Sara Llana (izquierda), Ruth Fernández (centro) y Carolina Rodríguez (derecha) se despiden de su «casa», la ya antigua sede del Club Ritmo en la Calle San Agustín. María Fernández

El adiós al templo de la gimnasia rítmica

Tres emblemas de la gimnasia leonesa como las ex gimnastas Carolina Rodríguez, Sara Llana y la entrenadora Ruth Fernández se despiden del lugar que vio sus primeros pasos en este deporte | Cuna de recuerdos, anécdotas y vivencias, el Club Ritmo deja sus sede en San Agustín 40 años después para crecer a todos los niveles

Jueves, 6 de enero 2022

El Club Ritmo se despide de un gran pedazo de su historia. Sus gimnastas han subido sus escaleras por última vez el pasado martes y dejan tras de sí cuarenta años de historia en los que se han forjado las grandes deportistas de la provincia.

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El equipo cambia de sede por una nueva con el triple de espacio y muchas novedades y, a falta de su presentación oficial, el 'ritmo' no puede parar y desde el próximo lunes los entrenamientos del club prosiguen en su nueva casa.

«Hemos pasado muchas horas aquí»

Antes, ha tocado desmantelar cuatro década de recuerdos, títulos, medallas, fotografías y un sinfín de elementos que han hecho del gimnasio de la Calle San Agustín un lugar de entrenamiento pero, también, todo un museo.

«Hemos pasado muchas horas aquí, el equipo de competición entrenaba aquí los martes y los jueves, hasta hemos hecho fiestas y hemos dormido aquí con sacos», recuerda Sara Llana, gimnasta y entrenadora del Club Ritmo.

Junto a ella, otro buque insignia de este deporte en la provincia como es Carolina Rodríguez también vive sus últimos momentos en el gimnasio. «He evitado pasar hasta por la calle, desde lejos ya veo que el letrero no estaba y me daba mucha pena, ni me acerco, me da cosa», señala, sobre un enclave que ha sido, a todos los efectos, un segundo hogar en el que está «como en casa».

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Galería. La cristalera que desvelaba la oficina y servía de bienvenida para todas las gimnastas. C. Peralta

La mística de sus escaleras

Ruth Fernández ha visto crecer a las dos gimnastas. Ella misma también dio sus primeros pasos en este deporte a los 14 años por lo que ha pasado más de media vida ligada al tapiz del gimnasio.

Un tapiz que, en su última visita al recinto, evitan pisar con zapatillas. «Pero si ya no queda nada aquí», dice Ruth entre risas a Carolina Rodríguez y Sara Llanas. En el fondo, las tres no pueden evitar un sentimiento contradictorio ante un suelo que ha sido testigo directo de su crecimiento «como gimnasta, como persona y como entrenadora», apunta Llana.

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Una Sara que ha visto durante años como la fotografía de Carolina Rodríguez presidía la entrada, encima de las escaleras. Recuerda con claridad cuando «fue a bajar las escaleras por primera vez y ver fotos de gimnastas, en ese momento alucinas con todo lo que ves, estas en una película, quieres ser como todas las gimnastas que ves en las fotos».

Carolina Rodríguez, Ruth Fernández y Sara Llana bajan las escaleras del Club Ritmo. C. Peralta

Todo empieza en Alemania

El padre de Ruth Fernández, Ángel Fernández Córdoba, fue el fundador del Club Ritmo en el 1981. Aquel año, quedó prendado de la gimnasia rítmica tras observar, de primera mano, el Campeonato del Mundo celebrado esa misma fecha.

La acogida, recuerda Ruth, fue excelente por parte de la sociedad leonesa con hasta «lista de espera».

Un hecho que es todo un orgullo para su hija, que destaca que el club ha crecido «sin tradición».

Un gimnasio y «un museo»

Unas fotografias que cambiaron con los años. Desde el primer éxito del club, en el 1991, las imágenes pasaron de mostrar ídolos lejanos de leyendas internacionales a otros referentes autóctonos, forjados entre las paredes de la antigua sede.

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«Era como un museo, estaban todas las fotos, todas las copas, desde 1981 todo lo que se ha podido ir acumulando de triunfos, de momentos emotivos, olímpicos, lo recuperaremos en el otro», afirma Ruth Fernández. «Tienen más cosas mías aquí que en mi casa», señala entre risas Carolina Rodríguez, que confiesa que ha utilizado el gimnasio como localización predilecta para reportajes de prensa o para sus 'máster class' con alumnos internacionales.

Aunque es complicado medirlo con exactitud, Ruth Fernández calcula que más de 5.000 niñas han bajado las escaleras del Club Ritmo en un legado que, incluso, ha pasado de madres a hijas que mantienen la tradición de la ciudad por este deporte.

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Nueva sede, mismo espíritu

El Club Ritmo cambia de casa para crecer. Su principal premisa para tomar esta decisión es que la nueva sede, próxima a El Corte Inglés, cuenta con el triple de espacio. Una ampliación que invita a un mar de posibilidades tras el potencial que ha crecido en «un espacio pequeñito pero muy, muy bien aprovechado», como apunta Carolina, que era el local en San Agustín.

La propia Rodríguez y Sara Llana tendrán su homenaje ya que dan nombre a los dos vestuarios del nuevo centro. Además, Ruth Fernández promete mantener la esencia de «museo» y darle sitio a todas las fotografías, títulos y recuerdos para que las nuevas generaciones «conozcan la historia del club», añade.

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El Club Ritmo cambia, entre la nostalgia y la ilusión, para que el legado de Sara y Carolina siga su curso en un nuevo recinto con el alma y el espíritu de la sede de San Agustín.

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