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Llegar y besar el santo. Apenas unos pocos minutos en las postrimerías de dos partidos le han bastado al veterano delantero colombiano Radamel Falcao para reivindicarse como un goleador eterno, demostrar que el Rayo Vallecano ha acertado con su fichaje y elevar la euforia generada ... en la popular barriada madrileña.
«Voy a dar lo mejor de mí, jugar con el corazón y, ojalá, Dios lo permita, muchísimos goles», decía el Tigre, de 35 años y muy mermado los últimos años por las lesiones, el pasado jueves en su presentación como jugador rayista ante más de 2.000 aficionados. Dicho y hecho; no ha tardado en empezar su cuenta en su regreso al fútbol español, tras su paso por el Atlético, donde jugó dos temporadas entre 2011 y 2013 marcando nada menos 70 dianas en 91 encuentros.
El sábado, el delantero colombiano entró en el minuto 71 por el francés Randy Nteka en el partido liguero contra el Getafe y apenas diez minutos después anotaba su primer tanto con su nuevo equipo y el último de la contundente victoria 3-0 sobre el Getafe del discutido Míchel. «Soñaba con poder saltar y marcar. Realmente mis compañeros me han dado mucho ánimo, me he sentido muy a gusto», afirmaba el Tigre tras el mejor debut que podía esperar.
Tres días más tarde, Falcao congeló el estadio de San Mamés con un soberbio testarazo en el descuento (90+6) dando la victoria 1-2 a su equipo. De nuevo, lo hizo saliendo otra vez desde el banquillo en el minuto 76 por Unai López. «No lleva ni una semana con nosotros, pero sobre todo ha llegado con una actitud de querer integrarse rápido, de aprender las cosas rápido, de ayudar en lo que sea, en lo que le toque hacer, y evidentemente su relación con el gol siempre la ha tenido», explicó el técnico rayista, Andoni Iraola, tras el encuentro.
«Vamos a intentar ayudarle para que la siga teniendo y está claro que poco a poco va a ir jugando más tiempo», añadió Iraola, quien tuvo que sufrir al Tigre cuando era jugador en el Athletic y Falcao estaba en el Atlético. Vestido de rojiblanco, Falcao ya le marcó siete tantos al Athletic, dos de ellos en la final de la Liga Europa de Bucarest. Y este martes, los leones volvieron a sufrir el zarpazo del tigre colombiano. Un punto más de épica para un Rayo que ilusiona tanto como su nueva estrella.
El Tigre aterrizó en Madrid tras abandonar de mutuo acuerdo el Galatasaray turco con ganas de encontrar un lugar donde ser feliz para seguir demostrando sus dotes, especialmente con un Mundial a la vuelta de la esquina el próximo año. «Estaba buscando un lugar para jugar, para estar vigente, para disfrutar, un lugar competitivo y el Rayo me ha abierto las puertas», afirmaba el delantero colombiano la pasada semana en su presentación. Sin duda, no ha podido empezar de mejor forma a demostrar que aún está plenamente vigente y en forma para lo que venga.
El Rayo tiene una fiera, un reclamo para la grada y para LaLiga, un depredador del área que asusta a los rivales. Radamel no tiene la chispa de antaño pero la inteligencia para colocarse en el área y el remate no se pierden con los años. De cabeza, sigue siendo uno de los mejores especialistas del mundo. Le pueden lanzar una piedra que la amortigua con la testa y la convierte en gol. En San Mamés, le dijo al portugués Bebé dónde quería el balón y se las ingenió para rematar completamente libre de marca un pase tan fuerte que más bien parecía un disparo.
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