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Es ya una veterana, pero con la ilusión de una recién llegada al mundo del deporte. En la competitividad, el sacrificio y el derribar muros ha encontrado su pasaporte al éxito y la leonesa Mireya González (1991) mira al horizonte y ve sus segundos Juegos Olímpicos.
No ha sido un camino fácil. Después de la plata del Mundial de Japón de 2019 y unos Juegos Olímpicos de Tokio que, en este caso, no salieron del todo bien, se inicio un cambio generacional que dejó a Mireya González fuera de la selección nacional. Pero el rumbo no era el adecuado, la Federación optó por Ambros Martín y este técnico volvió a contar con la lateral leonesa: «Entendemos el balonmano de la misma manera».
Ahora, a sus 33 años recién cumplidos, la leonesa se siente lideresa de las 'Guerreras', una de esas capitanas – aunque no lleve el brazalete – que debe tirar más del carro cuando se tuercen las cosas. Y tiene claro que el equipo español, aunque no esté en la lista de favoritos, va a dar mucha guerra.
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Estamos a las puertas de unos Juegos Olímpicos, de tus segundos Juegos Olímpicos y de la mano del balonmano. ¿Cómo llegas a este deporte?
Fue mi padre quien me llevó a practicar balonmano. Cuando yo era pequeña quería jugar a baloncesto. En realidad, hacía muchos deportes, incluso hice taekwondo. Quería probarlos todos pero hubo un año en especial que me apetecía el baloncesto. Pero mis amigas estaban en balonmano y mi padre me sugirió que fuese con ellas a jugar al balonmano y que, si no me gustaba, tuviera la opción de dar marcha atrás. Esas condiciones me convencieron, me apunté… y hasta hoy. No sé que ha tenido el balonmano, pero me enganchó. Recuerdo que el primer año fue duro porque estaba empezando, no sabía nada, me ponían con niños más pequeños que yo que se reían de mí porque no me salía nada. Cosas de niños, nada más. Pero algo se creó ahí para que yo siguiera aunque no se me estuviera dando bien. Creo que fue en categoría benjamín y hoy día sigo con él.
¿Qué recuerdo guardas con especial cariño de esa etapa de formación?
Recuerdo que pasé muchos años en Maristas. Recuerdo que teníamos equipo y también lo tenía el Cleba y había mucha rivalidad. Era una locura, porque nos jugábamos representar a León en los campeonatos de Castilla y León y, quizá, en los de España si pasábamos la fase autonómica. Y esos partidos eran increíbles. Al final, muchas de mis mejores amigas salieron de aquellos partidos. El balonmano me ha dado, desde pequeñas hasta el día de hoy, la mayoría de las personas que tengo a mi lado.
¿Esa niña soñaba alguna vez con unos Juegos Olímpicos?
Y mucho. Creo que es el sueño más grande que tenía. A mi me gustaba mucho ir a ver el Ademar y, después de ver una película yo, que tenía mucha imaginación, me imaginaba el futuro. Y me veía tirando muy fuerte, tanto como para que el Ademar me fichara, aun siendo una chica. Y me ponía a entrenar en casa con pesas, muy pequeñas, de apenas dos kilos y le decía a mis amigas '¿Tú has visto a alguien empezar tan pronto a hacer pesas? ¿No, verdad? Pues por eso voy a ser la más fuerte y voy a jugar en el Ademar' (risas). Así me imaginaba yo el futuro, pero nunca creí que, realmente, podía dedicarme profesionalmente al balonmano hasta que, poco a poco, te lo vas encontrando.
¿En qué momento eres consciente de ello?
Esa madurez me llega en Alcobendas. Me fichan con 16 años, estuvo allí cinco años jugando y tuve entrenadores que en enseñaron muchísimo y confiaron muchísimo en mi. Ahí me di cuenta de que podía ser jugadora de balonmano profesional algo que, sinceramente, antes no sabía que existía. Ya no quería jugar en el Ademar, quería jugar en Alcobendas (risas). Fue una experiencia muy bonita.
Y vas cumpliendo sueños y retos. Incluso el de ser olímpica, ya en Tokio. ¿Cómo recuerdas aquellos Juegos Olímpicos en los que, quizá, en lo deportivo, no salieron las cosas como os hubiera gustado?
Dos años antes, en 2019, en Tokio, fuimos subcampeonas del mundo, así que para mí, ir a unos Juegos Olímpicos en Japón era ideal, tenía mucha magia. Y queríamos un resultado mejor, es verdad, no llegamos a los cuartos de final y son años de trabajo que no dan el resultado que queríamos, fue un palo. Pero sólo llegar a lo Juegos es importante, somos sólo 12 equipos, hay muchas selecciones que se quedan sin ir y el simple hecho de estar allí es para estar orgullosas. Está claro que nos hubiera gustado llegar más lejos, pero compartir esa experiencia con el equipo y otros deportistas es increíble.
