Arenas supera un camino lleno de piedras

Un nombre que sonaba entre esos muchos con talento a los que se esperaba en la prolífica escalera que tantos éxitos ha dado a España. Aunque, por unos motivos o por otros, su proyección se detuvo, sobre todo por una lesión de hombro que le hizo perder casi un año. A partir de ahí empezó a sufrir, buscando sus oportunidades en el FIM CEV Repsol (en esos momentos intentó compaginar la competición con los estudios de ingeniería industrial), hasta que cayó en las manos de Jorge Martínez Aspar.

Primero en 2016, como sustituto del lesionado Jorge Martín y como piloto invitado, un curso que terminó en otro equipo, el Saxoprint alemán, en el puesto de Alexis Masbou. En 2017, Aspar le dio la oportunidad definitiva, en un periplo que no fue fácil, con varias lesiones, y con un tenso momento a mediados de 2019, cuando parecía que no iba a poder mantener su puesto, eso después de ganar dos pruebas en 2018 (en Francia y Australia). La escuadra valenciana le mantuvo el equipo, y las dos partes consiguieron limar ciertas asperezas, algo que comenzó a dar sus frutos. Primero con un gran triunfo a final de año en Tailandia. Después en este 2020, con la consecución del título de Moto3.

«Fue un proceso, no hay una fecha en la que digas 'a partir de hoy, voy a luchar por el Mundial'. Mirando más hacia atrás, por ejemplo, a cuando di el salto al Mundial, el sueño siempre ha sido ser campeón del mundo. Está claro que primero hay que pasar por un proceso de aprendizaje, de tener los pies en el suelo: no siempre se puede ganar y hay que ir dando pasos. A final del año pasado, con la victoria en Tailandia, empecé a ver qué es lo que realmente quería y el potencial que teníamos. Ese triunfo me hizo creer, luego durante toda la pretemporada de 2020 lo fuimos construyendo, y ahora, aquí estamos», cuenta el vigésimo primer campeón del mundo español.