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Miguel Olmeda
Sábado, 24 de junio 2017, 17:54
Dos Eurocopas, un Mundial, dos Ligas de Campeones, una Liga, dos Copas del Rey, un Mundial de Clubes y dos Supercopas, una de Europa y otra de España. Álvaro Arbeloa cuelga las botas a los 34 años con la mochila repleta de medallas al alcance ... de muy pocos futbolistas, apenas un puñado de hecho, y sin embargo nadie espera un homenaje. Ni del Real Madrid, donde primero se hizo un hombre y años después fue parte activa del cambio de chip competitivo que ahora recoge sus frutos; ni de la selección española, a pesar de ser partícipe de los mayores éxitos de su historia. Qué corta es la memoria en el deporte rey.
Se entiende pero no se comparte el porqué de tanta indiferencia ante su retirada. Y es que Arbeloa, desde 2010 y especialmente hasta 2013, ha estado siempre en el punto de mira. Le pesaron en su momento sus características como futbolista, antagónicas al ‘tiki-taka’ que entonces era la panacea mundial. El ‘espartano’ –como él mismo se encargó de que le conocieran– nunca ha sido especialmente técnico en el pase, tampoco vertical en sus incorporaciones al ataque, y es complicado recordarle un regate. Sin embargo, cuando el físico le respetó fue un lateral inquebrantable en el mano a mano. Antes de regresar al Real Madrid en 2009 se hizo famoso por un pegajoso marcaje a Leo Messi en octavos de Champions con el Liverpool. Un antídoto que repetiría con los mejores extremos del mundo y que fue clave en la Eurocopa de Polonia y Ucrania en 2012, el último título de la selección española. Los titulares, como siempre, se los llevaron los ‘artistas’.
No le ha ayudado a mejorar su imagen, sino todo lo contrario, su relación con José Mourinho. Pese a devolver al Real Madrid el gen competitivo, el portugués salió de Concha Espina por la puerta de atrás, con la afición dividida y parte del vestuario en su contra. Arbeloa nunca ha escondido estar de parte de un técnico de quien elogia sobre todo su honestidad y al que considera un amigo.
Tras celebrar su segunda Liga de Campeones en Milán y con un papel testimonial para Zinedine Zidane, el lateral salmantino decidió abandonar por segunda vez el Real Madrid. Regresó a la Premier League con la esperanza de que su experiencia fuera un grado en el West Ham, y que en los últimos meses haya destacado más en Twitter que sobre el césped empaña un poco su despedida. Aunque son de agradecer los futbolistas sin pelos –ni tópicos– en la lengua. Como Arbeloa, un campeón ensombrecido.
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