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david sánchez de castro
Domingo, 19 de junio 2016, 18:44
Un gol en el minuto 93 en la final de la Champions League, una rotura del coche en un rally a 300 metros de proclamarse campeón del mundo, un triple desde el centro del campo sobre la bocina. y, desde este domingo, una avería en ... la última vuelta de las 24 horas de Le Mans. El equipo Toyota ha entrado en los anales de la historia del deporte por el desenlace más cruel de la historia de la 'carrera más grande del mundo'. La maldición en el circuito de La Sarthe se mantiene para el fabricante japonés, y en esta octogésimocuarta edición de las 24 horas de Le Mans se han quedado a sólo cuatro minutos de romperla.
Todo se precipitó cuando ya había sonrisas y abrazos en el 'motorhome' de Toyota, a mediodía de este domingo. Al volante iba Kazuki Nakajima, prácticamente de paseo. El japonés, Anthony Davidson y Sebastien Buemi (una alineación formada por tres expilotos de Fórmula 1) habían sobrevivido a una carrera que comenzó tras el coche de seguridad tras un tremendo aguacero en Le Mans. No habían soltado el primer puesto desde que, de madrugada, habían superado a sus compañeros del Toyota 6, y se habían confirmado como los firmes candidatos al título. Por detrás, el Porsche 2 les seguía a distancia suficiente como para rendirse. Marc Lieb, Neel Jani y Romain Dumas lo habían intentado hasta el final, pero pasada la vigésimotercera hora se habían rendido a lo que parecía una evidencia: no iban a poder adelantar al líder, y se tendrían que conformar con un segundo puesto. Incluso habían entrado en 'boxes' para hacer un último repostaje que les permitiera marcar la vuelta rápida de la carrera, como una especie de gol de la honra que salvase algún titular con el que justificar el trabajo realizado.
Sin embargo, pasada la mítica zona de Hunaudieres, llegaba un mensaje por radio que heló la sangre en el motorhome de Toyota: «¡No tengo potencia!». Era la voz chillona de Nakajima, a quien se le salía el corazón por la boca. Los máximos responsables de la factoría de Japón tornaban las sonrisas y abrazos en una cara hierática y sin aliento. Pascal Vasselon, máximo responsable deportivo del proyecto, se echaba a llorar desconsolado: en apenas una hora pasaron de soñar con un doblete a tener que conformarse con la posición más amarga del deporte, el segundo puesto.
Mientras, en el otro lado, Porsche estallaba en gritos. El Porsche número 2 se colocaba en primera posición con todas las de la ley, después de más de 5.000 kilómetros persiguiendo a los Toyota; y el Porsche campeón de Webber, Bernhard y Hartley, hundido por debajo de la segunda categoría (los LMP2). Lo que iba a ser una plata se convirtió en platino en apenas 13 kilómetros. Lágrimas y champán, esta vez de alegría. Hasta para Audi fue un final inesperado. La marca de los aros salvó los muebles de una edición que iba a entrar en sus registros negativos. El Audi 8 de Lucas di Grassi, Loic Duval y Oliver Jarvis evitó que se quedaran por primera vez fuera del podio de Le Mans, ya que el Audi 7 del 'Big Three' (Lotterer, Fässler y Tréluyer) tuvo todos los problemas imaginables: avería en la bomba de agua, salidas de pista, problemas eléctricos. Menos abandonar, de todo.
Porsche conquistó así su 18ª victoria de las 24 horas de Le Mans, y mantiene su dominio en el Mundial de Resistencia, que se confirma como un certamen mucho más emocionante e inesperado que la Fórmula 1 con la que coincidía este fin de semana por obra y gracia de un celoso Bernie Ecclestone.
Destellos de Roberto Merhi
En esta edición de Le Mans hubo dos españoles en pista. En GTE Pro, el siempre consistente Antonio García padeció la superioridad manifiesta de Ford y Ferrari, y con su Corvette se quedó lejos de la victoria. Quien se llevó todos los focos fue Roberto Merhi. En la categoría LMP2, el expiloto de Fórmula 1 demostró que es un conductor muy a tener en cuenta. Al volante de su Manor hizo tres relevos. En la salida tardó apenas una hora en colocarse primero; de madrugada consiguió rodar por encima de los tiempos de todos sus rivales y a primera hora del domingo marcó la vuelta rápida de su categoría. Su trabajo estaba hecho, más que de sobra.
El problema fueron sus compañeros. Matt Rao y Tor Graves, dos corredores con menos quilates y temple, dieron al traste con cada uno de los 'stints' del español, culminado en el último a falta de poco más de tres horas y media. Rao se estrelló dos veces, y obligó a Manor a abandonar. Merhi, en conexión con Eurosport, no se mordió la lengua: «Sabía a lo que venía y que ganar era muy difícil, simplemente por la alineación de pilotos que teníamos. Estoy satisfecho, he hecho la vuelta rápida de carrera [de su categoría] y me ha dejado muy buenas sensaciones», dijo. Ahora sólo queda que un equipo grande se dé cuenta de que, a veces, valemucho más el talento que el dinero.
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