Australia fulmina a una Argentina en inferioridad

Salió Australia con fuerza, dispuesta a sorprender a una de las aspirantes al oro, y quizá un poco pasada de frenada. La albiceleste, bien mandada por un MacAllister de más a menos, trató de hacerse con el control del balón y el partido, buscando la conexión con un Valenzuela muy activo, pero los aussies estaban más entonados. Tras avisar a los once minutos, Duke se reivindicaba como estrella para habilitar a Wales, que ponía en ventaja a los oceánicos.

Demasiado castigo para una Argentina que se volcó pronto a por el empate con la misma receta que aplicó al comienzo del partido. Valenzuela lo tuvo en un barullo que la defensa australiana sacó como pudo cuando parecía entrar a gol, y Australia contestó incrementando la presión a un ritmo muy difícil de mantener durante todo el partido. La narrativa era la prevista: control argentino del balón, pero el resultado no, con una sorprendente ventaja aussie mientras Arzani se pegaba él solito con media albiceleste.

Argentina cometía los mismos pecados que tres horas antes habían condenado a España ante Egipto, pero los australes estaban además menos precisos en la combinación. Batista, estático en su banda, no encontraba soluciones y cuando Barco encontraba la inspiración su disparo se estrellaba contra la cruceta. A cambio, Ledesma había despejado felino una chilena aussie que, de haber entrado, podía haber sido el gol del campeonato.

Llegó entonces la jugada de Peter Sellers que dejó a los de Batista con diez. Con Ortega recién amonestado, el serbio Srdjan Jovanovic se tiraba más de tres minutos para permitir que se pusiera en juego un libre indirecto mientras la defensa se peleaba con el gigante Souttar. En plena refriega ante un árbitro que no silbaba, McGrew y Ortega se metían en otra guerra posicional de agarrones; un clásico del fútbol, que terminaba con amarilla para ambos. Absurda y desmesurada expulsión del argentino justo antes del descanso que ponía el partido muy complicado a la albiceleste. Jovanovic debería aprender que el mejor árbitro es aquel cuyo nombre no se recuerda. No será su caso.

No le debió gustar Valenzuela a Batista, porque le dejó en el banquillo tras el descanso para dar la alternativa a Ponce, pero quien estuvo a punto de marcar nada más reanudarse el partido fue Australia hasta en dos ocasiones. El larguero y Ledesma impidieron que los disparos de Genreau y Arzani se convirtieran en gol. Reaccionó Argentina, con un juego más vertical ante una dura Australia que se iba cargando de tarjetas pero con un jugador más. Lo hizo encomendada a la clarividencia de Ezequiel Barco, que falta hacía tras el apagón que sufrió MacAllister. Pero una vez más fue Australia, esta vez por mediación de McGree, la que estuvo de nuevo a punto de hacer gol. De nuevo fueron los reflejos de Ledesma los que lo impidieron, pero al final el recién incorporado Tilio acabó encontrando el premio en forma de tanto de la sentencia. Y menos mal que solo fue un 0-2.

Al final, Graham Arnold ganó la batalla táctica a Fernando Batista, aunque contó con la inestimable ayuda de una injusta superioridad numérica. El Grupo C, en el que las plazas parecían poco menos que adjudicadas a España y Argentina, es ya el de la revolución de los pobres. El duelo entre la albiceleste y La Roja en la última jornada puede ser agónico.