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José Manuel Cortizas
Erin Hills
Sábado, 17 de junio 2017, 01:15
Se acabó a las primeras de cambio. Segundo corte consecutivo, con el The Memorial, que no supera Jon Rahm. Lo más y único parecido a un conato de crisis en su hoja de servicios, precisamente por tratarse de algo insólito, sin precedentes. Antes de que ... saltara al tee del 1 ya habían quedado finiquitados unos cuantos gallos de pelea. Así que el aviso estaba dado. Y el US Open no le pasó ni una.
Los birdies se han convertido en Wisconsin en un bien fuera de su alcance (tres por ocho bogeys) y para estropear más la situación, en un campo donde es fundamental atinar desde el tee de salida sus paseos por la calle de la amargura han sido constantes. Se ha empachado muy a su pesar de hierba en todos los formatos, lo que actuó como ancla para su progreso.
La suerte tampoco le incluyó en su lista de invitados, todo hay que decirlo. Ni un ápice visible para un jugador que ayer arrancaba con la presión del +4 del jueves y hacía crecer su balance en el primer hoyo. Un drive ejecutado con toda la potencia imaginable que dibujó un ángulo que no figuraba en su plan de vuelo. Aterrizaje forzoso en lo más frondoso de la festuca de marras, donde los tallos llegaban a la altura de su cadera. Imposible meter un palo en la selvática posición de la bola. Drop, golpe perdido y aunque en la recuperación dispuso de la posibilidad de salvar el par, le cayó el bogey. +5 nada más ponerse en marcha. Ante sí, un muro aterrador. Todo comenzó a revolverse en su interior.
Hasta el quinto intento no ganó una calle. Lo decía tras acabar su partido Sergio García. Condenaba el campo a estar “medio muerto” a quien no proyectara la bola hacia un segundo golpe despejado. Rahm coleccionó sentencias. En el 2 visitó el rough y salvó la papeleta pese a un approach que no alcanzó el tapete donde se deposita el resto. En el 3 flirteó con visitar la hierba y un búnquer y volvió a salir ileso. En el 4 sintió que el mundo se le venía encima. Otra vez a la huerta desde la que remitió un tirazo increíble, marca de la casa de un campeón.
Vuelo interestatal de la bola para botar en el nacimiento del green y recorrerlo con una rodada que concluyó a un metro de la cazoleta. Se tomó su tiempo el de Barrika, percibió posibles trampas invisibles y toco con ligereza. La bola cedió ante el perfil de la cazoleta para un centímetro después salirse del redil. Corbatón casi de vuelta completa al ruedo. Si eso no entra es que el hoyo está cerrado a cal y canto para todo lo que no sean pares o recuentos con recargo. Era una carga muy pesada la de tener que ir recomponiendo con un juego notable las carencias en la salida y los greens.
Para él resultaba un consuelo difuso, ignorable, que por el camino se fueran quedando lo más parecido a cabezas de serie de haberlos en el golf, con Jason Day, McIlroy y Stenson como primeras víctimas de un US Open que no atiende a apellidos. La grandeza del deporte, por otra parte, manifestada en la octava plaza compartida en la provisional por el amateur texano Champ (-5) a quien han medido el desplazamiento de la bola con resultados impactantes. Si sacamos pecho con nuestro morrosko de Barrika, éste podría haber surgido de Plentzia. La está llevando más allá de las 350 yardas con una facilidad pasmosa y una velocidad de proyección de 190 millas por hora.
Volviendo a Jon Rahm, había margen para la esperanza viendo cómo desde el 8 mejoró las salidas largas. Repitió en el 10, ambos con opciones de restarle algo a Erin Hills, un triste birdie con el que autoinocularse una dosis de positivismo. Quedaban ocho banderas y o descontaba un golpe en la mitad de ellas o adiós al segundo grande del año,porque la proyección del corte descartaba el+2 y superiores. Y recibió el comodín esperado y trabajado. En el 11, ya en formato de todo o nada. Putt de ocho metros para birdie. Por el centro, medido, perfecto. ¿Una señal? Genialidad o milagro. No había más casillas que tachar.
En plena cuenta atrás lo rozó en el 12, atacó bien el 13, pero en el 14 entregó la toalla con un bogey cuya consecuencia acabó al instante convertido en un recurso en las redes de un público que desaprueba sus manifestaciones de rabia, la respuesta del enojo contra sí mismo. La pagó con el palo, golpeando el suelo, tirándolo, recogiéndolo para darle otro escarmiento contra la hierba y dejarlo tirado. Tiene que controlar esos arrebatos, que se creían más manejados, porque no le van a aportar nada bueno ni a su juego, ni a su persona, ni a su imagen. Quizá le venga bien el periplo europeo de julio, camino del Open Británico, con paradas previas en Francia y Escocia. Y debe entender, ante todo, que cumple su primer año de profesional. Así que imposiciones y obligaciones, las justas. Tarjeta de 73, con +5. No será su última eliminación prematura. Su carrera deportiva está por llegar.
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