por Alan Greenspan en 1996, cuando estaba al frente de la Reserva Federal (Fed), y que precedieron al posterior estallido de las puntocom.
El BCE recuerda que esta «exuberancia» se ha visto reflejado en la continua subida en los intereses de la deuda estadounidense ante el miedo a un repunte de la inflación que afecta, como un 'efecto dominó', a las condiciones de financiación y a los sectores más endeudados, incluidos familias, empresas y gobiernos.
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La institución comandada por Christine Lagarde ha empezado a vigilar de cerca algunos síntomas de burbuja en determinadas figuras financieras, como el boom de las criptodivisas o de las salidas a Bolsa de los SPAC en Wall Street, donde también citan la fuerte revalorización de los gigantes tecnológicos durante la crisis. Aunque no creen que estas señales vayan a expandirse por el mercado, advierten de que sí plantean la cuestión «sobre el grado de apalancamiento de los mercados de renta variable».
Recuerdan que muchos inversores institucionales, como fondos de inversión, aseguradoras y fondos de pensiones, habían rebalanceado sus carteras hacia las bolsas en busca de mayor rentabilidad, con un mayor riesgo a posibles correcciones. El problema es que «los colchones de efectivo y de activos líquidos están por debajo de los niveles previos a la pandemia y se aproximan a mínimos», indican desde el BCE. Es decir, los inversores presentan una «elevada vulnerabilidad» ante la posibilidad de una corrección que desemboque en una ola de reembolsos.
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El BCE advierte señala además el riesgo de una «abrupta» corrección en el mercado inmobiliario residencial de la zona euro. Y el gran peligro de eso, a juicio del organismo, es su efecto en el crédito bancario, con un deterioro en los colaterales de los préstamos.
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