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Cruyff dribla al portero argentino Carnevali en el Mundial de 1974.
¿Por qué el Países Bajos-Argentina es un clásico apasionante del Mundial?

¿Por qué el Países Bajos-Argentina es un clásico apasionante del Mundial?

No se trata solo de ajustar cuentas: el aficionado sabe cuándo hay algo más en juego que pasar una eliminatoria

Alberto del Campo Tejedor

Miércoles, 7 de diciembre 2022, 11:23

Como ocurre con aquellos países que arrastran siglos de desencuentros, conflictos y guerras, el fútbol también tiene memoria: ciertas selecciones se enfrentaron en momentos clave y el hincha —tanto como el futbolista— no puede evadirse de un recuerdo que incluye humillaciones, afrentas o injusticias. A ... veces basta una sola derrota especialmente dolorosa para avivar la sed de venganza. Pero el deseo de revancha aumenta cuando uno de los dos equipos ha logrado someter invariablemente a su contrincante. En los nueve choques entre Países Bajos y Argentina solo una vez lograron imponerse los sudamericanos.

El apelativo de 'Clásico' está justificado por cuanto el duelo entre naranjas y albicelestes constituye el tercer emparejamiento más frecuente en los Mundiales, solo superado por el Brasil-Suecia y el Argentina-Alemania. A más enfrentamientos, más posibilidades de sentimientos encontrados.

Las derrotas estrepitosas se fijan en la memoria tanto o más que las victorias sonadas. Durante siglos, los romanos vivieron obsesionados con sus fracasos más vergonzosos. Tito Livio cuenta cómo en la Batalla de las Horcas Caudinas, en el 321 a. C., los samnitas hicieron pasar a los soldados romanos bajo el yugo, semidesnudos. No pararon hasta vencerles años después y devolverles el agravio. De la misma manera, los aficionados argentinos no olvidan cómo la Holanda de Cruyff pasó por encima de ellos en Alemania 74.

Por otra parte, el fútbol es un contexto propicio para las supersticiones y cábalas de todo tipo. Una conocida marca de cerveza argentina lanzó un anuncio bajo el título de 'Coincidencias'. Hinchas argentinos de todo pelaje muestran su fe en que este año se proclamarán campeones basándose en ciertos paralelismos más o menos surrealistas entre este Mundial y el último que ganaron en México 86: «En la final de Qatar Júpiter va a estar en Piscis y en la final del 86 Júpiter también estuvo en Piscis». Además, «el 86 no fue un año bisiesto y este tampoco».

El reclamo publicitario es paródico, pero apela a una creencia muy divulgada: la de las epifanías mostradas por coincidencias improbables, algo que psicólogos como Carl Jung se tomaban muy en serio. Así, los argentinos no han tardado en proclamar que la única vez que vencieron a Países Bajos, en 1978, acabaron como campeones del mundo en su propio país.

Hay otras variables que dotan de relevancia el Países Bajos-Argentina de esta Copa del Mundo. Van Gaal no ha ocultado que tiene la confianza en convertirse en el primer entrenador que lleve a su país a la cima del fútbol mundial. Argentina se aferra a que, igual que Maradona les encumbró en el Olimpo balompédico, es la última oportunidad para que Messi demuestre por qué es comparable al 'Pelusa'.

El choque puede leerse también en clave de la sempiterna lucha entre Europa y América. Marruecos ha mandado a casa a los pupilos de Luis Enrique, pero normalmente en cuartos de final se plantan solo los combinados de la CONMEBOL y la UEFA. El dinero está en el Viejo Continente y aquí recalan los mejores jugadores sudamericanos. Pelé jugó 19 años con el Santos. Hoy solo Franco Armani, el tercer portero de la Albiceleste, milita en su país. El resto se desempeña en equipos europeos. Los argentinos llevan mal esta fuga de cerebros. Y el Mundial es una oportunidad para dar un corte de manga a los contrincantes europeos que se pongan a tiro.

Los medios han publicado que algunas entradas están alcanzando en reventa los 7.500 euros. Argentina tiene una renta per cápita cinco veces menor que Países Bajos. Pero hay más sudamericanos dispuestos a endeudarse y cometer la locura de sus vidas en la esperanza de que podrán contar a sus nietos que ellos estuvieron allí el día en que una genial jugada de Messi hizo que nunca jamás aparecieran en pesadillas Cruyff, Bergkamp o Kluivert. Solo los argentinos podrían considerar que las heridas más profundas se curan con un eslalon interminable y un gol prodigioso «para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina», como narró Víctor Hugo Morales tras el más hermoso y significativo instante futbolístico de todos los tiempos.

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