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Empezó tirándose bolas de nieve con sus padres en la cuesta de la madrileña estación de Valcotos, sin haberse subido nunca antes a unos esquís, y terminó ganando un diploma en un deporte de exhibición en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Raquel Gutiérrez (Madrid, 19 de mayo de 1974) fue reconocida por la Federación Internacional de Esquí (FIS, por sus siglas en inglés) como 'Novata del año' en 1990 en ballet de esquí. Ese deporte que más tarde se llamó acro y hoy en día cuesta incluso escuchar. «¿Que si hay alguien que lo practique ahora?», repregunta extrañada tres décadas después de su debut en Albertville'92. Lo duda, pero ¿cómo desaparece un deporte?
La pregunta no es fácil de hacer y la respuesta, a la vista está, difícil siquiera de plantearse. Dos semanas y media de Juegos de Invierno en Beijing que terminan hoy, 15 disciplinas, 2.800 deportistas y solo algunas referencias aisladas al ballet de esquí. «¿Sabías que el ballet de esquí fue un deporte de demostración en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1988 y 1992?», preguntaba en un tuit el Comité Olímpico Internacional a mediados de enero. La mayoría de quienes respondieron no tenían ni idea.
Pues bien, el ballet de esquí, junto
a los baches y los saltos, era una
modalidad del freestyle o esquí
acrobático primigenio en la que
los deportistas realizaban figuras
como piruetas o mortales sobre
los bastones al ritmo de la música.
Pues bien, el ballet de esquí, junto
a los baches y los saltos, era una
modalidad del freestyle o esquí
acrobático primigenio en la que
los deportistas realizaban figuras
como piruetas o mortales sobre
los bastones al ritmo de la música.
Pues bien, el ballet de esquí, junto
a los baches y los saltos, era una
modalidad del freestyle o esquí
acrobático primigenio en la que
los deportistas realizaban figuras
como piruetas o mortales sobre
los bastones al ritmo de la música.
Pues bien, el ballet de esquí, junto
a los baches y los saltos, era una
modalidad del freestyle o esquí
acrobático primigenio en la que
los deportistas realizaban figuras
como piruetas o mortales sobre
los bastones al ritmo de la música.
Y quizá con esa descripción pueda alguien imaginárselo, pero se hace necesario verlo para entender una disciplina a medio camino entre el arte y el deporte encima de los esquís...
En Albertville 1992, la prueba de ballet en esquí acrobático era de exhibición...
Los Juegos Olímpicos (@juegosolimpicos) January 8, 2022
Aquí les presentamos a Raquel Gutiérrez de España 🇪🇸@COE_es @FISfreestyle @RFEDInv pic.twitter.com/d4Y8DTmxoT
En el vídeo anterior suena 'Pink Elephants on Parade', la canción de la película Dumbo con la que Raquel, que se enfundó en unos pantalones amarillos con brillantes que todavía conserva, inauguró la pista de la final de ballet en los Juegos de Albertville un 10 de febrero de 1992. Llevaba el número 1 a la espalda y empezó muy nerviosa. Al final fue octava, pero salió «contentísima». Guarda enmarcado su diploma, con la antorcha olímpica que tiene de recuerdo, el muñeco de Magique, la mascota oficial, y una caja repleta de recuerdos de aquella época.
Algunos de los recuerdos que conserva Raquel Gutiérrez.
El diploma que ganó en Albertville.
Posando
con soltura en un entreno.
Raquel Gutiérrez a día de hoy, sigue haciendo deporte habitualmente,
pero mucho menos esquí.
ÓSCAR CHAMORRO
Algunos de
los recuerdos que conserva Raquel Gutiérrez.
El diploma que ganó en Albertville.
Posando con soltura en un entreno.
Raquel Gutiérrez a día de hoy, sigue haciendo deporte habitualmente, pero mucho menos esquí.
ÓSCAR CHAMORRO
Algunos de los recuerdos que conserva Raquel Gutiérrez.
El diploma que ganó en Albertville.
Posando con soltura en un entreno.
Raquel Gutiérrez a día de hoy, sigue haciendo deporte habitualmente,
pero mucho menos esquí.
ÓSCAR CHAMORRO
Algunos de los recuerdos que conserva Raquel Gutiérrez.
