Agustín Casado, uno de los jóvenes talentos de la renovada selección española de balonmano. efe

Los Hispanos, un modelo de éxito

Tarrafeta, Casado, Peciña y Sánchez-Migallón escenifican el soberbio trabajo que lleva a cabo el equipo técnico de la selección española de balonmano

Lunes, 31 de enero 2022, 18:16

Ian Tarrafeta, 23 años, central, cinco goles en la final del Europeo ante Suecia. Debutante en una gran competición. Agustín Casado. 25 años, central-lateral, tres goles en la semifinal del Europeo ante Dinamarca. También debutante. Iñaki Peciña. 33 años. Especialista defensivo. No marca goles, ... pero las estadísticas nunca reflejan los que evita, dificulta o impide. Otro que se estrenaba. Miguel Sánchez-Migallón. 26 años. También especialista defensivo. Las estadísticas tampoco le señalan como un crack. Segundo gran torneo que jugaba. España, conocida como los Hispanos. Nueve medallas en los últimos 12 años entre Juegos Olímpicos, Mundiales y Europeos. De los 20 jugadores convocados, solo siete juegan en la liga doméstica.

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Cuatro jugadores y un equipo que, cada uno a su modo, escenifican el modo de trabajar del balonmano español, un milagro más o menos continuo. Pese a que la Liga Asobal está muy lejos de los años de oro, cuando era la competición de referencia en Europa y por tanto en el mundo, la cantera de grandísimos jugadores parece ser inagotable. Se retira Raúl Entrerríos y hace acto de presencia Ian Tarrafeta o Agustín Casado; se lesionan los hermanos Dujshebaev y el cuerpo técnico encuentra soluciones tácticas para suplir la ausencia de lanzamiento exterior; el mejor defensor del mundo, Virán Morros, cae y emergen dos tipos capaces de formar un centro de la defensa que roza lo inexpugnable.

Son algunos ejemplos. Hay más. De momento están tapados por la calidad de los que han llegado, pero el seleccionador, Jordi Ribera, ya está trabajando con ellos, dándoles minutos en torneos, llamándoles a convocatorias, proponiendo a sus clubes trabajo específico en su día a día. Según vaya llegando la hora del retiro a gente como Maqueda, Cañellas, Figueras, Aleix o Guardiola, los tapados darán un paso adelante. Y todo ello con un número de licencias irrisorio al lado de las que atesora Francia, Alemania o Suecia.

Pero nada es fruto de la casualidad. Ni siquiera que surgiera una generación espectacular. Las bases se pusieron hace muchos años, y el mérito ha estado en saber continuar. La línea de trabajo que marcó la Federación en su día se ha mantenido recta, por encima de cambios y vaivenes federativos. Solo cabe poner el pero de que los éxitos se rentabilizan poco en el plano del conocimiento popular. El balonmano no crece en practicantes, cierto, pero a cambio tiene un olfato especial para detectar los jugadores con talento. Y eso es culpa de los entrenadores de cantera, de los que trabajan por amor al arte y se preocupan de que sus jugadores mejoren técnica y tácticamente.

Las tres patas del secreto: observación, coordinación y planificación

La observación se lleva a cabo preferentemente en competiciones como el Campeonato de España de Comunidades Autónomas. En este evento, anual y en régimen de concentración, es en el que se detectan los incipientes talentos, los jugadores con potencial, los chicos y chicas que presentan cualidades que permiten presuponer que con el tiempo habrá un jugador de élite. En este tipo de campeonatos se observan decenas de cientos de chicos y chicas de una manera cómoda y rápida y los técnicos de la Federación pueden empezar a orientar el trabajo de los entrenadores.

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En el balonmano actual se tiende a que los jugadores dominen al menos un par de puestos específicos en ataque. Por ejemplo. Ferrán Solé es un gran extremo, pero a la vez es un buen lanzador desde nueve metros. Otro ejemplo: Casado o Terrafeta pueden jugar de central o en cualquiera de los dos laterales. O Antonio García, que si la ocasión lo requiere se desenvuelve en el extremo derecho. Todo eso se trabaja desde la base.

Coordinación. Jordi Ribera y su equipo hacen un seguimiento exhaustivo de los jugadores que entienden como seleccionables, pero por debajo de ellos hay una amplísima cantera de técnicos dispuestos a seguir las recomendaciones de los responsables federativos en el aspecto técnico y supeditar sus necesidades a las de la selección española. Eli Cesáreo, pivote de las Guerreras, la selección femenina, llegó al Aula Cultural de Valladolid para jugar como lateral izquierda. Su entrenador, Miguel Ángel Peñas, la colocaba de pivote. La razón estaba en que desde la Federación se le señaló que el cuerpo técnico confiaba en ella para jugar en seis metros, y no en nueve. Desde entonces, Peñas trabajó con Cesáreo para mejorar todos sus movimientos en el pivote y convencerla de que ese era su puesto.

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Planificación. Tanto en chicas como en chicos, existe un equipo B que acude a torneo de segundo nivel, competiciones en las que los jugadores pueden formarse sin la exigencia de los grandes torneos. No es un sub 21 o un sub 23. No. Son jugadores que van progresando en su juego y que se les considera que les falta medio paso para estar al máximo nivel. Estas segundas selecciones, mimadas por la Federación y especialmente cuidadas por el staff técnico, son el vivero que permite tener jugadores preparados para dar el salto en cualquier momento.

Todo ese trabajo se hace visible en la trayectoria de los profesionales. Un vistazo a las plantillas de los clubes importantes de las mejores ligas europeas deja siempre la presencia de un hispano. No es casualidad, es el modelo. Y el trabajo.

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