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El fútbol alemán llora la muerte del mejor jugador de su historia. Franz Beckenbauer, el hombre que capitaneó a la 'Mannschaft' campeona del mundo en 1974 y que repitió éxito como seleccionador germano en Italia'90, falleció el domingo a los 78 años, según adelantó ... este lunes la agencia de noticias teutona DPA, después de pasar los últimos tiempos batallando con una serie de enfermedades que le habían apartado de la vida pública.
«Con profunda tristeza, anunciamos que mi marido y nuestro padre falleció ayer domingo, plácidamente y rodeado de su familia, mientras dormía», confirmaron la mujer e hijos del Káiser, el apodo que le acompañaba desde que fuese fotografiado en Viena junto a un busto del emperador Francisco José I de Austria y que venía a resumir su influjo e importancia dentro del balompié mundial.
Nacido el 11 de septiembre de 1945 en la ciudad de Múnich, Beckenbauer llevó a otra dimensión la hoy casi extinta figura del líbero, una posición que le tiene como máximo referente histórico y que no se entiende sin la impronta que dejó este genial futbolista que lideró al mejor Bayern de Múnich de todos los tiempos y que pergeñó también algunas de las páginas más gloriosas de la selección alemana, con la que sumó 103 internacionalidades y anotó 14 goles.
Además del Mundial de 1974 que levantó como capitán de la República Federal de Alemania tras vencer a los Países Bajos en el Estadio Olímpico de Múnich con goles del Torpedo Müller y Paul Breitner, ganó también la Copa del Mundo como seleccionador de la ya unificada Alemania en 1990, después de que la 'Mannschaft' doblegase a la Argentina de Diego Armando Maradona en la final celebrada en el Estadio Olímpico de Roma con un tanto en la recta final de Andreas Brehme. Beckenbauer se convirtió así en uno de los tres hombres que han conquistado la Copa del Mundo como jugador y como entrenador.
En su extraordinario palmarés como futbolista relucen también la Eurocopa que amarró con la RFA en 1972, así como las tres Copas de Europa que enlazó de forma consecutiva entre 1974 y 1976 comandando a un Bayern de Múnich que por entonces dominaba con puño de hierro el Viejo Continente al son que marcaba el Káiser.
Beckenbauer era la elegancia personificada dentro del terreno de juego y un ganador consumado que maravilló con su clase, sobriedad y capacidad de liderazgo, hasta el punto de convertirse en uno de los jugadores más aclamados de todos los tiempos. Además de los enormes éxitos colectivos que cosechó con su selección y con el Bayern, su trayectoria se vio jalonada con dos Balones de Oro, en 1972 y 1976, que vinieron a reconocer su singular contribución a un deporte que engrandeció con su arte y voracidad.
Colgó las botas en 1983, después de una última etapa en el New York Cosmos, aquel equipo que también fue testigo de los postreros coletazos de otras leyendas del calibre de Pelé o Johan Cruyff, para iniciar a partir de ese momento una fructífera trayectoria en los banquillos y en los despachos del Bayern de Múnich, club del que fue entrenador en dos etapas distintas, presidente hasta 2009 y posteriormente presidente de honor. También fue uno de los principales responsables de que Alemania acogiese el Mundial de 2006, un logro que se vio ensombrecido por los tejemanejes que preludiaron aquella adjudicación y que salpicaron su figura, si bien nunca se demostró que el Káiser cometiese delito alguno.
Pero sus últimos años estuvieron marcados por una serie de graves problemas de salud que mermaron su calidad de vida y le alejaron de los terrenos de juego. Sufrió un infarto de miocardio, padeció la enfermedad de Parkinson y la demencia se cebó con su memoria. Había perdido la visión en el ojo derecho y los médicos le aconsejaron evitar los largos desplazamientos debido a sus problemas cardíacos, lo que le impidió acudir al funeral de su amigo Pelé, con el que compartió tiempos crepusculares como futbolista en el Cosmos, después de haber cimentado la leyenda del Bayern de Múnich junto a otras estrellas de la talla del Torpedo Müller, Uli Hoeness o Sepp Maier. Sin su gigantesca huella no podría entenderse lo que es hoy el coloso bávaro.
Beckenbauer disputó un total de 582 partidos, en los que registró 74 goles, con el Bayern de Múnich, club en cuyo primer equipo pasó trece temporadas hasta que, ya en la recta final de su carrera, se trasladó a Estados Unidos para fichar por el New York Cosmos en 1977 y oficiar como uno de los grandes reclamos para popularizar el fútbol en el país de las barras y las estrellas. Allí compartió cartel con otras viejas glorias como Pelé.
Pero a su longeva carrera todavía le quedaría un epílogo dorado tras regresar en 1980 a la Bundesliga para enfundarse la camisola del Hamburgo y tener una participación sobresaliente en la última de las seis ligas que reposan en las vitrinas del club del norte de Alemania. Con todo, su último baile tuvo lugar en el Cosmos, donde volvió en 1983 para disputar sus últimos encuentros como profesional y cerrar una andadura que no tiene parangón dentro de ese pródigo vivero de talento que es el fútbol germano.
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