El diploma que ganó en Albertville.
Posando con soltura en un entreno.
Raquel Gutiérrez a día de hoy, sigue haciendo deporte habitualmente,
pero mucho menos esquí.
ÓSCAR CHAMORRO
Con una mezcla entre «patinaje artístico y gimnasia deportiva», el ballet «era raro, rarísimo», pero «muy especial», asegura hoy Gutiérrez al hablar de este deporte con el que se proclamó campeona de España una y otra vez desde que empezó a competir en estas pruebas en 1985 y con el que se aupó al primer puesto de tres ediciones del campeonato del mundo junior (1989, 1991 y 1994). En Albertville tenía 17 años y hacía 11 que había empezado a esquiar, el mismo tiempo que llevaba practicando ballet de esquí. «Llevaba un par de clases cuando vi a una pareja de profesores jovencitos que además bailaban con los esquís y me quedé como loca…», cuenta. Ella se llamaba Nieves y él, Salvador. Analogías a parte, ambos fueron claves en la trayectoria, después meteórica, de Raquel.
«A partir de entonces todos los fines de semana tomaba clase con ellos. Mi padre, que era más animado, tuvo que aprender a esquiar, y después también mi madre», recuerda entre risas. Alguien tenía que acompañarla. Así, Raquel comenzó pronto a obtener resultados y empezó a tomárselo «cada vez más en serio». En su primera cita mundial, esa de 1989 celebrada en Tignes (Francia), ganó. Era el curso de su 15 cumpleaños y ese novedoso deporte llegado del otro lado del charco que ya se había convertido en su pasión seguía evolucionando. Nada hacía indicar entonces que al acro le quedaban apenas diez años más en la élite.
La pista
El ballet de esquí no es
un deporte precisamente
sencillo. Durante un minuto y medio, los esquiadores realizaban saltos, giros y volteretas al ritmo de la música en una pista rectangular que tenía
unos 15 grados de desnivel.
Las figuras
En la rutina los deportistas debían incluir obligatoriamente dos tipos de figuras: mortales y helicópteros.
Los jueces
El ejercicio era evaluado por un panel de jueces (siete a nivel internacional) que puntuaban de acuerdo con unos baremos sobre armonía, dificultad y ejecución.
En las competiciones oficiales los deportistas debían entregar a los jueces un plano con
las figuras que iban a realizar y la dificultad de cada una.
Este es un ejemplo real de Raquel, ya con las anotaciones del juez
El material
Los esquís eran de madera y más cortos de lo habitual (medían unos 140 cm o 120 en el caso de Raquel, con sus 1,48 metros de estatura)
La ropa, en los
campeonatos,
mezclaba el
estilo del
patinaje
artístico con
los monos
de esquí
Las fijaciones tenían
anulada su
función de
seguridad,
para evitar su
desenganche
involuntario
Los bastones eran más gruesos y largos y solían llegar en torno a los hombros (los de Raquel medían
unos 125 cm)
La pista
El ballet de esquí no es
un deporte precisamente
sencillo. Durante un minuto y medio, los esquiadores realizaban saltos, giros y volteretas al ritmo de la música en una pista rectangular que tenía
unos 15 grados de desnivel.
Las figuras
En la rutina los deportistas debían incluir obligatoriamente dos tipos de figuras: mortales y helicópteros.
Los jueces
El ejercicio era evaluado por un panel de jueces (siete a nivel internacional) que puntuaban de acuerdo con unos baremos sobre armonía, dificultad y ejecución.
En las competiciones oficiales los deportistas debían entregar a los jueces un plano con
las figuras que iban a realizar y la dificultad de cada una.
Este es un ejemplo real de Raquel, ya con las anotaciones del juez
El material
Los esquís eran de madera y más cortos de lo habitual (medían unos 140 cm o 120 en el caso de Raquel, con sus 1,48 metros de estatura)
La ropa, en los
campeonatos,
mezclaba el
estilo del
patinaje
artístico con
los monos
de esquí
Las fijaciones
tenían
anulada su
función de
seguridad,
para evitar su
desenganche
involuntario
Los bastones eran más gruesos y largos y solían llegar en torno a los hombros (los de Raquel medían
unos 125 cm)
La pista
El ballet de esquí no es
un deporte precisamente
sencillo. Durante un minuto y medio, los esquiadores realizaban saltos, giros y volteretas al ritmo de la música en una pista rectangular que tenía
unos 15 grados de desnivel.
