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dAVID SÁNCHEZ DE CASTRO
Sábado, 16 de enero 2021, 17:01
«Yo iba a la mili y ya escuchaba que Peterhansel había ganado un Dakar». Esta frase, textual, la decía un veterano aficionado al deporte del motor cuando aún restaban varias jornadas para que acabase el raid más duro del mundo en esta edición ... de 2021. El nombre del francés es como el de Ronnie O'Sullivan o el de la más joven Mikaela Shiffrin: sólo suenan de vez en cuando en las noticias o en las redes sociales porque han logrado un éxito en el Dakar, en el Mundial de snooker o en la Copa del Mundo de esquí alpino.
Son estrellas fugaces en el tsunami deportivo que inunda las noticias, entre partidos de fútbol, carreras de Fórmula 1 o canastas imposibles de la NBA. Sin embargo, el caso de Peterhansel es posiblemente único en el mundo: pocos deportistas han logrado convertir su disciplina en su dominio durante tantos años. No hay futbolista, tenista, piloto o jugador de baloncesto que siga siendo el gran favorito durante tres décadas. Sólo 'Monsieur Dakar', que ha convertido en apodo el certamen que le ha convertido en mito, ha sido capaz de ello.
Más sabe el diablo por viejo, y Peterhansel es más lo primero que lo segundo, aunque también. El francés cuenta con la experiencia impagable de quien ha visto la evolución del Dakar en una aventura suicida a una sólo peligrosa, que año a año sigue engrosando la trágica lista de caídos (Pierre Cherpin ha sido el último de 2021), pero cuyo riesgo ha disminuido con el paso del tiempo. La tecnología se ha convertido en un elemento fundamental, tanto para la labor de seguridad como la de los propios pilotos. Lejos quedan aquellas notas manuales que tenía que tomar el día antes para saber dónde estaba la meta en el desierto de Mauritania, esquivando posibles ataques de bandidos, a lomos de la histórica Yamaha YZE 750, primero, y de la 850T después.
Entre 1991 y 2021 han pasado 30 años y 14 Dakares ganados por Peterhansel. Sale a casi uno de cada dos de los que ha disputado, y eso es algo que en lugar de quitarle el hambre le sigue sirviendo de motivación. A sus 55 años tiene como referente y máximo rival a un Carlos Sainz que ya roza la sesentena, y que mantiene unas ganas más propias de generaciones posteriores. ¿Qué más tiene que demostrar el piloto que más veces ha ganado el Dakar?
«La presión sigue siendo igual de fuerte. Cada carrera es igual de difícil de ganar. Siempre hay que darlo todo, hay que dominarlo todo, hay que tener un buen coche, un buen equipo. Y, al final, el error es humano y aunque consigamos todo lo demás, es fácil cometer un fallo. Ganar una 14ª vez era importante porque este año hace 30 de mi primera victoria en el Dakar en motos. Fue en 1991. Y soy el único que ha ganado en los tres continentes.», presumía.
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Peterhansel se adaptado, además, a la perfección a los vaivenes organizativos. Es el ejemplo idóneo de una suerte de darwinismo competitivo: ¿que se sale desde París? Victoria. ¿Que se pasa por la costa? Victoria. ¿Que hay que salir de África a Sudamérica? Victoria. ¿Que ahora es Arabia? Por supuesto, victoria. Y lo hace con cualquier reglamento. El cambio normativo del 'roadbook', mucho más difícil de leer este año y buscado, en palabras de Carlos Sainz, «para ir a pillar a los copilotos» no ha supuesto más que una molestia menor en la estrategia de Peterhansel. Ganar un Dakar con sólo una victoria de etapa es algo que sólo está al alcance de unos pocos: él lo ha logrado dos veces, en 2007 y en 2021.
Cualquiera que siga mínimamente una competición de motor es consciente de la importancia de una máquina acorde a las expectativas. Peterhansel ha contado este año, como el año pasado Sainz, con un Mini que tiene muy poco o nada que ver con su versión que se puede ver en los concesionarios. Un buggy que navega con su tracción a 4x2 a las mil maravillas, con una potencia superior (y limitada para que no sea aplastante) sobre sus rivales, un sistema de autoinflado que ya se está estudiando y usando en las fábricas de vehículos comerciales y, encima, con dos de los mejores pilotos del certamen al volante, como son Peterhansel y Sainz.
El gran perjudicado ha sido Nasser Al-Attiyah. El catarí, de difícil aceptación en la derrota, no dudó en criticar a la organización por permitir que un coche como el de X-Raid compita con una normativa que Toyota o bien no ha querido o bien no ha sabido exprimir. «No sé qué más puedo hacer, es el segundo que estamos luchando contra los buggies. Para mí, creo que tienen que cambiar las normativas, solo eso, que sea justo para todos. Estoy más decepcionado que el año pasado porque si solo tienes cuatro dedos y no cinco, no es justo. Creo que tienen que cambiar la normativa por los buggies, porque ahora llevan cinco años ganando a los 4x4 y esto no es justo. Espero que la organización tome medidas porque si no, no estamos interesados en volver», amenazaba en la meta de Jeddah.
Queda por ver si David Castera y la FIA (el Dakar será parte del Mundial de Cross-Country que arrancará el próximo año) escuchan estas quejas y ponen en problemas el dominio del X-Raid, que ya no contará más con el Mini tras la salida del grupo BMW. Pase lo que pase, si decide continuar, Peterhansel seguirá siendo el referente. Como lo fue para los padres de los actuales seguidores del Dakar. Y para los abuelos.
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