Carlos tristán
Lunes, 26 de julio 2021, 18:20
En el estadio Nippon Budōkan, a una hora en coche de Yamaguchi, región de la isla de Honshū donde nació este campeón, el judoca japonés Shohei Ono revalidó este lunes el oro en -73 kilos tras imponerse en una igualadísima final al georgiano Lasha Shavdatuashvili. ... A sus 29 años, Ono es triple campeón del mundo y, también, el primer asiático que consigue dos títulos en judo en diferentes citas olímpicas. Además, con su medalla ha situado a Japón en lo más alto del ranking mundial en este peso con seis oros.
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El metal logrado este lunes tiene si cabe más valor al ser Ono el segundo judoca que logra algo así en casa tras hacer lo propio Takehide Nakatani en 1964. Una especialidad, no olvidemos, con un profundo arraigo en Japón, de donde es originaria.
En Tokio, Ono era el principal favorito al llegar invicto en su categoría en todos los torneos internacionales disputados desde 2015. El japonés cumplió con lo previsto y mostró su superioridad en el tatami en las primeras rondas, exhibiendo una actitud tranquila y severa y una fuerza que lo hacían parecer invencible. Hasta cuartos de final, terminó sus tres combates en menos de cuatro minutos. El mongol Tsogtbaatar Tsend-Ochir sí le exigió más en semifinales, decidiéndose el combate por un estrecho margen.
A Shavdatuashvili, en la final, le ganó en el tiempo extra de muerte súbita. De hecho, Ono corrió peligro de descalificación después de recibir su segunda penalización por shido. Una tercera le habría dado la pelea a Shavdatuashvili, ganador del oro de 66 kg en Londres 2012. Después de que el georgiano hubiera sorteado el intento de Ono de lanzar un uchi-mata en el interior del muslo, el campeón defensor derrotó a Shavdatuashvili con una decisiva patada de tobillo waza-ari en el sexto minuto de la prórroga.
Lo curioso es que aunque Ono sea hoy uno de los mejores judocas del mundo, su carrera no apuntaba tan alto durante su etapa en la educación secundaria. Entonces, Ono era el séptimo de los ocho judocas que competían en su club por un deporte que, en su caso, había escogido siguiendo la estela de su hermano mayor, quien sí tenía por delante una prometedora carrera en el tatami.
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Sin embargo, mientras Ono no terminaba de destacar entre sus compañeros, sí iba conquistando a sus entrenadores gracias a un espíritu de lucha que sí sobresalía sobre el resto. Con el tiempo, el ahora doble campeón olímpico empezó a ser un rival temible, hasta el punto de que cuando empezó la universidad ya era considerado uno de los mayores talentos nacionales.
El estilo y la fuerza del judo de Ono le han valido el apodo de «Mozart de la clase de 73 kg» o «Teddy Riner de Japón», entre algunos aficionados. Algunos otros llaman a sus combates «Sho (w) time», asociando su nombre con el popular jugador de Grandes Ligas Shohei Ohtani, otro ídolo en país nipón. Este lunes, Ono, que se tomó un año sabático tras su éxito en Río, destacó la dureza de la final que le llevó a los altares en su patria: «Hoy sentí como si todos los días duros y agotadores después de los Juegos Olímpicos de Río se condensaran en uno solo».
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