I.Tylko y A. magnain
Madrid
Martes, 21 de abril 2020, 00:10
Este martes se cumplirán 40 días desde que en el Reino Unido se disputó el último partido con público, correspondiente a la Liga Europa, y prácticamente todo el fútbol quedó confinado. Desde entonces, día a día han surgido rumores, desencantos, fallecimientos, bulos y esperanzas. ... Más rumores que certezas, más deseos que realidades, más pronosticadores que científicos.
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Glasgow, 12 de marzo. El extremo jamaicano Leon Bailey ofrece la victoria al Bayer Leverkusen en el campo del Rangers (3-1). Tribunas llenas, gol magnífico. Será el último: el coronavirus se apresta a colocar al continente en una imprevisto paréntesis futbolístico. Ese jueves, el entrenador donostiarra del Arsenal, Mikel Arteta, da positivo por coronavirus, y el Real Madrid anuncia que se pone en cuarentena. Al día siguiente, los campeonatos francés e inglés son suspendidos, uniéndose a las ligas española e italiana. Alemania hará pronto lo mismo.
«La protección de la vida humana debe imponerse a cualquier otro interés», escribe en Twitter el quíntuple Balón de Oro, Cristiano Ronaldo, confinado en Madeira, su isla natal. Cuando las solicitudes de donaciones florecen, los jugadores comienzan a encontrar alternativas a los entrenamientos, con pesas y máquinas estáticas de bicicleta y carrera. Pronto, las redes sociales se ven inundadas por un inesperado «Stay At Home Challenge» («Quédate en casa, el desafío»), donde había que dar patadas a un rollo de papel higiénico sin que tocara el suelo.
El confinamiento llega a todos los lugares. O casi. En Turquía, durante algunos días, se juega todavía. «Si se suspende el campeonato no encontraremos jueces suficientes para los divorcios que habrá», lanzó el presidente del Trabzonspor. Frente a este atentado a la salud y el sentido común, su jugador John Obi Mikel rompe su contrato. «No me siento cómodo», afirma.
El 17 de marzo, por primera vez en la historia, la Eurocopa es aplazada un año. «Este virus es la peste», lanza el 22 de marzo el presidente de Brescia, favorable a una interrupción definitiva de los campeonatos europeos. La guerra del calendario comienza. En ese momento, Europa espera todavía terminar las competiciones el 30 de junio. Hipótesis pronto olvidada.
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Algunas estrellas del fútbol deciden confinarse en sus países, como Neymar, en su amplia y lujosa casa de Mangaratiba, al sur de Río de Janeiro. Y se exponen a las críticas de los internautas. Sin los partidos ni sus resúmenes, existen los videojuegos. Ante miles de aficionados 'online', el madridista Marco Asensio gana un torneo virtual entre estrellas de la Liga.
Las diferentes instituciones y organismos deportivos, por su parte, hacen sus cuentas y llegan las medidas extremas, ya que pronto la inmensa mayoría de los clubes reducirán la remuneración de sus jugadores, entre el desempleo parcial y acuerdos salariales. Por otra parte, los poseedores de derechos televisivos interrumpen sus pagos. Durante este tiempo, sus telespectadores se tienen que conformar con redifusiones.
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El aburrimiento se adueña de aficionados y jugadores. «He estado cerca de volverme loco», suelta el belga Romelu Lukaku. La prensa informa también de las historias de futbolistas que rompen su confinamiento, como el defensa del Manchester City Kyle Walker, quien, aunque se quedó en casa, no se privó de invitar a la misma a dos prostitutas, antes de excusarse.
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Otros actores del fútbol se convierten, al contrario, en héroes. Como Iragartze Fernández, una árbitra semiprofesional, enfermera en Bilbao. «No soy SuperWoman, hago un esfuerzo como todo el mundo», explica. Para los aficionados, es duro. «Comienzo a estar en un estado de que me falta algo», confía a la agencia AFP un ultra del PSG. Algunos ponen su energía al servicio de operaciones de apoyo.
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Un acto de gran originalidad se da en Dortmund, donde los aficionados simulan sus consumiciones de día del partido comprando cervezas y salchichas virtuales en los bares y restaurantes de la ciudad. En Bielorrusia, las cervezas son reales y el balón circula: el presidente Alexandre Lukachenko rechaza las medidas de confinamiento, denunciando una «psicosis».
Pero la enfermedad está ahí y se lleva a Lorenzo Sanz, expresidente del Real Madrid, a Pape Diouf, figura del Marsella, o a la madre del técnico del Manchester City, Pep Guardiola, mientras que el exportero argentino Hugo Gatti estuvo hospitalizado y muy grave en Madrid. Pese a que los dramas se acumulan, el fútbol quiere reanudarse.
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En Alemania, los jugadores del Bayern regresaron a los entrenamientos el 6 de abril, respetando las distancias y privados de duelos por el balón. En España, la Real Sociedad avanzó la semana pasada que reabría Zubieta para las prácticas de sus jugadores, pero el CSD les forzó a dar marcha atrás. En Bélgica, la liga (Pro League) pretendió dar la competición por finalizada y coronar al Brujas como campeón, pero la UEFA amenazó con retirar a sus clubes de las competiciones europeas.
La incertidumbre alienta aún más la confrontación y la batalla de competencias entre Javier Tebas, presidente de LaLiga, y Luis Rubiales, máximo mandatario de la Federación Española. En Italia, la Federación confía en que la Serie A pueda reanudarse a finales de mayo o principios de junio. Los clubes de la poderosa Premier League, en cambio, apelan a la cautela. Quieren terminar las competiciones pero no saben cuándo.
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Muchos contratos de jugadores terminan el 30 de junio. ¿Qué pasará con ellos y qué ocurrirá con los cambios de patrocinio fijados para esa fecha? El Liverpool, vigente campeón de Europa, es uno de los afectados. Ese día, la firma New Balance deja de vestirles y aterriza Nike. La cuestión es complicada, las incógnitas sin despejar se suceden y, mientras tanto, los aficionados al fútbol siguen privados de esos duelos a nivel mundial, de esa válvula de escape que siempre fue el deporte rey.
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