Las figuras
En la rutina los deportistas debían incluir obligatoriamente dos tipos de figuras: mortales y helicópteros.
Los jueces
El ejercicio era evaluado por un panel de jueces (siete a nivel internacional) que puntuaban de acuerdo con unos baremos sobre armonía, dificultad y ejecución.
En las competiciones oficiales los deportistas debían entregar a los jueces un plano con
las figuras que iban a realizar y la dificultad de cada una.
Este es un ejemplo real de Raquel, ya con las anotaciones del juez
El material
Los esquís eran de madera y más cortos de lo habitual (medían unos 140 cm o 120 en el caso de Raquel, con sus 1,48 metros de estatura)
La ropa, en los
campeonatos,
mezclaba el
estilo del
patinaje
artístico con
los monos
de esquí
Las fijaciones
tenían
anulada su
función de
seguridad,
para evitar su
desenganche
involuntario
Los bastones eran más gruesos y largos y solían llegar en torno a los hombros (los de Raquel medían
unos 125 cm)
La pista
El ballet de esquí no es
un deporte precisamente
sencillo. Durante un minuto y medio, los esquiadores realizaban saltos, giros y volteretas al ritmo de la música en una pista rectangular que tenía
unos 15 grados de desnivel.
Las figuras
En la rutina los deportistas debían incluir obligatoriamente dos tipos de figuras: mortales y helicópteros.
Los jueces
El ejercicio era evaluado por un panel de jueces (siete a nivel internacional) que puntuaban de acuerdo con unos baremos sobre armonía, dificultad y ejecución.
En las competiciones oficiales los deportistas debían entregar a los jueces un plano con
las figuras que iban a realizar y la dificultad de cada una.
Este es un ejemplo real de Raquel, ya con las anotaciones del juez
El material
Los esquís eran de madera y más cortos de lo habitual (medían unos 140 cm o 120 en el caso de Raquel, con sus 1,48 metros de estatura)
La ropa, en los
campeonatos,
mezclaba el
estilo del
patinaje
artístico con
los monos
de esquí
Las fijaciones tenían
anulada su
función de
seguridad,
para evitar su
desenganche
involuntario
Los bastones eran más gruesos y largos y solían llegar en torno a los hombros (los de Raquel medían
unos 125 cm)
«Bueno, ahora veo fotos de entonces y digo: '¡Madre mía…!'», admite Raquel mientras hace memoria de los 'looks' de sus rutinas. Pero más allá de la vestimenta, adecuada a «esos tiempos», sorprende conocer cómo fue cambiando y asentándose la disciplina a la par que lo hacía el material con el que competían los deportistas. En ballet había dos elementos críticos: los esquís, que soportaban el peso de las caídas y debían permitir los movimientos, y los bastones, que debían sostenerlos en el aire.
«Yo peso poquito, pero piensa que había chicos de dos metros haciendo mortales y cayendo desde muy arriba…», recuerda la esquiadora. Y no ganaba para bastones: «He roto muchos, pero si fuesen normales los hubiera roto todos».
«Nosotros al tubo del bastón le metíamos otro bastón dentro más fino, porque si no no aguantaba», apunta Carlos Olmedo, ahora profesor de esquí en Sierra Nevada. Habla de los 70, de los inicios del 'freestyle' en España. Los esquís «teníamos que cortarlos nosotros y poner la fijación en el centro…», cuenta. Eran, no tiene duda, «unos pedazos de hierro». Pero así se engancharon a unas disciplinas en las que los deportistas ponían las reglas.
