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dani gonzález
Martes, 2 de agosto 2016, 10:47
El corazón de Carolina Rodríguez bombea torrentes de gimnasia rítmica y su piel es testigo de la pasión que profesa a los Juegos Olímpicos. La gimnasta leonesa ya mira al futuro, a los próximos días, en los que tomará parte en Río, sus terceros Juegos. «Se lucha contra viento y marea para llegar. Es la competición más top que existe para un deportista, y el sueño de cualquiera que se dedique a esto», explica Carolina.
La leonesa reconoce que no se imaginaba ser olímpica tres veces cuando comenzó. «He tenido muchos altibajos, me he desmoralizado, ha habido momentos de no levantar la cabeza Te da qué pensar que, después de tantos años, pueda disputar unos terceros Juegos Olímpicos y que me encuentre mejor que nunca», explica Carolina.
De cada participación olímpica guarda un recuerdo, un tatuaje con el que rememora esos momentos especiales. «Lo había visto en otros deportistas. Los tatuajes siempre me han gustado pero me prometí que solo me tatuaría algo muy especial, porque lo vas a llevar toda la vida. Y ahí entran los Juegos. Son tan selectos, acceden tan pocos somos unos privilegiados», señala.
Para rememorar Atenas, el lienzo elegido fue su tobillo con cinco globos que representan los aros olímpicos. «Pensé que iban a ser los últimos, tenía que recordarlos», apunta Carolina. Ocho más tarde, su torso refleja lo emocionante de los Juegos Olímpicos de Londres con el nombre de la capital británica que esconde el 2012 en sus primeras tres letras. «No podía dejar pasar la oportunidad», añade. Y ahora ya está pensando en el que se hará después de Río. «Será algo especial, no los típicos aros, porque con estos Juegos acabaré mi carrera», anuncia.
Retirada sin marcha atrás
«Es una decisión muy pensada», asevera Carolina Rodríguez sobre su retirada. «Le he dado al deporte todo lo que podía. Estoy en mi mejor momento y, aunque me dé mucha pena, es el instante de dejarlo, no me gustaría aguantar uno o dos años más y verme flaquear, sería un mal recuerdo», asegura.
La gimnasta leonesa mira más allá y ya busca con los ojos el futuro. «Me toca cambiar de vida, voy a salir de una burbuja con 30 años, no como otras gimnastas que salen de ella con 24 años, con toda la vida por delante. Me van a sorprender muchas cosas y voy a tener que afrontar la vida real. Es un momento óptimo para el cambio», indica.
Río será su gran despedido y donde espera salir por la puerta grande «independientemente del resultado obtenido». «Lo más bonito va a ser poder retirarme en unos Juegos. Por ello, trataré de disfrutar al máximo de la competición y, todo lo que venga a mayores, trataré de disfrutarlo», afirma Rodríguez.
Su mejor premio es poder vivir todo lo que rodea a la cita olímpica, «los nervios, la experiencia, la villa olímpica, el ambiente con eso ya estoy satisfecha». «Llegar a vivir todo esto y estar en buena forma es muy especial», añade.
El diploma, objetivo en Río
«Como deportista ambiciosa, me gustaría estar entre las diez mejores», asevera Carolina que, de todas formas, se quita presión y su único objetivo es «hacer mis cuatro aparatos lo mejor posible». «Me gustaría ser finalista y rascar un diploma, pero voy a hacer lo mejor posible. Llevo un año muy bueno, espero poder mostrar mi calidad y, con eso, puedo optar a la final», señala.
Pero la ambición es más fuerte en Carolina Rodríguez que reconoce que hablar de diploma olímpico «le sabe a medalla». La leonesa asegura que firmaría un octavo puesto para lograr esa distinción pero «si queremos tirar más arriba, un sexto estaría bien». «El diploma es un sueño de medalla», apunta.
Pese a su buen año, recuerda que cada competición «es un mundo». «En Berlín fui quinta en mazas, pero en otras pruebas he acabado la decimotercera. No depende solo de mí. Tengo que hacerlo muy bien y jugar con la parte subjetiva para tratar de estar en la final», explica.
Pero, sin duda, llega en su mejor temporada. Recuerda aquel noveno puesto en Stuttgart en septiembre que canjeó por un billete para Río. «Sabía que había hecho muy buena competición y que podía estar entre las quince mejores, que daba plaza directa a los Juegos, pero no me imaginaba ser novena. Cuando vi el nueve en el ránking me abrace a Ruth. Fue un momento brutal, de esos que se quedan para siempre en nuestro recuerdo», rememora.
