Seguirá siempre en el corazón de los aficionados al tenis más veteranos, testigos privilegiados de voleas y dejadas artísticas en el pasado y ahora de esos hombres-máquina entrenados para la élite, pero el adiós de Manolo Santana deja huérfano de mitos al deporte español.
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Con permiso de Federico Martín Bahamontes, el Aguila de Toledo que todavía vuela a sus 93 años, Santana cierra un círculo mágico. Genio, figura, emprendedor y galán hasta el final, protagonista en el papel couché de la alta sociedad marbellí, fue una de esas estrellas nacidas casi por generación espontánea en una España tenebrosa, en plena dictadura o en esa difícil transición, ejemplo de grandes políticos y gentes comprometidas.
La figura de Santana, quedará en los archivos dorados del deporte patrio junto a mitos como Angel Nieto, el pequeño piloto de los 12+1, el gimnasta Joaquín Blume, los hermanos Paquito y Blanca Fernández Ochoa, héroes olímpicos en el deporte blanco, o el golfista Severiano Ballesteros, gran amigo del inolvidable don Manuel.
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