«El objetivo era divertirse por encima de todo, disfrutar y hacer cosas que nadie hace». Luis Fernando Rivas 'el Búho' es uno de los nombres que sale pronto a la palestra hablando de aquellos años. Este madrileño que terminó dando nombre a unos esquís hechos a medida en la Seu d'Urgell –los 'Samid del Búho'–, formaba parte del equipo alpino nacional cuando un par de años antes de los Juegos Olímpicos de Innsbruck'76 se rompió la tibia. Rompió en esa época también con las ataduras de una disciplina que consideraba entonces «dictatorial» y acudió a la llamada de Olmedo desde Sierra Nevada, donde la pista La Visera –ideal para los baches– fue principal testigo de un novedoso Trofeo Camel que reunió a algunas figuras internacionales y otros deportistas nacionales del esquí acrobático en el curso 74/75.
Luis Fernando Rivas, en el Trofeo
Camel celebrado a mediados
de los 70 en Sierra Nevada.
Medallas conseguidas en el Nacional
de 1982.
Sus esquís negros (estos eran para los baches).
Rivas con Pepe Penche haciendo una exhibición en Sierra Nevada. Ambos consiguieron un primer esponsor para empezar con el profesionalismo en el esquí acrobático.
Luis Fernando Rivas, en el Trofeo
Camel celebrado a mediados de
los 70 en Sierra Nevada.
Medallas conseguidas en el Nacional
de 1982.
Sus esquís negros (estos eran para los baches).
Rivas con Pepe Penche haciendo una exhibición en Sierra Nevada. Ambos consiguieron un primer esponsor para empezar con el profesionalismo en el esquí acrobático.
Luis Fernando Rivas, en el Trofeo
Camel celebrado a mediados
de los 70 en Sierra Nevada.
Medallas conseguidas en el Nacional
de 1982.
Sus esquís negros (estos eran para los baches).
Rivas con Pepe Penche haciendo una exhibición en Sierra Nevada. Ambos consiguieron un primer esponsor para empezar con el profesionalismo en el esquí acrobático.
Luis Fernando Rivas, en el Trofeo
Camel celebrado a mediados
de los 70 en Sierra Nevada.
Medallas conseguidas en el Nacional
de 1982.
Sus esquís negros (estos eran para los baches).
Rivas con Pepe Penche haciendo una exhibición en Sierra Nevada. Ambos consiguieron un primer esponsor para empezar con el profesionalismo en el esquí acrobático.
Hay que tener en cuenta que no fue hasta 1979 cuando la FIS reconoció oficialmente al 'freestyle'. Un año después se celebró la primera edición de la Copa del Mundo y no fue hasta el 86 cuando Tignes acogió los primeros Campeonatos del Mundo. Y hace tanto tiempo de aquello que no hay datos de cuántos federados llegó a haber entonces en España. «No era un deporte de masas», advierte Raquel, pero sí que tenía «vidilla».
En cualquier caso, hacer trucos con los esquís debe de ser tan viejo como el propio esquí. La historia del ballet, ligada al freestyle, lo que se llamó en sus inicios 'hot dog' en Estados Unidos, proviene de la contracultura juvenil del esquí de los 60 y 70. Los jóvenes estaban «aburridos de las reglas», como dice el Búho, y con el tiempo aquellos 'locos' que se tiraban montaña abajo sintiéndose libres fueron dando forma a tres disciplinas diferenciadas.
Estaban los saltos, realizando giros y piruetas en el aire al lanzarse por una rampa, los baches, descendiendo por una pista con montículos, y el ballet, que mezclaba la danza con los mortales. Luego estaba la combinada, que unía a las otras tres. «Como si fuera un triatlón, pero de esquí artístico», resume Rivas, al que los deportistas de otros países apodaban 'el matador', sobre todo «porque tenía una rutina de ballet muy española, vestido de negro con un fajín rojo y con la ópera 'Carmen' de Bizet». Él se convertiría después en uno de los referentes del deporte en España, con una quincena de campeonatos nacionales a su espalda, además de otras actuaciones destacadas en las citas europeas y mundiales. Se retiró en 1982.
«Siempre ha habido algún chalado con ganas de hacer algo distinto, no solo desplazarse con los esquís, no solo hacer lo convencional», advierte Martí Rafel Herrero, bronce en combinadas en el Campeonato del Mundo de 1989 y olímpico en 1992 en los baches de Albertville, prueba que ya estaba dentro del programa oficial (los saltos entraron en 1994). En 1988, la primera vez que el 'freestyle' entró en los Juegos como disciplina de exhibición, compitió en la que era su especialidad: el ballet.
