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jESÚS GUTIÉRREZ
Valencia
Domingo, 6 de noviembre 2022, 17:14
A Francesco Bagnaia (14/01/1997, Turín) todos le conocen como 'Pecco'. Un nombre de guerra que tiene un origen infantil, pues era la manera en la que su hermana mayor, Carola, pronunciaba su nombre siendo niños. «Nadie me llama Francesco ya. Además, yo ni ... respondo a ese nombre, ni me doy cuenta de que me están hablando a mí si me llaman Francesco». En el paddock es Pecco, claro, porque no ha dejado de ser ese chaval familiar que siempre que puede se escapa a Chivasso, una ciudad cerca de Turín donde se viven sus padres y están todos sus amigos.
A Pecco la afición por las motos le viene de casa. Su padre era un apasionado de las carreras y desde pequeño le llevaba a los circuitos junto a su tío. Éste tenía varias Ducati, y de ahí surgió esa simbiosis con una marca que los muy puristas en Italia comparan con Ferrari, a pesar de que no tiene el pasado glorioso que la marca del 'Cavallino Rampante'. De hecho, el título de Bagnaia es solo el segundo de la fábrica de Bolonia en el mundial. Solo lo había logrado antes con Casey Stoner en 2007, con el que comparte además su actual jefe de mecánicos, que también lo fue del australiano en su día.
Si ha tardado en repetir el éxito Ducati, más aún ha tenido que esperar el país con mayor tradición en el motociclismo en conseguir otro hito histórico. Y es que han pasado exactamente cincuenta años desde un piloto italiano no conquistaba la categoría reina con una moto italiana. El último había sido el legendario Giacomo Agostini con MV Agusta en 1972. Por eso el título de 2022 tiene un valor especial en una marca muy arraigada en el corazón de los 'tifossi'.
Los primeros pasos de Pecco en la competición fueron con una minimoto. En 2009 se proclamó campeón europeo MiniGP y ese éxito es lo que acabó animando a la familia Bagnaia a volcarse en la carrera del joven Pecco. En el año 2011 y 2012 compitió en el campeonato de España de Velocidad, terminando tercero en ambas ocasiones. Era el paso previo al mundial, donde debutó en 2013 sin lograr puntuar en su año de estreno.
No fue ese niño prodigio que hizo ruido desde que llegó. De hecho, le costó cuatro años ganar su primera carrera, ya en la escudería de Jorge Martínez Aspar y en su último año en la categoría pequeña. En 2017 dio el salto a la categoría intermedia e inmediatamente encontró su sitio en el campeonato. Un año después era se proclamaba campeón del mundo de Moto2 y aseguraba su futuro en MotoGP firmando con Ducati.
En la clase reina se estrenó en la estructura satélite de la marca, el Pramac Racing, y con el dorsal 63. No era su número habitual, el 21, que por entonces estaba ubicado. Ya lo había tenido que cambiar en Moto2, cuando eligió el 42. «Lo elegí porque era 21+21. Me habría gustado llegar a MotoGP con él, pero lo utilizaba Álex Rins, así que tuve que elegir el 63, que es 42+21». Desde que aterrizó en MotoGP utilizó otro de sus lemas que le han acompañado siempre en el mono. 'Go free' y que tiene un curioso origen: «Siempre me ha gustado 'Hakuna Matata' por El Rey León. Un año en Japón una aficionada me dijo 'Enjoy and go free' (disfruta y sé libre) y me gustó mucho. Nunca he sabido quién lo dijo y me encantaría que esa persona me escribiera y me dijera 'soy yo', porque me dio algo que ahora lo llevo siempre conmigo».
Estuvo dos años en Pramac antes de fichar por el equipo oficial. La explosión de Bagnaia comenzó en la segunda mitad del año pasado. Después de ganar su primer GP en Aragón en un duelo cara a cara con Márquez, firmó cuatro victorias en las últimas seis carreras y fue subcampeón. Arrancaba 2022 con la vitola de aspirante al título por primera vez, pero un inicio irregular estuvo a punto de arruinar su temporada. Llegó a estar a 91 puntos de Quartararo en el ecuador del campeonato, pero a partir de ahí firmó una espectacular remontada, la más grande en la historia de la clase reina, para llegar proclamarse campeón en Valencia, con siete victorias, diez podios, cinco poles y tres vueltas rápidas en su haber.
El alumno de Rossi
El último título de la tricolor en MotoGP fue el de Valentino Rossi en 2009. Ha llovido mucho desde entonces y mientras Italia ha pasado su particular travesía en el desierto, España conquistaba diez de los doce campeonatos en la edad dorada del motociclismo español. Con Rossi le une mucho más que esa sucesión en el palmarés. Pecco Bagnaia es la joya de la corona de la Academia VR46 que puso en marcha Valentino hace una década para apoyar a jóvenes pilotos italianas.
Por su maestro se mudó hasta Pesaro, al lado del circuito de Misano donde entrena con el resto de alumnos de la Academia creando un vínculo que va más allá de lo profesional. Y para Pecco, Valentino Rossi es mucho más que un referente, es un padre deportivo, por eso no podía perderse la celebración del título de un discípulo que ahora ya es más que un alumno, es un digno sucesor.
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