Emilio V. Escudero
Enviado especial. Tokio
Martes, 3 de agosto 2021, 05:48
La misma ilusión en los ojos, la misma pasión en los brazos. Remó Teresa Portela hacia la gloria en Tokio como lo hacía en Aldán cuando era una niña que apenas tenía aspiraciones deportivas, pero que disfrutaba como nadie sobre la piragua. Amor que ... le llevó a conquistar pequeñas cimas olímpicas hasta alcanzar el podio este martes en Tokio. Plata en sus sextos Juegos Olímpicos.
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Nacida en un pequeño pueblo costero de Galicia, Aldán, Teresa Portela (1982) no tardó en dejar a un lado otros deportes y decantarse por el piragüismo. Salir al mar y explorar el mundo era para esta una niña liberación. Afición que no abandonaría ya nunca y que se convirtió en una pasión. En su vida.
Porque con 18 años ya estaba en los Juegos, en su primera participación allá por Sídney 2000. Una joven ambiciona que se quedó fuera de las finales. Le sirvió la experiencia para aprender y para volver más fuerte cuatro años después, quinta en Atenas 2004. Dos Juegos, suficientes muchos, no lo eran para ella, que alargó su carrera hasta Pekín 2008. Más sacrificio. Más alegrías salpicadas en ese ciclo olímpico. Porque no solo de los Juegos ha vivido Portela, con 32 medallas en su haber entre Europeos y Mundiales.
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En la cita China, ya con una experiencia importante, volvió a repetir quinto puesto. Otra decepción que le hizo centrarse en las pruebas individuales. Llegó entonces Londres 2012, su mayor golpe y eso que escaló hasta el cuarto puesto. El que nadie quiere. Una mala salida y un final apretado le dejaron fuera del podio por muy poco. Un suspiro.
Llegó entonces la crisis, superada ya la treintena, y el giro hacia lo personal. Fue mamá de Naira en pleno ciclo olímpico, al que se subió en la segunda parte para volver a lograr el billete para unos Juegos. Una rutina que esconde detrás infinidad de horas de entrenamiento en las que muchas veces la familia queda apartada. Lo hacía porque estaba convencida de que la medalla olímpica era posible.
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No la alcanzó tampoco en Río 2016, con un sexto que le hizo pensar por momentos en la retirada. Con 34 años y una niña pequeña, Portela se lo pensó mucho antes de continuar adelante. Quería darse una última oportunidad pero, si seguía, era para hacerlo a lo grande. Para luchar por todo y no solo para figurar.
Aterrizada en Tokio 2020, su mera presencia era ya historia del deporte español, pues superaba la gallega a Arantxa Sánchez-Vicario, a María Vascoo Pilar Fernández como la atleta con más presencias en unos Juegos (6). A ese hito, aún le quedaba uno más grande. El de convertirse en medallista olímpica. Plata al fin para esa niña que disfrutaba remando en la Ría de Aldán y que ha recogido el premio a su constancia.
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