El entrenamiento que se vistió de competición
Carolina Rodríguez echa la vista atrás, doce años antes, cuando logró su primera clasificación olímpica. Recuerda que, con el conjunto de rítimica, apenas podía disfrutar la competición en Atenas. «Nos tenían metidas en un ciclo muy cerrado, súper concentradas. Íbamos de la habitación al autobús, del autobús al entrenamiento y vuelta al hotel», relata.
Pero en la retina de la leonesa se ha quedado la imagen de su primer entrenamiento oficial. «Estaba preparada con una pelota para saltar al tapiz, vi todas las gradas llenas y dije ¡Ostras! ¿No nos habremos confundido y es hoy la competición? La gente pagaba entrada para ver los entrenamientos oficiales y, según salimos, todo se llenó de flashes. Entrené bien, pero con muchos nervios, me temblaban las piernas. La competición la viví al máximo, dedicándoselo a mis padres porque nunca debes olvidar tu punto de origen», recuerda Carolina.
Entre Atenas y Londres no es capaz de quedarse con ninguna de las dos experiencias porque las dos fueron especiales. En 2004 nadie se esperaba que fuese olímpica y preparó la cita «en diez meses» mientras que sus compañeras llevaban «cuatro años». «Tuve que pelearlo mucho, tenían una preparación a la que tuve que acoplarme y, además, venía de hacer individual. Lo conseguí. En un ejercicio era titular, en otro suplente, pero me sabía las posiciones de todas por si pasaba algo», explica.
Pero, pese a todo, los de 2012 tuvieron un sabor especial porque fue con su «entrenadora de toda la vida». «Ruth y yo hemos estado 20 años juntos y de repente vivir los Juegos Recuerdo cuando empezamos en un sótano con el Ritmo, tirando de las piernas para ganar flexibilidad y poder vivir dos décadas después esa ilusión, esa tensión es muy bonito. Todo lo que conllevan los Juegos ya es de por sí una pasada, pero si es con tu gente es la bomba», comenta.
Gimnasia desde dentro
El caso de Carolina Rodríguez ha movido ríos de tinta y metros de cinta de vídeo. El caso de una gimnasta que alcanza su plenitud con 30 años es único y su secreto es muy sencillo: «Hago gimnasia con el corazón». «Este es el secreto que cuento cuando me preguntan. Hago esto por pasión, porque me gusta, no por intereses. Además, he tenido el privilegio de competir en todas las grandes competiciones», afirma.
Respecto a la competición de Río, la leonesa tiene una gran favorita: Margarita Mamun, aunque considera que su gran rival será Yana Kudryatseva. «Vais a alucinar, parece que flota sobre el tapiz, pero ha tenido una lesión después de Stuttgart que le ha apartado varios meses», explica. Mamun es la favorita de Carolina pero reconoce que en esta predilección es «no solo por la proyección que tiene, también me tira el corazón» ya que tanto ella como Ruth Fernández tienen una estrecha relación con la gimnasta rusa y su preparadora, Amina Zaripova.
Disfrutar y disfrutar
La leonesa reconoce que no sorprenderá en Río con ninguna rutina nueva, ya que sería «arriesgar demasiado». «Voy a disfrutar y tratar de que me salgan las cosas. Los entrenamientos están encaminados a buscar calidad, meter mucha carga ahora es inútil. Tengo la ilusión de que me salga muy bien, pero detalles que debemos trabajar», asegura.
También tiene un mensaje para los tres leoneses que debutan en Río: Sabina Asenjo, Francisco Arcilla y María Casado. «Esta es una competición para disfrutar, no para meterse más a presión a mayores. Si lo haces mal, te entra rabia, pero te quedas con lo que has vivido. Puede que solo respires una vez los Juegos. Hay que tratar de disfrutar, no poerse nervioso y quedarse con la imagen de estar allí», recomienda.
El final del camino de Carolina Rodríguez está a punto de llegar. Pero, antes, queda una parada, la estación más importante de su vida. Río espera con los brazos abiertos a la leonesa y la leonesa ya está impaciente para poner una guinda dorada a una trayectoria llena de lucha, trabajo y proezas.
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