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A. CUBILLAS
Lunes, 3 de julio 2017, 20:39
Dicen que nada sucede a menos que primero sea un sueño. Y Andrea Pozo soñó. Soñó con volver a recuperar su vida. Esa vida truncada por un fatal accidente que a punto estuvo de costarle la movilidad de sus piernas. Pero con soñar no le bastó. La exgimnasta internacional y entrenadora del Club Ritmo también peleó, luchó con tesón, con fuerza y con constancia pero sobre todo con la garra que siempre la caracterizó sobre el tapiz. Luchó hasta el final. Y el final de la pesadilla llegó.
Hoy Andrea Pozo regresa a su añorado León tras permanecer ingresada casi medio año en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, superar cinco intervenciones quirúrgicas y decenas, cientos de horas de rehabilitación que hoy le permiten caminar con plena autonomía. “Estoy muy contenta de estar en casa. De recuperar mi vida”. Sin embargo, el camino hasta llegar aquí ha sido largo, lleno de obstáculos.
Un camino que se inició cuando, como cada día, se dirigía desde su pueblo Villademor al CAR de León para dirigir una sesión de entrenamiento del Club Ritmo. Sin embargo, la de esa mañana fría de enero no acabaría siendo una mañana más. Una placa de hielo convertía su vehículo en un trompo sin control que acabaría dando vueltas de campana, provocándole una importante lesión en la médula ósea y la posibilidad de perder la movilidad de sus piernas.
“Al principio no era consciente de lo que ocurría ni de la gravedad de mis heridas. Solamente estaba inquieta con mis piernas porque había perdido la movilidad. No sabía si las iba a volver a sentir o volver a mover”. Era su principal preocupación y, pronto, sus peores presagios se hacían realidad. “El médico me comunicó que sufría una grave fractura en la médula aunque no me hablaba del nivel de gravedad ni tampoco me aclaraba si podría mejorar o no. Me tocaba esperar”.
Pero ni un jarro de agua fría logró borrar su sonrisa, la misma que en los peores momentos se convirtió en la verdadera fuerza vital de Andrea, la única capaz de mover lo imposible. Y así, casi como un milagro, como lo calificó su equipo médico, la exgimnasta empezó a realizar movimientos parciales con su pierna derecha.
“Tras varios días ingresada y una primera operación empecé a mover y a sentir la pierna derecha. Luego ya me trasladaron al Hospital de Toledo donde empecé con los tratamientos y una estricta rehabilitación, hasta que, poco a poco, conseguí mover las dos piernas y al final volver a caminar”.
Porque si algo ha aprendido esta exgimnasta internacional del deporte es a luchar y a superar sus límites a cada instante. Es más, Andrea reconoce que la gimnasia ha sido un pilar para afrontar este gran reto vital dado que, al fin y al cabo, le ha enseñado “a tener una disciplina y a luchar sobre todo”.
Sin embargo, tras esa sonrisa Andrea no oculta que el camino ha sido muy duro, viviendo momentos muy “bajos porque no sabes lo que va a pasar ni si vas a volver a recuperarte”. Y ante ello, entendió que no había lugar para lamentos y si para mirar el futuro con optimismo. “Las cosas son las que son y no van a cambiar porque estés todo el día lamentándote. La única solución era tirar hacia adelante y hacer todo lo que estuviese en mi mano. Que por eso no sea”.
Una fortaleza que le acompaña a su regreso a León donde aún le queda mucho trabajo por delante. En la actualidad, Andrea tiene fijadas las vértebras de la C4 a la C7 y ha perdido mucha sensibilidad tanto en los brazos como en las piernas, donde, según reconoce, no siente ni frio ni calor. Y aunque es consciente de que al “cien por cien” no se va a recuperar, su objetivo es “intentar estar lo mejor posible”.
Una rehabilitación alentada por el cariño de los suyos, de sus amigos, de sus compañeras del Ritmo así como de los pacientes del hospital manchego, a los que hoy ya les considera “mi otra familia”. “Desde el primer momento en Toledo sólo he encontrado buenas palabras y ayuda de todos, de los médicos, de los celadores y de los fisioterapeutas. Es increíble el trato en especial con los compañeros, que te ayudan mucho porque al final es gente que ha vivido lo mismo que tú”.
Pero sobre todo fue clave en su lucha el apoyo incondicional de sus familiares, como el de su abuela 'Tita', que hoy abraza a su nieta con alivio, recordando los duros momento y confesando que viendo a Andrea caminar “me siento en la gloria”.
Porque sí, Andrea siente que ha vuelto a nacer, que ha vuelto a tener una oportunidad que aprovechará para seguir adelante con su vida, para retomar sus estudios y, como no, para continuar ligada a esa gimnasia rítmica que tanto ha dado a esta joven que, con tan sólo 21 años, se ha convertido en todo un ejemplo de lucha y superación. “La gimnasia rítmica ha sido mi vida y lo seguirá siendo. No se lo qué voy a hacer pero siempre estaré vinculada a ella”.
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