Balón de Oro en el agua

Fue en los Juegos de Barcelona, y en la piscina Bernat Picornell de la montaña de Montjuïc aún resuenan los ecos de la batalla sin cuartel que libraron España e Italia. Era el último día de los Juegos del 92 y todo el mundo soñaba con el broche de oro perfecto. Incluso el rey Juan Carlos, presente en el palco y animando como un poseso. Los transalpinos se llevaron el gato al agua tras tres prórrogas interminables y muchos de los que aquel día estaban en la pileta pensaron que España nunca estaría tan cerca de tocar la gloria olímpica. Estaban equivocados. El grupo se levantó de un palo moral mayúsculo y cuatro años después, en esta caso ante Croacia (Italia cayó en semifinales), se tomaron la revancha. Tocaron la gloria y por fin pudieron descansar.

Especialmente Manel Estiarte, nombrado siete veces mejor jugador mundial, que tenía previsto acabar su carrera en Barcelona y tuvo que prolongarla unos años más para hacer realidad su sueño de ser campeón olímpico. Lo logró y cuatro años después, al término de los Juegos de Sidney, donde fue el abanderado español, colgó el traje de baño y el gorro, poniendo fin a una carrera de 23 años en la selección absoluta, con la que participó en seis Juegos Olímpicos y con la que escribió las páginas más brillantes del waterpolo español en toda su historia. Una leyenda viva del deporte que luego fue miembro del Comité Olímpico Internacional, Premio Príncipe de Asturias de los Deportes y hasta hace bien poco miembro del staff técnico del FC Barcelona.