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DANI GONZÁLEZ
Domingo, 10 de diciembre 2017, 20:56
Nervios, emoción y tensión. Todo el Palacio de los Deportes estaba expectante. La gran protagonista del fin de semana, Carolina Rodríguez, estaba en el tapiz del pabellón leonés. Pero no vestía un mailllot, estaba con ropa de calle. Chaqueta de cuero, zapatos de tacón... nada hacía presagiar que la gimnasta, la estrella del Ritmo, fuera a volver a emocionar con su gimnasia.
Pero cuando la música comenzó a sonar, arrancó el espectáculo. Carolina Rodríguez volvió a mostrar su expresividad, sus gestos. Volvió a hablar sin mover la boca, solo con su cuerpo, solo como ella sabe hacer.
Así es como se ha hecho grande, gigante, y lo volvió a hacer en su casa. Poco a poco, la ropa de calle desaparecía y todo recordaba más a uno de esos grandes ejercicios, en los que la música cambiaba, el ritmo era diferente e incluso el vestuario variaba.
Y, como no, un guiño a sus padres. Esos padres de los que logró ver en una discapacidad y una forma para crecer y lograr moldear un estilo propio. El gesto de signos, la lengua de los sordomudos tenía que tener su hueco en la actuación.
Momento emotivo, uno de los puntos álgidos del fin de semana. La actuación de Carolina finalizó con la entrega de un ramo de flores a sus padres. Este fue el principio de un torrente de sensaciones para la gimnasta leonesa en un día que jamás olvidará.
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