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CRISTIAN REINO
Domingo, 17 de abril 2016, 01:15
El Barça ha entrado en barrena. Está en caída libre y en una semana ha comprometido la temporada. El miércoles quedó eliminado en Champions y este domigo, tras perder ante el Valencia en el Camp Nou, dejó la liga en un pañuelo a falta de ... cinco jornadas: el Atlético es colíder y el Madrid está a un punto. La frase está en boca de todos. ¿Qué le pasa al Barça? ¿Cómo se puede pasar de ganarlo todo a perderlo todo en poco menos de un mes? Mientras los técnicos no den una explicación racional, hay que fiarse del sentido común. Y el menos común de los sentidos dice que el equipo está moralmente hundido y que su cabeza es muy frágil.
Como un castillo de naipes, se ha desmoronado en cuanto le han venido mal dadas. Se quedó dolorido tras caer ante el Madrid, la cornada de Anoeta le dejó grogui, el Atlético le hirió de muerte y el Valencia le ha rematado. El cuadro catalán afrontaba una jornada decisiva y volvió a decepcionar. Aún está a tiempo de levantarse y de salir campeón de liga, pero las sensaciones que trasmiten los blaugranas son muy negativas. Todo lo contrario que sus perseguidores, que mientras decían que solo luchaban por ser segundos o terceros, ya están ahí, en el cogote de los hombres de Luis Enrique, viniendo desde atrás, como los buenos esprinters.
La presión era máxima para el Barça que, en cualquier caso, afrontó el choque ante el Valencia como si no hubiera pasado nada durante la semana. Arrancó rápido, las combinaciones eran ágiles, dinámicas, fluidas, y los azulgrana llegaban con peligro. En el inicio, a los jugadores de Luis Enrique se les veía con ganas de reivindicarse. Messi, Suárez, Neymar, en 10 minutos, tuvieron tres ocasiones claras, que denotaban que el Barça estaba lanzado. El tridente estaba activo y quería dar un puñetazo en la mesa.
Sin embargo, la más clara la tuvo Rodrigo en el 17. Fue el primer aviso de los valencianistas y el que encendió las alarmas en el Camp Nou. ¡Ojo, que la tocan bien y salen muy rápidos!, pensaba la parroquia azulgrana. Mediada la media hora, justo después de que Alves volara ante un gran disparo de Messi, Rakitic, tras tocar un centro de Siqueira, empezó a sembrar el pánico. Gestos de ánimo de Piqué, Iniesta aplaudía, Mascherano cerraba los dientes, Suárez decía no con la cabeza, las caras eran de preocupación en el cuadro local. El drama se tornó tragedia cuando en el 45, en una gran jugada del equipo visitante, tocando y tocando, al estilo culé, Parejo asistió a Santi Mina y el joven gallego puso la liga al rojo vivo.
Tocaba remontada épica para el equipo que hace un mes era invencible. 45 minutos por delante para darle la vuelta al partido y para empezar a despejar los fantasmas que se han apoderado de las cabezas de sus jugadores. Luis Enrique adelantó las líneas, los laterales se empotraron casi como extremos y, por momentos, el juego de los culés invitaba a pensar que el volteo era posible. Con un Mascherano inmenso, no solo en el corte, sino también en el pase largo y en la jerarquía, el Barça le comió el terreno al Valencia y se dispuso a jugar a frontón, a pelota valenciana en este caso. En el 63, Neymar dejó pasar una pelota, Alba ganó la línea de fondo y sirvió el tanto en bandeja a Messi. Media hora por delante y el milagro ya no era tan imposible. No obstante, al arreón azulgrana le faltó continuidad. Quizá creérselo más y tener fe, algo escaso en la religión azulgrana desde el tropezón del Calderón. Los viejos miedos han regresado al Camp Nou y se han instalado en el equipo, que aunque generó ocasiones, primero por parte de Rakitic, luego mediante Neymar y más tarde con Piqué, todas las veces se estrelló contra un muro, llamado Alves, Barragán, Mustafi, Abdenour, Enzo Pérez o Javi Fuego.
Los che sacaron el oficio, el otro fútbol al que tanto se refería Luis Aragonés, y con el transcurso de la segunda parte fueron neutralizando el empuje azulgrana y acabaron disfrutando de las mejores ocasiones, en varias contras, en las que no hicieron el tercero por precipitación. El Barça ni siquiera pudo empatar, cayó derrotado, y envió un mensaje de debilidad muy claro a sus perseguidores, que ya han olido la sangre y han afilado los cuchillos, porque el que mejor aguante la presión será el que se lleve el gato al agua. El cuadro catalán ha desperdiciado una ventaja de diez puntos en muy poco tiempo y aunque sigue líder, está más que tocado. Luis Enrique tiene mucho trabajo mental de aquí al final de Liga.
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