Martí Rafel, entrenando ballet en La Molina.
Con Raquel Gutiérrez en Albertville’92.
En una exhibición
en la avenida Diagonal de Barcelona.
Martí Rafel, entrenando
ballet en La Molina.
Con Raquel Gutiérrez en Albertville’92.
En una exhibición en la avenida Diagonal de Barcelona.
Martí Rafel,
entrenando ballet
en La Molina.
Con Raquel Gutiérrez en Albertville’92.
En una exhibición en la avenida Diagonal de Barcelona.
Martí Rafel, entrenando ballet en La Molina.
Con Raquel Gutiérrez en Albertville’92.
En una exhibición
en la avenida Diagonal de Barcelona.
Es difícil establecer un único punto de partida para el ballet y el 'freestyle' en España. Explica Martí que este movimiento se gestó «a la vez en distintos puntos». Desde los Pirineos, donde él aprendió del santanderino Lay Gainza en La Molina, pasando por Madrid, Navacerrada, hasta el sur, en Sierra Nevada.
«En pretemporada se organizaban las típicas fiestas de la nieve en las mejores discotecas y empezaron a hacer pases de películas para enseñar a la gente lo que podía ser el esquí», recuerda de aquellos primeros años. Las cintas son, de hecho, un elemento común. Las recuerda también Olmedo de años antes porque «las ponía en el hotel el director de la Escuela Española de Esquí de Sierra Nevada, Ángel Sanz, los días que hacía mal tiempo». Pero también las recuerda Raquel. Las conseguía su padre, gran valedor de la disciplina, eran en beta o VHS y «casi sin música, de bastantes años antes, de los inicios del 'hot dog'». Porque, si no, ¿cómo aprende una a ser campeona del mundo?
Y eso que la libertad en esta disciplina ha estado siempre muy presente. Es, como dice Raquel, «un poco hippie».
Sí que tuvo un paso propio la estadounidense Suzy Chaffee: el 'Suzy Contortion Spin'. «Para mí el ballet de esquí es un poco espiritual, como abrazar las montañas», asegura la deportista, olímpica en Grenoble'68 en esquí alpino y actriz en películas como 'The Moebius Flip' (1969), una cinta de ciencia ficción, 'Hot Dog' (1984), en la que se veía una rutina completa de ballet, o 'Fire and Ice' (1986), una historia de amor y aventuras dirigida por el esquiador reconvertido en director de cine Willy Bogner y en la que también trabajó John Eaves, campeón mundial de freestyle de Canadá y doble de James Bond. Es decir, Chaffee, que fue la primera mujer en formar parte de la junta directiva del Comité Olímpico estadounidense, era protagonista de algunas de esas sesiones de cine que se veían en España mientras el esquí acrobático estaba en lo alto de la ola.
El ‘Suzy Contortion Spin’, realizado por Suzy Chaffe en 1980.
El ‘Suzy Contortion Spin’, realizado por Suzy Chaffe en 1980.
El ‘Suzy Contortion Spin’, realizado por Suzy Chaffe en 1980.
El ‘Suzy Contortion Spin’, realizado por Suzy Chaffe en 1980.
Fue en la primera de estas cintas donde comenzó a experimentar con el ballet de esquí. «Yo era bailarina, además de esquiadora desde los seis años, así que tenía la fantasía de bailar montaña abajo», asegura. Encontró en esta modalidad su pasión y, de hecho, le puso música. «Eso transformó la competición en una comunión de creatividad emocionante», asegura. Eran los comienzos de los años 70 y entonces el ballet de esquí no tenía tanto de ballet, hasta que algunas deportistas como Chaffee o Genia Fuller, reconocible porque salía a la pista sin bastones, comenzaron a impulsar el cariz artístico y coreográfico de la modalidad.
Chaffee comenzó pronto a usar esquís más cortos «para girar más rápido de manera más artística y hacer que el esquí fuera más seguro» y peleó por mantener a hombres y mujeres compitiendo juntos, «lo que hizo que el estilo libre fuera totalmente rompedor e inspiró a miles de espectadores». En aquella época fue tres veces campeona del mundo, luchó por los derechos de las mujeres en el deporte y trabajó para que el ballet siguiese dando pasos adelante, pero dejó la competición en 1975. Entonces había grupos de deportistas que hacían auténticas giras con exhibiciones de estos deportes.
