A los chavales esto les suena a chino, pero ustedes quizá se acuerden de que, in illo tempore, cuando acababa la programación de televisión salía la carta de ajuste. Nunca supe con qué propósito, pero aparecía una imagen fija, unas rayitas como de cuadro de ... Mondrian y allí ya no había nada más que rascar. Aun así algunas veces me quedaba mirándola fijamente, medio hipnotizado, esperando que pasara algo. Luego quitaron la carta de ajuste y pusieron la teletienda, que cumplía la misma función pero con gente moviéndose y vendiendo el abdominazer.
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Este domingo echaron la carta de ajuste a los Juegos. Me tocó seguir la ceremonia de clausura debajo de un periodista búlgaro que a la media hora ya se había quedado sopa. Creo que todos hemos llegado al final con el piloto de la reserva encendido y les confieso que el otro día me sorprendí medio cerrando los ojos en el descanso del waterpolo. Actúe como actuaba en la Universidad cuando tenía clase de Historia a las tres y media de la tarde: me mordí los carrillos por dentro, respiré profundamente varias veces y empecé a tirarme pellizcos en los muslos. Estas mínimas torturas me sirvieron para pasar el rato malo con cierta dignidad y no ponerme a roncar durante toda la segunda parte, lo que probablemente me hubiera dado mala imagen ante la prensa internacional.
Al periodista búlgaro lo despertaron al cuarto de hora unos colegas suyos, aunque yo lo hubiera dejado dormir como un bendito. Tampoco se iba a perder gran cosa. La ceremonia de clausura consistió en bailes regionales y discursos y hasta la Marsellesa, que es un himno feroz y enérgico, la tocaron en plan muermo, como si la Revolución Francesa la hubieran hecho dos subsecretarios jugando al cinquillo en el Palacio de las Tullerías. Dio la impresión de que Tokio tenía prisa por pasarle el marrón a París y quitarse de encima a tanto periodista y a tanto atleta que a saber los bichos que habrán traído. A mí me han hecho 10 PCR en 26 días y aún me dicen que Boris Johnson igual me pone pegas a que pase por Londres de camino a Madrid. Ni siquiera me importa. Con que me deje un sofá cómodo en Heathrow para echarme una cabezadita...
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