Secciones
Servicios
Destacamos
David Sánchez de Castro
Domingo, 24 de noviembre 2024, 09:00
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Como en la fábula de la cigarra y la hormiga, a Max Verstappen le valió lo sembrado a principio de año para tener la barriga llena en este invierno de la temporada 2024 de Fórmula 1. Por cuarto año consecutivo, el neerlandés acaba el año como campeón del mundo, con lo que iguala a mitos como Alain Prost y Sebastian Vettel. Nadie puede negar que es el referente del momento, que a su edad aún tiene por delante un escenario que solo huele a récords y que si el Red Bull le funciona pocos pueden igualarle. Su incomprensiblemente aún compañero, Sergio Pérez, desde luego que no: otra temporada humillado, el cadalso deportivo le aguarda.
Pero este año, a diferencia de los tres anteriores, a Verstappen se le ha visto mucho más nervioso. Motivos tenía para ello. A falta de acabar la temporada, con dos citas por delante, el neerlandés ha ganado ocho Grandes Premios. Pase lo que pase será el piloto que más carreras habrá ganado en esta temporada, pero de esas ocho, siete fueron en las diez primeras carreras. Desde entonces una caída de rendimiento del monoplaza que le ha hecho uno de los más grandes de la historia le han condenado a sudar, apretar los dientes y esperar a que sus rivales no tuvieran su día.
Con la excepción de 2021, cuya resolución se demoró hasta la última vuelta del último Gran Premio (¿qué hubiera pasado si el por entonces director de carrera Michael Masi no hubiera decidido un reinicio?), tanto en 2022 como en 2023 su paseo marcial fue absoluto. En este 2024 parecía que iba a ser lo mismo, pero el contexto no fue el mismo. A principio de año, un escándalo con Christian Horner, su jefe, unas fotos inapropiadas y una acusación de acoso sexual enturbiaron el ambiente. Desde entonces, y aunque aquello se tapó, la dirección del equipo fue más dubitativa de lo habitual. Cuando en junio, además, les cazaron la trampa técnica de la frenada asimétrica, el rendimiento que mostró el RB19 no fue ni mucho menos el mismo.
Coincidió su caída con el alzamiento de McLaren. Sospechoso, pero de momento nadie puede demostrar que haya nada oscuro ahí más allá del buen hacer de los técnicos de Woking, que supieron convertirse en el equipo de referencia, con permiso de Ferrari o Mercedes que también han sabido ganar en este extraño año. Mientras Verstappen escupía todo tipo de improperios (le ha costado un castigo de la FIA) y mostraba su lado más antideportivo en la pista, algo que permitieron al principio pero que más tarde castigaron, Lando Norris se convertía en la alternativa con la que casi nadie contaba. Posiblemente ni él mismo, como quedó patente a lo largo de la temporada.
No se puede quitar ni un ápice de mérito a Max Verstappen, pero tampoco se puede obviar una gestión francamente mejorable de McLaren cuando se han visto como grandes favoritos. El equipo que dirige Zak Brown y que acaudilla Andrea Stella se ha comportado como una escuadra menor, con miedo casi a ser la referencia y con una notable tardanza en emplear las órdenes para dejar claro entre Norris y el joven Piastri quién debía ser el primer espada y el quién el escudero. En Red Bull, en cambio, no hubo ese debate porque a Checo Pérez solo le piden acabar la carrera y a veces ni lo logra: Verstappen es el líder por sus propios resultados y por incomparecencia del mexicano.
'Blando' Norris se hizo con el bastón de mando muy tarde. El británico no ha sabido ni ha podido demostrar que merecía ser campeón del mundo, pese a recortarle más de 100 puntos y llegar a sacar a la palestra durante casi tres meses la duda «¿hay Mundial?» que no se resolvió hasta Brasil, cuando Verstappen dio un golpe casi letal a su cuarto título. No sin sufrir las puñaladas de su rival, porque Verstappen ha demostrado que a juego sucio pocos le pueden ganar, pero tampoco sin responder. Norris ha sido un pan sin sal o, como definen de manera brillante esos argentinos que han descubierto en tromba la Fórmula 1 en los últimos meses, un pecho frío. O cambia de actitud si en 2025 tiene un coche ganador, o se quedará como ese quiero y no puedo que fue en este 2024.
Pase lo que pase el año que viene, a Verstappen ahora le toca hacer lo que todo campeón debe: celebrar. Pocos escenarios más propicios y salvajes que Las Vegas, toda vez que tendrá que medir fuerzas para estar listo para Catar y Abu Dabi en las dos citas que quedan. Podrá afrontarlas con la calma que da el éxito, aunque pedirle tranquilidad a Verstappen es lo mismo que pedirle a un lobo que se haga vegetariano.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Quién sube la apuesta del Papá Noel volador
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.