Más tarde, el encorsetamiento de las reglas necesarias para que la disciplina se asentara en la competición oficial fue un tema controvertido en algunos círculos. «Desafortunadamente, no se convirtió en un deporte olímpico como los saltos y los baches porque los jueces exigían trucos, saltos y volteretas sin parar que destruyeron el hermoso flujo y el arte expresivo», advierte la deportista estadounidense, que suma ahora 75 años y sigue poniéndose los esquís.
Tras los Juegos de Albertville'92, los saltos y los baches entraron en el programa oficial en Lillehammer'94, pero el ballet no. «En ese momento el ballet murió», zanja Martí, que había dejado la competición tras su segunda participación olímpica. Pero, ¿fue así de repentino?
Raquel y Martí coinciden en que el auge de otras modalidades que permitían «nuevas formas de expresarse» hicieron que el ballet fuese quedando en un segundo plano. Era el momento de la nueva escuela. A la par, en 1996 la FIS cambió el nombre oficialmente al ballet de esquí por acro. En el año 2000 la disciplina salió oficialmente de la federación y dejaron de organizarse competiciones al máximo nivel. Coincide que fue también entonces cuando Raquel decidió que había llegado el momento de cambiar de etapa.
¿Y ahora? La madrileña se sigue poniendo los esquís, pero se le hace muy difícil encontrar a alguien más bailando en la pista. Así que la respuesta está en internet, donde los vídeos de estos deportistas enfundados en coloridos trajes, al ritmo de ópera, música disco o rock, y que hacen increíbles piruetas y mortales que los dejan a metro y medio del suelo han encontrado una segunda vida. Resulta que hay un grupo en Facebook, con más de 1.000 seguidores, que se llama 'Bring Ballet Skiing Back' ('Traigamos el ballet de esquí de vuelta'). Mayúscula sorpresa.
Ahí se encuentran muchos de quienes fueron protagonistas del escenario del ballet de esquí en diferentes épocas. Genia Fuller, Bob Howard o Mike Nemesvary, pioneros del deporte, comparten espacio con el propio Martí Rafel, el Búho o Raquel. Hace unos cuantos días una nueva publicación causó furor en el grupo: el francés Fabrice Becker, oro en la prueba masculina en Albertville'92, desempolvó los esquís después de 22 años sin tocarlos y ocurrió lo que sigue a continuación:
Si volverá es de momento una incógnita, pero ¿quién se iba a imaginar que una jornada de bolas de nieve en la cuesta de la estación de Valcotos, en Madrid, iba a terminar en Albertville'92? ¿Quién se iba a imaginar que esa disciplina fuera a desaparecer poco después? Cuando se cumplen 30 años de aquella gesta que dejó a la madrileña entre las ocho mejores deportistas del mundo, el ballet de esquí, después acro y antes 'hot dog', es ahora un recuerdo, pero sin duda cada vez más vivo.
La relación de Raquel Gutiérrez con el esquí está muy vinculada a su familia. «Al final los arrastré a todos», recuerda con una sonrisa. Sus padres tuvieron que aprender a esquiar y su hermana pequeña, Sara, fue una destacada deportista de las pruebas combinadas de esquí artístico. Pero entre todos ellos destaca la figura de su padre, José Pedro Gutiérrez.
«A mi padre le debo todo; a nivel personal como hija y a nivel deportivo desde el día que me llevó a tirarme las primeras bolas e nieve y hasta el final», asegura la deportista. Se emociona, de hecho, al recordar a quien se convirtió en su mayor valedor y a quien la familia despidió el año pasado.
«En cuanto vio que me gustaba empezó a esquiar y poco a poco se fue metiendo en la federación madrileña, para apoyar el deporte desde ahí, y en la federación nacional, organizando el equipo, buscando patrocinadores...». También consiguiendo vídeos para entrenar, ayudando a elegir la música de las rutinas o a entrenar los mortales con Raquel en el parque de debajo de su casa, porque no solo se entrenaba en la nieve. Fue, de hecho, parte de la historia del ballet de esquí en España.
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