El tenis, un maravilloso laboratorio de investigación

La química de los materiales ha revolucionado las ropa y las raquetas de los tenistas. Lejos quedan los polos de algodón que retenían el sudor de los jugadores convirtiendo sus camisetas en un pesado lastre que disminuía el rendimiento. La aparición del poliéster permite camisetas mas transpirables y ligeras, el elastano les proporciona elasticidad, gracias a la poliamida se elaboran muñequeras y el poliuretano permite termosellar las marcas de los patrocinadores sin tener que coserlas como antaño.

Los que tenemos una edad recordamos aquellas raquetas de madera pesadas y frágiles que vibraban mucho, dificultaban el juego y provocaban lesiones. Luego llegaron las raquetas de acero, aluminio, grafito, titanio, etc. que han convertido las raquetas actuales en herramientas perfectas… y es que en el tenis que veremos en Tokio 2020 hay tantos elementos químicos como en la Tabla Periódica.

La nanotecnología ha revolucionado el tenis moderno. ¿Saben lo que es un nanómetro? ¡Únicamente lo que crece una uña en un segundo! Pues bien, dispositivos de carácter nanométrico se introducen en las empuñaduras de las raquetas para registrar la velocidad de las pelotas, su aceleración, el efecto que proporcionan los tenistas.. Posteriormente esos dispositivos mandan dicha información a ordenadores de los entrenadores que la usan para corregir el juego de sus pupilos. Todos estos avances serían imposibles sin el Big Data y la Inteligencia Artificial. Otros sensores nanométricos permiten mejorar el estado físico de los tenistas y prever lesiones. ¿Cómo? Durante los entrenamientos los atletas colocan nanosensores en su cuerpo que informan sobre el estado de sus músculos, nivel de agotamiento, capacidad de reacción, etc. Con estos datos los especialistas en medicina del deporte deciden modificar las cargas de trabajo o, incluso, recomendar a un tenista descansar varios días para evitar lesiones.

¿Hay física en el tenis? Mucha. Uno de los golpes más característicos de Nadal es el famoso «banana shot» en el que la pelota describe una curva espectacular. Gracias al gran efecto que imprime a la pelota (la bola de Rafa puede llegar a las 5000 r.p.m. mientras que la mayoría de los jugadores consiguen solo alrededor de 2600 r.p.m.) se generan presiones muy diferentes a ambos lados de la pelota. Para compensar esta diferencia de presiones aparece la denominada Fuerza de Magnus, clave en la dinámica de fluidos, que provoca un sorprendente cambio en la trayectoria en la pelota. Esta, que parecía que iba a irse fuera, entra en la pista. Los rivales de Rafa alucinan.

La tecnología también ha cambiado el tenis favoreciendo la labor de los árbitros gracias al «Ojo de Halcón». ¿Cómo funciona? Alrededor de la pista hay diez cámaras dotadas de sensores de alta resolución y unos 60 FPS que capturan infinidad de imágenes que son procesadas mediante un sistema de triangulación. Un sistema informático genera un mapa 3D de la pista y recrea la trayectoria de la bola con un margen de error de únicamente tres milímetros.

Acabo. Una de las mejores revistas del mundo, Nature, dedicó su portada a la multidisciplinariedad citándola como la herramienta científica más potente del siglo XXI. Pues bien, hoy les he mostrado que el tenis es el mejor ejemplo de multidisciplinariedad científica en el deporte… y es que es una sola pista hay tantas ciencias como en el mejor de los laboratorios. ¿Las han contado?