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Hablar de un duelo entre el Real Madrid y el Bayern de Múnich es hacerlo de la rivalidad europea por excelencia. Son dos de los clubes más grandes del Viejo Continente, tradicionales dominadores en sus países y también en la Champions y su predecesora, la ... antigua Copa de Europa, y han protagonizado un sinfín de épicas batallas desde su primer envite allá por el mes de marzo de 1976, en una semifinal como la que ahora vuelve a medir a los gigantes.
Hoy por hoy el Bayern ya no es aquella bestia negra que amenazaba especialmente en Múnich, una ciudad en la que el Madrid no probó el dulce sabor de la victoria hasta el todavía reciente 2014, cuando asaltó el feudo bávaro (0-4) camino de la final de Lisboa en la que conquistó la Décima. Este equipo germano dirigido por Thomas Tuchel incluso ha cedido el trono de la Bundesliga tras once largos años de dominio indiscutible y en Alemania languidece a la sombra del sensacional Bayer Leverkusen de Xabi Alonso.
Sin embargo, haciendo honor a su tradicional espíritu competitivo, se aferra a la Liga de Campeones como vía de escape frente a la inestabilidad interna que discute el tradicional estereotipo de fiabilidad germánica. Su entrenador, Tuchel, permanece en la picota después del tira y afloja con Uli Hoeness, presidente de honor del Bayern e institución en el club, a cuenta de las críticas públicas a sus métodos. No parece el ambiente ideal para encarar toda una semifinal de la Champions y contrasta con la situación idílica de Ancelotti en el Madrid.
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Isaac Asenjo
El Bayern de Tuchel, que no seguirá en Múnich al término de esta temporada, camina en el ojo del huracán aferrado a otra cualidad que se suele atribuir al espíritu alemán: la practicidad. Nada de abusar del control de balón y acumular posesión a base de pases y más pases. Este equipo cede el esférico al rival sin ningún rubor y apuesta por la presión alta para robar y explotar la velocidad de sus bandas al contragolpe, en transición. En esta propuesta juegan un papel clave jugadores rápidos como Sané, Gnabry y Coman, que llegan al partido de ida en el Allianz Arena entre algodones y mantienen en vilo a su entrenador.
También es duda Musiala, el jugador diferencial de su equipo a la hora de conectar el centro del campo y las posiciones de ataque y encontrar el último pase. Harry Kane, con mucha diferencia la mayor amenaza ofensiva del Bayern, suspira para que el joven alemán llegue a tiempo, pues es un fantástico complemento para cualquier delantero, incluso con uno capaz de firmar un gol por partido esta campaña a pesar de los problemas de su equipo.
El ariete inglés brilla con luz propia en un conjunto con una sala de máquinas bastante más prosaica, en la que Laimer, Goretzka y el joven Pavlovic se disputan dos puestos. Su zaga arroja dudas por la escasa fiabilidad de la pareja de centrales formada por De Ligt y Dier y el comportamiento defensivo de Kimmich y Davies, dos carrileros con más aptitudes ofensivas que prestaciones atrás, cerca de los dominios de Neuer, al que la edad no aparta de la titularidad a pesar de sus problemas físicos en las últimas campañas.
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