¿Qué tiene de diferente a otra competiciones?
Todas son muy bonitas y me encanta vivirlas con el equipo, sobre todo si hay un grupo unido, con bueno rollo… Pero los Juegos Olímpicos son diferentes. Siempre ha sido mi sueño desde pequeña. Estás al lado de otros deportistas de todos los países y disciplinas, con gente que ha luchado muchísimo por estar ahí y esa convivencia es increíble. En un Mundial, en un Europeo en la Champions… convives con otras jugadoras de balonmano, pero aquí el ambiente es todavía más especial.
¿Con quién recuerdas haberte encontrado en Tokio que te haya marcado?
Con Pau y Marc Gasol. Son dos auténticas figuras del deporte español por todo lo que suponen y lo que han logrado. Son ídolos mundiales. Recuerdo hacerme una foto con ellos y (risas) son muy grandes. Pude compartir unas palabras con ellos y fueron muy agradables.
Enlazamos así con lo que viene. ¿A quién quieres encontrarte en París?
A Rafa Nadal. Le he seguido mucho desde hace años. Yo no tengo grandes cualidades, todo lo que he logrado me lo he ganado con trabajo y sacrificio y, en ese sentido, todas las vivencias de Nadal o de su exentrenador Toni siempre me han inspirado y me siento identificada.
Volvemos a lo puramente deportivo. ¿Cómo ha sido el ciclo olímpico para ti? Parecía que había un cambio de era, no entrabas en los planes en un inicio, pero has acabado volviendo a ser habitual.
Sí, es cierto. En este ciclo olímpico se ha cambiado dos veces de entrenador y, desde que ha vuelto Ambros Martín, ha contado más conmigo. Coincidí con él en el Györ, le he seguido mucho siempre y tenía muchas ganas de jugar con él. Cuando estuvimos juntos en Hungría fue increíble, me ayudó muchísimo. Fue poco tiempo, pero todo lo que aprendí de él, dentro y fuera de la cancha, fue increíble. Tenemos una manera de pensar muy parecida. Siempre que preparamos los partidos y le escucho tengo la sensación de que 'sí, sí, es verdad, estoy de acuerdo'. Pensamos igual, somos personas afines y vemos el balonmano de una manera muy parecida. Ha confiado mucho en mí y me ha dado confianza. Estaba un poco baja en ese aspecto después de dos años y medio sin entrar casi en la selección, así que ha sido clave para que vuelva a disfrutar jugando.
Y ahora tienes un rol diferente, más de jugadora veterana
Es un poco el rol que te da el entrenador. Lo he aceptado tal y como él me lo ha dado. Me ha dado muchísima confianza y es lo que también me ha hecho tener un rol un poco diferente.
¿Con qué objetivo vais las 'Guerreras' a París?
Queremos una medalla. Estamos trabajando muchísimo para ello, hemos llegado a los Juegos Olímpicos peleando mucho y ha habido momentos en los que lo veíamos muy lejano. Pero hicimos un preolímpico muy bueno y la idea es seguir dando pasitos hacia adelante. El techo nos lo ponemos nosotras realmente. Cuando hemos tenido un buen o un mal partido depende, en muchos casos, más de cómo lo hemos planteado que del rival en sí. Podemos competir de tú a tú con cualquiera de las favoritas y, si quieres aspirar a algo importante, tienes que confiar en que puedes hacerlo y mantener un nivel alto. La idea es poder estar en cuartos y seguir adelante.
Después del pasado Mundial, parece que llegáis de tapadas. ¿Os puede ayudar?
Entiendo perfectamente que, después del último Campeonato del Mundo, la gente no dé ni un duro por nosotras. Tuvimos muy pocos momentos brillantes, fuimos poco consistentes y la sensación no fue buena, tampoco para nosotros. Entiendo que incluso los rivales no nos tomen con un equipo candidato a las medallas y que nuestro público nos vea como 'a ver qué pueden hacer'. Es algo habitual en el deporte, pero puede ser un punto a favor ir de 'underdog', de ser ese equipo del que nadie se espera nada. Lo que ha pasado, ya pasó, ahora sólo nos centramos en lo que está por venir y, eso, está en nuestras manos.
Por último, ¿qué vas a meter en un tu maleta que te recuerde a León?
Cecina y jamón, que no sé cómo nos van a dar de comer en París (risas). No lo sé, la verdad, no lo he pensado aún mucho. Hasta que no esté allí, hasta estar en la ceremonia de apertura y escuchar el himno antes del primer partido, no soy consciente de dónde estoy. Pero seguro que jamón y cecina me llevo. Eso no falta.
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