La suerte en el fútbol
Los antiguos griegos no ignoraban la importancia del azar en el deporte
ALBERTO DEL CAMPO TEJEDOR
Martes, 28 de septiembre 2021, 16:53
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ALBERTO DEL CAMPO TEJEDOR
Martes, 28 de septiembre 2021, 16:53
El Getafe de Míchel ha perdido sus primeros siete partidos. En toda la historia de la Liga, solo tres equipos habían tenido que lamentar un arranque tan funesto. Los números son contundentes: no solo no han conseguido ni un solo punto, sino que los azulones ... solo han logrado perforar la portería rival en dos ocasiones. Míchel alega que los puntos no son reflejo del juego del equipo. Pero, en los tiempos que corren, es raro que no le hayan destituido.
En la antigua Grecia, como en todas las culturas, se exaltaba al vencedor. No solo en los Juegos Olímpicos, sino también en los que se celebraban en Delfos, Corinto o Nemea. Al que triunfaba en alguna competición (carrera de caballos, lucha, lanzamiento de disco) se le elogiaba con un poema —llamado epinicio— donde se alababan su valor y destreza. No pocas veces, estos cánticos (de los que compuso un buen puñado el poeta Píndaro) mencionaban al entrenador, al que consideraban corresponsable del triunfo.
Los epinicios que nos han llegado son mayoritariamente encomiásticos: se ensalza al triunfador, su dinastía, la ciudad que ha honrado con la victoria y se le compara con ciertos héroes mitológicos. Pero no se olvidan de algo fundamental: la diosa Fortuna. En una de estas canciones de triunfo, que eran entonadas delante de los vencedores, sus familiares y conciudadanos, el poeta reconoce la habilidad del deportista, pero recuerda que los dioses unas veces dan la gloria y otras te hacen tropezar. En otra de estas composiciones, creada para tributar honores a un tal Ergóteles de Hímera, vencedor en los Juegos Olímpicos del año 470 a.C., el poeta pide a la «Fortuna Salvadora» que sea propicia a la ciudad de donde procede el deportista e insta a no olvidar que «el dado de la fortuna» con frecuencia engaña las esperanzas humanas: «en un momento, cambia la pena por la honda bonanza».
El Renacimiento, la Ilustración y la Revolución Industrial trajeron consigo la confianza en el hombre. Ya no estábamos a merced de Dios o de la naturaleza, sino del esfuerzo, la razón y la ciencia. Ha sido un cambio capital en la historia de Occidente, que nos ha permitido logros impensables fruto de la convicción de que todo es posible, no ya porque lo quieran los dioses, sino porque el hombre es capaz de moldear su propio destino. El deporte contemporáneo se basa en eso: el éxito depende de los entrenamientos, de la voluntad de los jugadores, de las decisiones técnicas del entrenador, cada vez más racionalizadas con aparatos que miden los números de pases e intentan dilucidar por qué las asociaciones entre jugadores no acaban en gol. Sin embargo, a veces olvidamos algo inextirpable de la vida y, especialmente, de cualquier juego: el azar.
Los analistas andan debatiendo sobre las razones del hundimiento de un equipo que en la temporada 2019/20 llegó a Europa: los nuevos fichajes no aportan nada, el estilo ofensivo de Míchel no se ajusta a una plantilla de jugadores aguerridos. Pero, si alguien en las oficinas del club getafense ha tomado la decisión de mantener vivo al entrenador, tal vez es porque sea consciente de que los resultados, en el fútbol, no dependen exclusivamente de factores controlables. En el partido que inauguraba la Liga, el Getafe perdió contra el Valencia 1-0 por un gol de penalti, y estrelló dos balones en el palo. En el siguiente encuentro, contra el Sevilla, el equipo de Míchel jugó mejor, pero cayó derrotado con un tanto en el minuto 93, después de que un balón rebotado del poste le cayera a Erik Lamela. En el tercer partido, el Barça se impuso por un solo gol de diferencia en su feudo. También el Elche, en la cuarta jornada. Al Atlético de Madrid, su vecino le tuvo contra las cuerdas todo el encuentro, hasta que dos zarpazos del uruguayo Luis Suárez en los últimos 12 minutos le arrebataron la victoria al Getafe, que tuvo que jugar con diez tras la expulsión de Aleñá.
Evidentemente el azar no lo explica todo. El Getafe no define arriba y no pinta bien para el equipo azulón, ni para Míchel. De los tres equipos que firmaron un arranque de Liga tan malo, solo uno de ellos —el Racing de Santander en la temporada 29/30— se salvó. Los otros dos bajaron.
No sé si Míchel se merece unos directivos tan pacientes. Pero me alegra cuando no todo se fía a los resultados y al informe que hacen los que introducen datos en un programa informático para explicar por qué no entra la pelotita. Entonces me acuerdo de Píndaro: «Cambiantes son las rachas de los vientos de alto vuelo…»
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