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Pablo Sarabia tenía previsto ver la Eurocopa por la televisión. Las lesiones musculares –hasta tres– y el coronavirus marcaron su segunda temporada en el PSG, la última, por lo que el muchacho diseñó unas vacaciones a la carta en México y España junto a ... su pareja. Entonces recibió la llamada de Luis Enrique y vio su nombre entre los 24 convocados, un premio inesperado que le hizo cancelar todas las reservas y presentarse en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. Partía desde un segundo plano, sentado en el banquillo contra Suecia y Polonia, pero contra Eslovaquia salió en el once inicial y respondió con fantasía a las expectativas de su entrenador. Lejos de amilanarse, de contemporizar y refugiarse en el fútbol académico tratando de no cometer errores, el madrileño mordió como si le fuera la vida en ello y se ganó la continuidad con una actuación extraordinaria, gol y asistencia incluidos.
El interior formó parte de una pequeña revolución que le salió a las mil maravillas al seleccionador. Cuatro cambios en la alineación para pasar por encima de una Eslovaquia desaparecida, rota en las manos de una España dominadora y volcánica. Y es en la banda derecha por donde se desbordaba la lava, con un Sarabia encendido y más hambre que Carpanta. Luis Enrique incluso sacrificó a Gerard Moreno mandándole al costado izquierdo para dejar el hueco al del PSG, quien se encuentra más cómodo en el lado diestro del ataque español. En el minuto cinco se encontró con un balón en el área enviado precisamente por del delantero del Villarreal y despejado por el meta Dúbravka, que no logró conectar bien. Solo fue el primer aviso, la tarjeta de visita depositada en el buzón de los eslovacos. En ella ponía: 'Soy Pablo Sarabia, soluciono problemas', como el Míster Lobo en 'Pulp Fiction'. Fue la llave que abrió la caja fuerte del rival para desvalijarla.
El extremo se apoyaba en Koke y Azpilicueta para perpetrar sus incursiones en el terreno enemigo, que lejos de estar sembrado de minas llevaba una alfombra roja y un cartel en el que ponía 'pasen, pasen'. Sarabia estrelló un balón en el larguero en el minuto 30, que un Dúbravka presa de pánico metió dentro de su portería. Lo más difícil estaba hecho, meter la llave en la caja fuerte y girarla. Antes pidió lanzar el penalti fallado por Morata, pero los galones significan jerarquía. El madrileño había empezado con su 'show', que enriqueció luego con un bonito gol y una deliciosa asistencia engrandecida por Ferrán con un taconazo. Poco después de iniciarse la segunda parte, el del PSG recibió un gran pase de Jordi Alba y con la izquierda batió al portero eslovaco. Poco después regaló una entrega que el atacante del City canjeó por el cuarto gol español después de solo 45 segundos en el campo. El cuadro estaba pintado y el caballete lo tenía Sarabia.
Podría decirse que Sarabia era la apuesta más personal de Luis Enrique, su elección más íntima tras un año difícil, pero el madrileño, siempre discreto, ha sabido desatar la tormenta casi en silencio. Encabezó junto a Busquets la rebelión de los peleados con el gol y participó activamente en tres de los cinco tantos de la selección. Además, dio 54 pases, 46 de ellos buenos (85%), puso siete centros y colocó en lo más alto de la tarta su diana y la asistencia del taconazo. Con el técnico asturiano nunca se sabe porque sus caminos son inescrutables, pero sorprendería no ver al extremo en el once titular frente a Croacia. Al contrario que Dani Olmo, quien ha ido de más a menos, el del PSG ha recorrido el trayecto inverso. Tuvo 24 minutos ante Suecia, 22 frente a Polonia y disfrutó de los 90 contra Eslovaquia, con un fútbol vertical y alegre que le define.
«La responsabilidad del gol es de todos, en ataque y en defensa», dijo hace poco en Las Rozas. «Tenemos clara nuestra idea de juego y sabemos en qué somos buenos. Lo vamos a reflejar en el campo. Habrá que mover el balón de un lado a otro, atacar los espacios y llegar con gente arriba». La música sonó ante los eslovacos. «Nos ha salido todo, pero no debemos volvernos locos», comentó nada más terminar el partido. «La efectividad de cara al gol –un problema casi endémico en esta selección– es fundamental y lo hemos buscado desde el primer momento», añadió Sarabia, comprometido con la causa. Los que le conocen dicen que es un «estajanovista» del fútbol, un tipo diferente con el que siempre «pasan cosas» en el terreno de juego, un competidor nato al que no le hace falta gritar para hacerse oír. Le basta con un balón para dejarse notar. Luis Enrique tenía razón.
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