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Iván Orio
Jueves, 16 de junio 2016, 10:04
El relevo generacional en 'La Roja' no sólo ha modificado los automatismos en el terreno de juego, sino que también ha obligado a una redistribución social en el vestuario por la mezcla de futbolistas experimentados con otros que se estrenan en una gran cita de ... selecciones. El Mundial de Brasil puso fin a seis años de ensueño y abrió una nueva era en la que Vicente del Bosque tuvo que asumir que no se podía vivir del pasado y que debía construir el presente para empezar a cimentar el futuro. La fase de clasificación para la Eurocopa, los amistosos y las concentraciones en Austria y Las Rozas han servido como bancos de pruebas para la confección de la lista de elegidos para Francia, en la que conviven ilustres veteranos e internacionales consolidados con jóvenes que dieron el salto de la sub-21 y que afrontan su primer desafío con la absoluta. La excepción es Aduriz, un decano que acaba de matricularse en la universidad.
Que en la expedición haya un buen ambiente no asegura el éxito, pero que se instale uno malo sí garantiza el fracaso. La historia ha demostrado que una convulsión interna o un entorno tirante pueden dar al traste con semanas de trabajo por mucha calidad que tenga la plantilla. Les ha ocurrido a varios combinados nacionales, entre ellos España, en Copas del Mundo y Eurocopas. Los pesos pesados de la caseta del vigente campeón continental lo saben mejor que nadie, y unos de manera natural y otros porque los galones les obligan a ello tratan de hacer grupo para que el clima sea distendido y todos los 'novatos' se sientan integrados en el retiro de la isla de Ré. Nadie ha establecido unos roles predeterminados en el vestuario. Ni siquiera Del Bosque los ha repartido más allá de la concesión de las capitanías. Sencillamente surgen por el carácter de cada uno y por compartir horas y horas de entrenamiento y tensión.
Sergio Ramos ha heredado el liderazgo y cumple su función desde la fortaleza anímica y con un marcado sentido del humor. Superviviente del cambio de ciclo en 'La Roja' iniciado en 2008 en Austria y Suiza, el central del Real Madrid es el encargado de arengar a sus compañeros en los minutos previos a los partidos y de elevar su moral cuando las cosas no funcionan. De puertas adentro es el gigantón que rompe el hielo con los nuevos, a quienes recibe con una sonrisa socarrona y una palmada en el hombro que amenaza con descoyuntarles si no tensan los músculos a tiempo. Siempre da la cara, gane su equipo o pierda, y entre los internacionales su imagen de valentía prevalece sobre la frivolidad que transmitió en su día con las meteduras de pata en las redes sociales y sus declaraciones histriónicas. Le respetan y saben que pueden contar con él si hay algo que les inquiete. Ramos conecta muy bien con Busquets, el silencioso.
Piqué, el 'padrazo'
Lo primero que hizo el futbolista sevillano al llegar al hotel de concentración fue preparar la maquinilla y afeitarle la cabeza a Morata, quien compareció ante los medios de comunicación con el pelo rapado en el estadio Marcel Gaillard de Saint Martin de Ré. «Los dos somos muy supersticiosos. La otra vez también me rapó y yo empecé a meter goles y él también, así que...», explicó el delantero de la Juventus con desparpajo. Éste es su lado más gamberro, pero el defensa de Camas también sabe lanzar mensajes de calado cuando el contexto lo requiere. Al término del debut contra la República Checa, retuiteó un texto de Piqué con una fotografía anexa en la que el jugador del Barça, pitado por parte de la afición española por apoyar un referéndum en Cataluña, celebraba por todo lo alto su gol que valió la victoria. Ramos dejaba claro de esta manera que el vestuario está con Piqué y que las rencillas entre ambos son agua pasada.
El internacional azulgrana tiene un humor sutil y es un 'padrazo' para los más jóvenes de la selección. Es muy sentido a pesar de sus salidas de tono en las redes sociales y encarna un rol determinante en la integración de los nuevos. El viernes asumió el mando de las operaciones cuando cayó en el cuartel general de España el bombazo informativo sobra una investigación policial en la que aparece el nombre de David de Gea vinculado a un supuesto escándalo de índole sexual. Piqué, muy valorado por Del Bosque en el terreno personal, estuvo siempre al lado del portero del Manchester United para que no se viniera abajo y para evitar que este episodio desestabilizara el vestuario. Incluso dejó durante unos instantes el entrenamiento para situarse entre bambalinas y escuchar la rueda de prensa de urgencia que ofreció el ya meta titular de 'La Roja' para desmentir la declaración de una testigo protegida del caso.
Andrés Iniesta representa la voz de la sabiduría, el espejo en el que se miran los valores emergentes. Es cercano, pero poco hablador. Llega a sus compañeros a través de su actitud, intachable dentro y fuera de la caseta, y de su humildad en el campo a pesar de ser un futbolista único. «Es tan bueno que me da la risa», ha dicho de él Aduriz. Y luego hay otros roles curiosos. Juanfran es el motivador, el optimista por naturaleza, Azpilicueta es el 'capi' de los jugadores que han emergido desde las categorías inferiores, Silva es el travieso risueño y Pedro es mucho más conversador de lo que aparenta. E Iker Casillas, la leyenda que ha visto confirmado en Francia el relevo generacional en la portería, se ha mostrado mucho más afable desde el estreno ante la República Checa, como si se hubiera quitado un peso de encima. Cada veterano ha cumplido un papel en el recibimiento a los 'novatos' y, de momento, el ambiente es gratificante.
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