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David Sánchez de Castro
Domingo, 1 de septiembre 2024, 15:02
Si a un aficionado italiano se le hubiese preguntado este domingo cómo hubiera querido ganar, posiblemente habría sido así. Charles Leclerc, el predestinado, se llevó una victoria tan deseada como peleada desde que se hizo piloto de Ferrari y, gracias a un planteamiento que sale mal nueve de cada diez veces. El piloto monegasco solo tuvo que hacer lo obvio: parar una vez menos que el resto. Salió bien, aunque no saben bien cómo ocurrió.
Detrás de él, los McLaren. Con el mejor coche, las mejores posiciones posibles en parrilla y la mejor estrategia -sobre el papel-, ni Oscar Piastri ni Lando Norris (que se enzarzaron en los inicios) se vieron capaces de ganar. Hay mucho que leer desde esta semana en Woking. Por su parte, Carlos Sainz se quedó corto, con un cuarto puesto que sabe a poco en su despedida como ferrarista de Monza, mientras que Fernando Alonso, como preveía, ni siquiera puntuó. Se quedó cerca, pero acabó como empezó, undécimo. Por menos de dos décimas.
Si hay una suerte en el toreo de la Fórmula 1 que a Lando Norris no se le da nada bien, esa es sin duda la salida. El británico sufre notablemente cada vez que arranca primero, y en un circuito como Monza donde lo habitual es que los 'poleman' sufran mucho más, quedó patente en la primera frenada. Lo que no esperaba es que su 'enemigo' fuera su compañero, Oscar Piastri. El australiano le tiró el coche sin miramientos ni compañerismos, lo que hizo que Norris no supiera cómo reaccionar. Hasta el punto de que no solo cedió la primera, sino también la segunda posición ante Leclerc, que también quería pescar.
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David Sánchez de Castro
En esa refriega otra víctima fue George Russell, que acabó fuera de pista y pidiendo permiso para volver y con el coche ya algo tocado, lo que le afectó durante toda la carrera. En toda batalla hay vencedores y vencidos, y entre los últimos se vio beneficiado Carlos Sainz, que llegaba a este domingo cumpleañero con muchas ganas. Tanto es así que, en una decisión propia de quien no tiene nada que otorgar más a Ferrari, tiró de una estrategia un tanto más agresiva que su compañero, Leclerc, que pidió explicaciones, otra vez, por las decisiones de sus responsables.
Y es que una de las claves de la carrera del GP de Italia para todos fue ver la degradación de los neumáticos e intentar ir a una o a dos paradas. Varios pilotos se la querían jugar a una, otros tantos a dos y varios de ellos directamente se vieron afectados por los toques, como Hülkenberg, Ricciardo y Tsunoda, que se dieron entre ellos con este último abandonando. A estas dificultades propias de la idiosincrasia del trazado de Monza, algunos pilotos tuvieron algunos problemas extra, caso de Fernando Alonso, al que el DRS-(entre otras circunstancias, como el propio Aston Martin, que no está en condiciones de pelear- no le funcionó como debía. El asturiano peleó hasta el final por apenas uno o dos puntos, que ahora mismo es lo máximo.
La diferencia en las condiciones de neumáticos hizo que durante varios períodos de la carrera se vieran peleas reales en pista. De hecho, fue esa diferencia la que realmente propició una espectacular batalla final por la victoria. En el maremágnum de planteamientos que había en el muro de Ferrari, y no queda muy claro cómo, acertaron en su estrategia. Le pidieron a Leclerc -y a Sainz- que se quedaran en pista. Muchos pilotos intentaron ir a una parada, pero solo había una opción posible en la parrilla para que saliera bien: la de Leclerc.
Así, a falta de quince vueltas, echaron números. Vieron que a Norris, con el que, teóricamente, estaban peleando por el segundo puesto, se le empezaban a ir las ruedas. También a Max Verstappen, desaparecido durante todo el fin de semana, y en especial este domingo. El vigente campeón del mundo nunca tuvo opciones ya no para ganar, sino para al menos acercarse al podio. No hubo posibilidad.
Algo en lo que sí creyeron en Ferrari. Mientras a Leclerc le estaban dando órdenes sobre el balance de frenos y él respondía echando espumarajos por la boca exigiendo que no le hablaran, le salió todo a pedir de boca. El monegasco vio cómo Piastri, con el mejor coche de la parrilla, con neumáticos teóricamente mejores y con Lando Norris aún lejos, no llegaba. La tensión se hizo patente a falta de poco más de cinco vueltas, cuando los tiempos empezaron a reducirse notablemente, hasta que los neumáticos que llevaba el australiano se quedaron en nada. Era real: Ferrari le había ganado a McLaren en Monza por estrategia. Inédito.
Al final, la victoria de Leclerc provocó el éxtasis en Monza. La apuesta del equipo italiano por él, en su último año antes de recibir a Lewis Hamilton en el equipo, se veía bendecida por una victoria añorada, deseada y celebrada. Queda por ver qué falló en McLaren, otra vez.
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